Creo que cuando vamos creciendo notamos cambios en nuestra forma de ser, yo por ejemplo me convertí en la típica tía que saluda a todo el mundo, sonríe, le hace la charla a la gente en el ascensor y les pregunta cómo está, esperando atenta la respuesta. Charlo del clima o de la noticia del día y desea al final un feliz resto de día. Cabe anotar que no siempre he sido así, pero me he dado cuenta que me gusta generar esos vínculos con la gente. El saludo, una sonrisa amable, es como un espejo. Cuántas veces uno tiene un mal día y alguien sonríe y nos saluda y uno termina sonriendo así no tenga ganas… Somos espejos!!  

Reconozco que me molesta la gente que no responde el saludo… Creo que eso hace parte de la educación. He visto últimamente a jóvenes a quienes los deja la ruta de muy buenos colegios de Bogotá, cabe resaltar, llegan y no saludan al celador ni agradecen por abrir la puerta.  ¿No les enseñan modales en la casa? Acaso ya pasó de moda? me pregunto… pues noto que es una tendencia…  Y claro, no solo sucede con jóvenes adolescentes, también con adultos, pero bueno, quiero hablar hoy domingo de la gente que me gusta. De esa que si saluda, que sonríe, que es amable, que ayuda si ve a alguien que necesita una mano. 

Hace unos días iba bajando en el ascensor al final del día cuando se detuvo en el 5to piso, se sube un muchacho cargando una bolsa de basura, como de 15 años más o menos, super amable que siempre saluda. Me lo he encontrado con frecuencia paseando a sus perritos o con sus padres, así que ya es una cara conocida. Cuando se subió al ascensor le pregunté por sus perritos, qué si ya los había sacado, por hacerle la charla…  y me respondió algo que me llamó la atención: Me dijo que no los había sacado porque ese día a él le correspondía preparar la comida y bajar la basura. Los perritos ese día le correspondía sacarlos al papá. Me dijo además, un poco afanado, que se le había hecho tarde porque se había demorado haciendo un trabajo para el colegio.  Yo lo miraba asombrada de la seriedad con que tomaba sus responsabilidades. Esa conversación me encantó. Creo que si desde adolescentes se les pone responsabilidades a los hijos, más allá de cumplir con el colegio, se convierten en adultos responsables que el día de mañana, con los azares de la vida, podrán ser útiles no sólo a sí mismos, sino a la pareja del futuro, a los compañeros de trabajo, a sus empleadores, entre otros.     Pero bueno, me gustan esas charlas de ascensor, uno comienza conociendo ciertas cosas de las personas con las que se rodea… cosas bonitas de las personas. 

Hay una canción del grupo español A Dos Velas que se titula La gente que me gusta con la cual comparto todo lo que dice. Me gusta la gente que cuando saluda te aprieta la mano con fuerza y sin dudas. Me gusta la gente que cuando te habla te mira a los ojos, te mira de frente, te dice a la cara aquello que siente y nada se calla y no tiene dobleces. 

Me encanta esa canción y comparto esas cosas, esos detalles casi casi imperceptibles en las personas con el ajetreado pasar de los días. 

Uno no termina siendo amigo de todas las personas que se cruza en el camino, pero esos vínculos que generan ciertas actitudes, hace cálido el ambiente, ese pedacito de cielo que compartimos. 

Si no han escuchado esta canción se las recomiendo, tiene una letra preciosa. 

Si algún día nos cruzamos, ojalá estemos en ese grupo, de la gente que nos gusta:

Con la gente que me gusta

me dan las claras del alba

compartiendo madrugadas,

palabras, risas y lunas.

Con la gente que me gusta

paso las noches en vela

deberían ser eternas

como la lluvia y la sed.

Me gusta la gente

que cuando saluda

te aprieta la mano

con fuerza y sin dudas.

Me gusta la gente

que cuando te habla

te mira a los ojos,

te mira de frente,

Te dice a la cara

aquello que siente

y nada se calla y no tiene dobleces;

me gusta esa gente.

Con la gente que me gusta,

alrededor de una mesa,

cualquier vino es un poema,

cualquier charla es una locura.

Con la gente que me gusta

me encanta hablar de proyectos;

de esos que se lleva el viento

y que se olvidan después.

Me gusta la gente

que cuando saluda

te aprieta la mano

con fuerza y sin dudas.

Me gusta la gente

que cuando te habla

te mira a los ojos,

te mira de frente,

Te dice a la cara

aquello que siente

y nada se calla y no tiene dobleces;

me gusta esa gente.

 

Andrea Villate

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