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«La gente lanza calumnias muchas veces y cree que uno no siente tristeza, frustración y dolor»

Andrea Villate y Carlos Fernando Galán

 

Podría describir nítidamente lo que viví el 18 de agosto de 1989. Era un viernes, pasadas las 9 de la noche. Félix De Bedout anunciaba en el Noticiero Nacional el atentado que había sufrido el candidato presidencial Luis Carlos Galán Sarmiento. Yo tenía la misma edad de su hijo menor, Carlos Fernando, y el impacto fue muy fuerte. Mi papá, galanista, visiblemente afectado, trataba de explicarme lo que se estaba viviendo en el país y porqué Colombia entera lloraba la pérdida de Galán. Al día siguiente colgamos en nuestra casa la bandera a media asta, con un lazo negro cruzando sus colores.
Este año se cumplen 30 años de aquel suceso que cambió la historia del país.

Tiempo después sus hijos Juan Manuel, Claudio y Carlos Fernando, dejaron de lado el dolor de lo que la violencia les arrebató y regresaron al país. Dos de ellos, Juan Manuel y Carlos Fernando, comenzaron a trabajar en la política por buscar un mejor país, ese que en los años ochenta su padre pretendía con una frase que sería nuestro lema eterno en este hermoso, pero difícil país: «Ni un paso atrás, siempre adelante”.

En redes sociales cuando uno de los Galán aparece en medios salen a relucir memes, acusaciones, les atribuyen contratos millonarios, entre muchas otras cosas. Y queda un halo de duda que uno no sabe si es verdad o no. Y siendo honestos en vez de creer o no lo que dicen, lo mejor es ir directamente a la fuente y preguntar.

Así que llamé a Carlos Fernando Galán y le dije. “Quiero hacerte unas preguntas incomodas de todo lo que la gente dice de ustedes en redes sociales, ¿podríamos conversar?” y me respondió, “Si, claro, no tengo problema en responder cualquier pregunta”. Así que acordamos vernos una mañana. Esta fue nuestra conversación.

ANDREA VILLATE: ¿Cómo era la vida antes de aquel 18 de agosto de 1989?

CARLOS FERNANDO GALÁN: Buena parte de mis recuerdos de infancia tienen que ver con el Instituto Pedagógico Nacional, el colegio de la Universidad Pedagógica Nacional, el colegio en el que estudié. Mis papás tomaron la decisión de que sus hijos estudiaramos en un colegio público porque consideraban que la sociedad colombiana se dividía desde la cuna. Unos pocos iban a colegios privados, viviendo en una burbuja y sin entender la realidad del país. Mis papás querían que sus hijos se formaran en un colegio donde conocieran la realidad del país.

Llevábamos una vida relativamente tranquila a pesar de las amenazas. Creo que a veces cuando se está bajo amenazas, pero no ha sucedido nada, uno no es tan consciente del riesgo. En esos años 80, que fue cuando crecí, había atentados, asesinaban personajes, periodistas, líderes y a mí siempre me decían, “su papá es uno de los amenazados”. Pero sentía una especie de blindaje en nuestra rutina de ir al colegio, llegar a la casa a la 1:30 de la tarde y salir al parque a jugar fútbol.

Tuvimos también otra diferencia con otros niños de nuestra edad, y es que mi papá nos involucró en su carrera política, y nos llevaba a muchos sitios. Nos decía a este viaje va uno, el siguiente va otro, y así. Entonces cuando tenía 12 años ya había ido a todas las regiones, a centenares de municipios de Colombia. Y eso era interesante. En general, un niño a los 12 años no ha tenido la oportunidad de conocer 400 municipios del país. Eso da una perspectiva diferente pues, a pesar de ser niño, empecé a entender las complejidades de Colombia.

En la última etapa de la vida de mi papá tuve la suerte de acompañarlo a muchos viajes porque mis hermanos estaban más avanzados en el colegio, y él era más exigente con ellos en el tema de estudio, y a mi si me daba flexibilidad para ir a sus viajes de campaña. Los últimos tres o cuatro meses lo acompañe a todos los viajes. Estuvimos en los Llanos Orientales y el Cauca. Yo iba a ir a Soacha, pero él me dijo que mejor no porque hacía frio y era de noche, que más bien lo acompañara al día siguiente a Villeta.

AV: ¿Ustedes estaban enterados de las amenazas de muerte hacia su papá?

CFG: Los últimos meses sentía que había momentos de tensión porque a mi mamá le preocupaban ciertos viajes que él hacía. Creo que de cierta forma ellos nos protegieron. Pero luego ya era demasiado evidente el riesgo. El atentado fallido con unos rockets en Medellín, el secuestro de un compañero de mi hermano para mandarle el mensaje que se cuidara porque le quedaba poco tiempo de vida. Todo era muy evidente pero inclusive en ese momento creía que no iba a pasar nada.

AV: ¿Cómo fue el último día que viste a tu papá con vida?

CFG: Recuerdo que la noche anterior, era un jueves, mi papá que era fanático de la astronomía y le fascinaban esos temas, me llamó la atención que no se quedara despierto a ver un eclipse de Luna. Sentí como que estaba triste. Nosotros salíamos al colegio como a las seis de la mañana. Usualmente el se levantaba a las 5:15 a desayunar con nosotros pero ese día no se levantó. Nos fuimos al colegio y cuando regresamos almorzamos normalmente. En algún momento de la tarde él llegó a la casa a tomar una siesta y volvió a salir. Como a las seis de la tarde o siete de la noche, más o menos, él estaba en la oficina, que quedaba en el primer piso de donde vivíamos. La había alquilado para que fuera su oficina, y así evitar tanto desplazamiento. Él estaba trabajando ahí y llamó a mi mamá a decirle que le bajara el chaleco antibalas. Él tenía dos, y nunca en su vida los había usado. Entonces mi mamá dijo “que Luis Carlos quiere que le bajen el chaleco”. Lucy Páez, la secretaria de siempre de mi papá, subió al apartamento a recoger el chaleco y yo decidí bajárselo. Entramos a la oficina, yo entré con él a un cuarto, que era como una sala de juntas pequeña. Se quitó la camisa, se puso el chaleco y cuando salimos me acuerdo que el otro chaleco, que había quedado afuera, el jefe de escoltas se lo estaba poniendo y mi papá le dijo “no, quiero llevar el chaleco para protegerme en caso de necesidad”. Eso a mí me llamo la atención. Era la primera vez que se ponía chaleco y, además, ¡quería llevar otro chaleco más para protegerse en el carro!

Sin embargo, no lo vi angustiado, lo vi relativamente tranquilo, lo vi normal. Después de alguna conversación, decidí subirme al apartamento y cuando llegué al ascensor dije: “¡no me despedí de mi papá! No fue una premonición ni nada por el estilo, simplemente, no me despedí. Y me devolví y le dije, “oye no me despedí”. Y él pensó que yo estaba angustiado porque me abrazó, no como siempre normal sino más fuerte y me dijo “tranquilo viejito”. Él nos decía “viejitos”. Después fue que pensé que la despedida fue especial porque él pensó que yo estaba asustado. Fue la última vez que lo vi.

Regresando al apartamento estaba uno de sus escoltas, Santiago Cuervo quien me dijo, “¿no va a ir con nosotros?” entonces le dije, no voy a ir mañana. Me dijo “ah bueno”, Santiago Cuervo fue el escolta que murió en el atentado. Mi papá se fue a una reunión que tenia previa antes de ir a Soacha.

AV: ¿Cómo te enteraste de la muerte de tu papá?

CFG: Nos enteramos del atentado por Lucy Páez, quien nos llamó. Claudio y yo estábamos ya dormidos en la cama de mis papás viendo televisión. Lucy le dijo a mi mamá que tenía la información de un tiroteo en Soacha y que mi papá estaba herido. Sentíamos incredulidad. Me acuerdo que le dije a mi mamá, “pero él tiene chaleco antibalas”. Clara Cuellar, una de las personas que trabajaba en la campaña, llamó a Lucy Páez y le dijo que estaba en Soacha y que mi papá no tenía heridas en la cabeza. Entonces fue como un momento de tranquilidad. Pensábamos, “puede estar herido, pero tiene chaleco antibalas y no está herido en la cabeza. Entonces puede ser en una pierna, en un brazo”. Eso hizo que el traslado hasta la clínica no fuera tan angustiante como en principio había sido la noticia. Después llegamos a la clínica Cajanal en el CAN y llegaban otros heridos y él no. Fue una espera eterna en la clínica 30 o 40 minutos que a mí se me hicieron como dos horas. Hasta que nos dijeron que a mi papá se lo habían llevado al hospital de Kennedy y ahí la angustia comienza a ser mayor, porque uno no entiende qué fue lo que pasó, si no era grave qué era lo que estaba pasando.

Cuando llegamos a al hospital de Kennedy, nos bajamos del carro y nos encontramos con un policía que siempre lo acompañaba en moto. Juan Manuel le preguntó, “¿mi papá cómo está? y el policía lo miró, bajó la cabeza, y dijo “muy mal” y no quiso acercarse a nosotros. Ahí sentí que era algo muy grave. Caminamos un pasillo largo, llegamos a un salón y salió un médico quien nos preguntó si éramos la familia y nos dijo “no hay nada que hacer”.

Lo que uno siente siempre al principio es incredulidad y también como un abismo, toda la vida nuestra era alrededor de él, todo era él. Él nos llevaba a sus viajes, nos involucraba en su campaña. Luego nos preguntamos, “¿y ahora qué? ¿qué vamos a hacer en la vida?”.

Entonces es donde aparece el rol de mi mamá quien tuvo una actitud de “vamos a salir adelante, ustedes van a seguir estudiando, se van a formar y de esta nos tenemos que levantar”. Una fortaleza inmensa que proviene tal vez de la vida difícil que tuvo: perdió a su padre cuando tenía 16 años en un accidente, perdió a su madre cuando tenía 22, tuvo que trabajar, no pudo estudiar en la universidad. Ella es una mujer echada para adelante y creo que eso sirvió mucho para que ella no se derrumbara con la muerte de mi papá, como nosotros que si estábamos derrumbados.

Mi mamá esa noche nos mando a la casa a descansar, nos dijo “vienen días muy complicados”. Y ella se quedó esperando que llevaran a mi papá al Capitolio y después se fue a la casa a descansar un poco. Al día siguiente llegamos al Capitolio para la velación en cámara ardiente en el Salón Elíptico. No sé porque no quería verlo, “prefiero quedarme con la imagen de él vivo” dije. Algunos familiares me dijeron bueno, aceptamos la decisión. Pero recuerdo que mi prima, Alexandra Uribe y mi mamá después de un rato, empezaron a decirme, “es bueno que lo veas, que te despidas”.

AV: ¿Cómo fue llegar y ver tanta gente acompañándolos y despidiendo a tu papá?

CFG: Sentir que esa sensación de orfandad, que ese sufrimiento personal, era en cierta forma parecido a lo que la gente sentía al ver rota su ilusión de que Luis Carlos Galán hiciera muchas cosas por Colombia, y que con su asesinato no se pudieran hacer. Él había generado esperanza en las personas.

AV: ¿Sentías rabia o rencor con quienes asesinaron a tu papá?

CFG: Sin duda uno siente odio, rabia por lo que pasó. Creo que, si uno se guarda estos sentimientos negativos y quiere esconderlos, el odio se lo come por dentro. Pero poco a poco uno va entendiendo, que mi papá tomó unos riesgos, entendía esos riesgos y no podía abandonar una lucha que llevaba de muchos años. Y que decidió inmolarse por sus ideales, por su visión, por la lucha que estaba dando. Entonces uno llega a poner todo en contexto y ver su lucha y siente rabia por ver como todos se confabularon contra él. Lo que nosotros sentimos al principio nos lo fue confirmando con el tiempo la justicia: una acción deliberada de sus enemigos políticos que se aliaron con narcos para matarlo, todo esto la justicia lo confirmó.

Estos hechos producen rabia y dolor pero nos ha dado esperanza ver lo que ha avanzado la investigación: personajes condenados de altísimo nivel: un ex candidato presidencial, un ex ministro de justicia, un director del DAS y un general de la policía. Pocos casos en Colombia han logrado llegar hasta los autores intelectuales como sucedió con el caso de la muerte de Luis Carlos Galán.

AV: ¿Qué paso después de la muerte de tu papá?

CFG: La violencia no era la primera vez que tocaba la puerta de nuestra casa. A un tío mío, Alberto Villamizar, ya le habían hecho un atentado dos años atrás. Y las amenazas siguieron, a pesar que ya habían matado a mi papá, decían que nos iban a poner una bomba al edificio donde vivíamos. En ese momento en Bogotá estallaban bombas, entonces nos fuimos en medio de amenazas pues todavía existían riesgos. De hecho, Escobar secuestró a mi tía, Maruja Pachón, a los 10 meses.

Esas amenazas y el riesgo que vivíamos nos hicieron irnos a Francia en una decisión de última hora. Primero, nos habían dicho que nos íbamos a ir a Yugoslavia, luego que a Francia. Llegamos a Paris en invierno cuando oscurece a las cuatro de la tarde, amanece a las nueve, el día es apenas de unas horas y la noche es larguísima. Llegamos con el frío del invierno y sin hablar una sola palabra de francés. Yo entré a un liceo público. Ahí estudié lo que me quedaba de bachillerato. Claudio entró inicialmente al mismo liceo pero luego se pasó al Liceo Español de París, un colegio público del gobierno español. Y Juan Manuel, quien tal vez tuvo las mayores dificultades porque se acababa de graduar del colegio, le tocó dedicarse un par de años a estudiar el idioma antes de poder estudiar en la universidad.

Pero mi mamá nos guió mucho en darnos a entender que esa era una gran oportunidad para formarnos, que mi papá habría querido que nosotros aprendiéramos inglés y que estaría orgulloso de vernos tener una formación internacional. Ella nos decía que aprovecháramos lo que la vida nos estaba ofreciendo.

AV: Muchos dicen que los Galán se hicieron millonarios de un momento a otro, que se fueron al exterior a tener vida de ricos y a vivir y a estudiar del gobierno colombiano.

CGF: La gente confunde la Fundación Luis Carlos Galán con la Corporación Escuela Galán. Son dos entidades diferentes. Han utilizado la confusión entre fundación y corporación para decir que hemos recibido dineros y no es así. Y para decir que todo lo que lleve el nombre de mi papá, es de los Galán. Y no es así. La Fundación Luis Carlos Galán surge de la Fundación Nuevo Liberalismo, que era de ese partido político. Cuando muere mi papá, mi mamá decide que esa fundación se mantenga pero que se le cambié el nombre, de Nuevo Liberalismo a Luis Carlos Galán. Esa fundación jamás ha contratado con el estado pues es completamente privada. Es más, desde el año 95, se integró a la Universidad Javeriana. Y ahí mi mamá es presidente honoraria y no recibe ninguna remuneración. Es una fundación creada para promover el legado de Luis Carlos Galán y proteger fotos, discursos, textos, videos, es el archivo vivo de lo que hizo mi papá como hombre público.

Otra cosa es la Corporación Escuela Galán. Esa corporación surge de la Ley de Honores que aprobó el congreso cuando mataron a mi papá y que en el texto señalaba que se crearía una institución pública para promover los valores democráticos y de derechos humanos en Colombia. Y que tendría el nombre de Luis Carlos Galán. Ese instituto Luis Carlos Galán tuvo varios directores, uno de ellos fue mi tía Maruja Pachón. Los directores eran empleados, nombrados por el gobierno y no recibían nada distinto a un sueldo.

En el gobierno Uribe estaban reduciendo el tamaño del estado y en el Ministerio de Educación llegaron a analizar el caso del Instituto Galán para ver si lo cerraban o continuaban. Y se decidió convertirlo en una corporación mixta dependiente del Ministerio de Educación. Este organismo fue un canal a través del cual el estado colombiano apoyó la reintegración de paramilitares en procesos de reinserción en el gobierno de Uribe. Y en el gobierno de Santos esta entidad tuvo a su cargo programas del Proceso de Paz para ayudar a desmovilizados y víctimas. Entonces, ¿decir que le dieron una plata a la Corporación Escuela Galán significa que ese dinero era para la familia Galán Pachón? Nunca hemos recibido un solo peso de la Corporación Escuela Galán. Es como si dijeran que recibimos dinero del presupuesto de un colegio simplemente porque lleva el nombre de Luis Carlos Galán.

Nuestros enemigos políticos han construido un ataque sistemático con el mensaje de que vivimos del estado, cuando mi hermano fue elegido senador y yo llevo una carrera política de once años, de los cuales ocho he sido elegido democráticamente como concejal y como senador con ingresos como los que recibe cualquier concejal o cualquier senador

AV: ¿Es verdad que el gobierno los indemnizó, les dio altas sumas de dinero tras la muerte de tu padre?

CFG: No es cierto, no hemos recibido ninguna indemnización. La Corte Suprema de Justicia condenó a Alberto Santofimio Botero, y en la condena, el juez ordenó indemnizar a la familia Galán. Nosotros jamás pedimos hacer efectiva esa indemnización a la que teníamos derecho. La única indemnización que hemos pedido es que nos digan la verdad y que haya justicia en el caso de mi papá.

AV: Entonces, ¿la vida de lujos y que viven del estado es un fake news?

CFG: Cuando estudiaba en Georgetown Relaciones Internacionales con énfasis en Economía, al tiempo con el estudio yo trabajaba 20 horas a la semana en la misma universidad. Me pagaban 8 dólares la hora en el centro de investigación en temas de legislación. En la universidad compartía un apartamento con un mexicano y con un colombiano y vivía por mi cuenta de lo que ganaba en la universidad. En mi último año de carrera logré hacer unos artículos para la revista Semana y me contrataron como corresponsal en Washington justo antes de elecciones presidenciales lo que generaba mucha noticia, y yo era feliz, porque entre más artículos mandaba más ganaba. Y aun más feliz, cuando la elección entre Al Gore y George Bush se demoró un mes definiéndose en tribunales por lo que escribía en todas las ediciones de Semana. No seguí con la revista porque ellos no podían pagarme un sueldo, sino que me pagaban por articulo y así no podía seguir sosteniéndome. Entonces empecé a buscar trabajo. Trabajé un par de años en la OEA escribiendo discursos y haciendo análisis de la situación política de países de Centroamérica y el Caribe. En 2003 decidí regresar a Colombia y entré a la revista Cambio como redactor.

 AV: ¿No te dio miedo regresar?

CFG: Mi mamá ya estaba acá. Toda la vida quise regresar a Colombia a pesar del miedo. Con decirte que el primer año que estábamos en Francia, Claudio y yo queríamos devolvernos. En esa época también me ofrecieron trabajar como asesor del viceministro de defensa pero preferí irme para la revista Cambio. En esa época Cambio era de Gabo, uno de los socios mayoritarios, estaban grandes periodistas como María Elvira Samper, Edgar Téllez, Ricardo Ávila, Mauricio Vargas, Pilar Calderón. Y trabaje un año con ellos. Luego pase a El Tiempo, me llevó Roberto Pombo. Tu sabes que en el periodismo la gente no gana mucho.

AV: ja ja eso es cierto…

CFG: La impresión que tengo es que, si uno compara la carga laboral de un periodista, con la carga laboral que tienen otros sectores, los periodistas ganan poco, trabajan todo el tiempo, no tienen un horario fijo. Y El Tiempo fue una escuela chévere desde las 8 de la mañana hasta las 9 o 10 de la noche, con turnos de fin de semana y nocturnos cada tanto. Recuerdo un episodio. Llevaba como ocho días en el periódico, estaba recién llegado. Yo había sido redactor, no había sido editor, fue un proceso de aprendizaje. Y entonces me acuerdo que en ese entonces el presidente Uribe estaba enfermo y le había dado algo en el oído, entonces no pudo viajar a una cumbre. Me tocó salir al aíre en Citytv explicando la enfermedad del presidente Uribe como si fuera un médico, repitiendo lo que me habían dado. Yo estaba muerto del susto de salir en vivo, pero bueno, todo salió bien. Y de El Tiempo me fui a hacer política.

AV: Al ingresar a la política, ¿no te dio temor de que te fuera a pasar algo similar a lo de tu papá?

CFG: No recuerdo haber sentido nada así, porque mi papá nos involucró en el tema y nos habló de la importancia de la política y mi mamá igual. Entonces era natural que nos interesara el asunto. Mucha gente dice, “ah es que, por ser hijos de Galán, entonces quieren hacer política”. Y la respuesta es sí, porque él nos enseño que la política era importante, nos inculcó la importancia de participar activamente, de que la política bien hecha puede transformarle la vida a mucha gente.

AV: ¿Por qué elegiste el Partido Cambio Radical y no el partido Liberal?

CFG: Quiero poner en contexto el tema de Cambio Radical. Una cosa es lo que la gente piensa, siente y percibe de Cambio Radical hoy, y lo que este partido fue en sus inicios. Cambio Radical es un partido de origen liberal y galanista que nació de un grupo de liberales que no estaban de acuerdo con la candidatura de Horacio Serpa por el escándalo del 8.000 del samperismo y decidieron montar toldo aparte. Apoyaron la candidatura de Alfonso Valdivieso Sarmiento, del Nuevo Liberalismo, a la presidencia y luego terminaron apoyando a Pastrana en contra de Horacio Serpa. En Cambio Radical había mucho galanista. Cuando recorrí el país como director de este partido me encontraba gente que había sido del Nuevo Liberalismo, y que en ese momento militaba en Cambio Radical.

Pero Cambio Radical se desvió del camino original y por eso renuncié al partido. Tal vez lo debí hacer antes, pero nunca, mientras que estuve adentro del partido fui complaciente con temas de corrupción o con personas cuestionadas, siempre levanté mi voz, y me enfrenté con miembros de Cambio Radical por revocarle el aval a personas cuestionadas como Kiko Gómez a quien enfrente públicamente y de quien recibí amenazas. Nunca me quedé callado hasta que renuncié al partido. No me pueden decir que yo cohonesté con políticos cuestionados, a diferencia de otros partidos en los que se señalan a los demás pero se quedan callados de lo que pasa en su propia casa. Yo habría podido hacer eso, y sabia que había gente de Cambio Radical que decía cuando nos atacaban, “ah, es que la U tiene a este y el Partido Liberal tiene a este otro”. Esa es la estrategia usual en la política, decir, “no nos digan nada porque ustedes también”. Yo siempre dije si, aquí hay un delincuente. Uno debe mirar la viga en el ojo propio y no solo la paja en el ojo ajeno.

AV: ¿Tu hermano Juan Manuel no te preguntó porque te ibas a otro partido diferente al liberal?

CFG: Ahí hubo una discusión, esto no lo he contado nunca, es complicado. A mí el Partido Liberal me busco cuando se enteraron que había aceptado irme para Cambio Radical. Me buscó mi hermano, me buscaron Héctor Helí Rojas, Cecilia López, Luis Fernando Velasco, Rodrigo Rivera, Rafael Pardo, hasta César Gaviria, todos querían convencerme. Pero el encargado del tema en Bogotá era Rafael Pardo, y recuerdo que Pardo me dijo, “Aquí lo metemos en la lista pero como uno más” mientras que Vargas Lleras me dijo, “usted va a ser cabeza de lista y va a coordinar la bancada”. Mi hermano también trato de convencerme, pero digamos, fue una decisión acertada. Nosotros a diferencia de personas de una misma familia que participan en política, donde usualmente ves que el senador tal decide no aspirar más y lanza al hijo y lo apoya, lo pone de senador, o siendo senador lo pone de concejal, y lo ayuda a elegir. Así es en la política colombiana pero en el caso nuestro no fue así. Yo me gané mi propio espacio sin que mi hermano me ayudara, es más, competimos en el 2014, cada uno como candidato por partido diferentes, y ambos logramos ser elegidos, cada uno con sus propios votos. Aquí no nos pueden decir que somos un clan familiar. Juan Manuel y Carlos Fernando Galán construyeron su espacio propio. Si ahora vamos a trabajar juntos, que es lo que esperamos hacer en el Nuevo Liberalismo, no nos pueden decir que es que llegaron juntos, no, cada uno construyo su lugar. Mi hermano fue senador tres veces sin que yo le ayudara en ningún momento. Yo fui concejal, fui senador, fui candidato a la alcaldía, y mi hermano no me ayudó.

AV: ¿Esa decisión política afectó la vida familiar entre hermanos?

CFG: No, porque ante todo hay respeto. Y claro, hay diferencias, mi mamá tenía diferencias con Cambio Radical pero me respetaba. Yo no estaba de acuerdo en el modo en que el Partido Liberal actuaba en Bogotá, pero nos respetábamos. Para citarte un ejemplo, Juan Manuel era el director del Partido Liberal en Bogotá, elegido, mediante un proceso de elección popular de directorios. Y fue el directorio que el dirigía, valga la redundancia, el que ungió como candidato del Partido Liberal a David Luna, en la alcaldía, cuando yo era candidato. Y fue Juan Manuel el que lo lanzó. Cada uno iba por su lado y eso no produjo diferencias. Juan Manuel estaba en su partido, y no le podía pedir que actuara con un favoritismo personal porque su hermano estaba del otro lado.

AV: ¿algún pacto hicieron?

CFG: No, no hubo pactos. Y tan es así, que no hubo pactos, que terminamos compitiendo, y recuerdo que mucha gente nos decía, oigan no hagan eso, lo hicimos y no pasó nada, ni se afectó la relación de hermanos, ambos logramos la curul, trabajamos muchas cosas juntos en el congreso. Pero eso nos diferencia a nosotros de mucha gente que trabaja en política y que tienen un grupo familiar, que diseñan una estrategia para copar espacios, en llave. Aquí fue cada uno armó su campaña, logró los votos y salió elegido por su cuenta. El único voto por el que de pronto hubo forcejeo fue el de mi mamá a ver quién la convencía.

AV: ¿Y tú mamá por quién voto?

CFG: Yo traté de sacarle ese voto, con un diálogo pero nada. Un día le dije, “sé que votaste por mí”. Y ella me dijo, “¿por qué?: “¿Cuantas veces has votado por Juan Manuel? “2 veces” “¿y cuantas veces has votado por mí?”, “Nunca”. “Ah bueno, ahí tienes la respuesta de por quién votar esta vez”. Pero no me quiso aceptar que así fue y es la hora en que no sabemos por quien votó.

AV: ¿Qué es lo peor de trabajar en política?

CFG: Las agresiones, sin lugar a dudas. La gente lanza calumnias muchas veces y cree que uno no siente tristeza, frustración y dolor. Uno entiende las críticas con posiciones que uno haya asumido, que pueden ser equivocadas o no, y que me critiquen está bien. Pero agresiones con calumnias, acusaciones de delitos, eso siempre le va a doler a uno. En política trato en las decisiones que tomo, en cualquier escenario, de decir que me recomendaría mi papá si estuviera acá y trato de ser consecuente con lo que pienso. Entonces a mí me duelen las agresiones, y más cuando me atacan por mi papá.

AV: A ustedes les dicen de todo en Redes Sociales ¿cómo manejan las agresiones?

CFG: Hace unos días tuve una discusión en twitter con una persona y no sé porque decidí escribirle, y decirle, un momentico, pero que cuál es el rollo, tenemos diferencias de opiniones pero que haya apoyado la paz, no me hace un corrupto. Yo tenía la convicción de que la paz había que apoyarla y él me escribía que no, que era el colmo y luego de varias conversaciones fue bajándole a la agresión. Aunque no nos pusimos de acuerdo, el señor me dijo usted debería hacer tal cosa y si hace tal cosa yo votaría por usted, y ahí fue cambiando la tónica del insulto y la agresión y pasar a tener una conversación normal.

AV: ¿Y lo mejor de trabajar en política?

CFG: Lo mejor es lo que uno logra ayudando a la gente. Que uno logre cambiarle para bien la vida a alguien, gracias a lo que uno haga en política, que se apruebe una ley importante, que se le vaya a garantizar que los derechos de las víctimas, por ejemplo. O cuando yo estaba en el concejo, lograr que cosas indebidas que estaban sucediendo en el distrito se destaparan, eso da satisfacción.

AV: ¿Te molesta que te digan delfín?

CFG: Eso es una pelea perdida cuando uno trata de explicar ese tema. Tengo la convicción de que no es correcto decirnos a mis hermanos o a mí que somos delfines. Un delfín es alguien que crece con el apoyo de su padre, un político del que le hereda todo su poder. Mi papá no tuvo el poder porque lo mataron. Hace 30 años yo no tengo a mi papá al lado, no lo he tenido en mi carrera política. Es muy distinto el caso nuestro, en mi opinión, a otros sin decir nombres, pero que sabes quienes son. Otra cosa es que la gente le tenga cariño, a Luis Carlos Galán, a lo que fue, a lo que inspiró a muchos y digan, este muchacho es consecuente con el legado de su padre, otra gente dirá que no. Pero NO heredamos poder alguno.

AV: Fue secretario anticorrupción, ¿ese cargo sirve de algo?

CGF: Depende lo que se espere de eso. Ahí hay un problema, es que esa figura del secretario de transparencia, que es más conocido como el zar anticorrupción, ha sido ante la opinión pública como una especie de fiscal que investiga corrupción. Y el estado colombiano no puede tener en el ejecutivo a alguien que investigue a otras personas. Es ilegal e inconstitucional. La labor del zar anticorrupción es construir políticas públicas para enfrentar la corrupción. Una de las tareas que me puso el presidente Santos cuando me nombró secretario de transparencia es que Colombia no tenía una política anticorrupción. Con Rafael Merchán dejamos hecha una estrategia nacional contra la corrupción, una estrategia que hay que poner en práctica. Diseñarla no significa que esté actuando y que vaya a dar resultados inmediatos. La estrategia tiene casi un centenar de medidas que hay que tomar y que incluye aprobar ciertas leyes que Colombia no tiene.

AV: Cambiando de tema, tu equipo Santa Fe está en la mala. ¿Cómo te hiciste hincha de Santa Fe?

CFG: (risas) A mí me llego el amor por Santa Fe por mi mamá y eso caló más que mi papá que era hincha de Millonarios., No tengo claro que dinámica llevó a eso pero ella me convenció. Entonces no existe la menos posibilidad que yo vaya a ser de un equipo azul. Pero los últimos años no han estado tan graves. Santa Fe tardo mucho tiempo en lograr su séptima estrella y muy rápido logró las siguientes. Confío que la espera para recuperar el rumbo no sea tan larga como lo fue esperar la séptima estrella.

AV: ¿Por qué decidieron volver a rescatar el Nuevo Liberalismo, el partido que creó tu papá?

CFG: Entre mi hermano y yo tenemos muchas más cosas en común que diferencias. Y cada uno enfrento en un momento dado dificultades en su propio partido. Por ejemplo, las peleas que tuve en Cambio Radical con los avales, esas peleas crecieron y luego el partido toma la decisión de irse con el Centro Democrático en la campaña presidencial en la segunda vuelta, lo que para mí era totalmente incoherente. Al tiempo, el Partido Liberal, donde estaba mi hermano, decide irse también con el Centro Democrático en segunda vuelta. Lo cual era incoherente para Juan Manuel también por lo que decidió salirse del liberalismo.

Los dos hicimos un esfuerzo en las estructuras donde habíamos escogido hacer política y ambos encontramos un muro que no nos permitió seguir, lo que nos impulsó a ambos a salir. En esa coyuntura vemos la posibilidad de revivir el Nuevo Liberalismo y así volver a nuestros orígenes políticos. Sentimos que hay un momento que la política pide iniciativas distintas, transparentes, alejadas de los populismos de los extremos. Y yo me siento feliz de trabajar para que esto se dé.

AV: Ahora que eres papá, ¿no te da miedo que, trabajando en política, con los escándalos de corrupción que has destapado, te ocurra lo mismo que a tu papá?

CFG: Si, si me preocupa, pero más que eso, creo que uno debe aprender de los errores del pasado, protección, y saber cómo mitigar los riesgos. Me preocupa más las agresiones que le hacen a las personas en redes sociales, donde insultan y juzgan a todo el mundo. Espero que mi hija tenga una cierta coraza para no dejarse afectar por esos ataques, que ocurren y que van a ocurrir por el simple hecho de ser mi hija. Que la gente que no vaya a estar de acuerdo conmigo y la vaya a criticar a ella eso me preocupa. Ojalá que ella tenga un cuero duro, para entender esos procesos y no verse afectada. Ella pregunta, por ejemplo, por el abuelo, qué donde está.

AV: ¿Le has contado lo que pasó?

CFG: Le he explicado algo muy básico, que gente que no estaba de acuerdo con él, gente mala que no querían dejarlo llevar a cabo sus ideas, lo mataron. Eso para mí es duro, contarle. Ella dice incluso que a veces se ha soñado con el abuelo. Es lindo, pero también es duro.

 

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