Todavía no hago parte de los miles de deslumbrados por Francia Márquez. No pongo en duda, por supuesto, que es una lideresa social y ambientalista sobresaliente. Pero, a mi juicio, al igual que sus contrincantes para la vicepresidencia, dudo que sea competente para el cargo. Por ese motivo hago fuerza para que no lleguemos al caso de que alguno de ellos tenga que asumir la presidencia por ausencia obligada del titular. Lara solo ha sido alcalde de una ciudad pequeña, Murillo, un opaco gobernador del Chocó y ministro, y Francia, lideresa comunitaria. Experiencias insuficientes que no habilitan automáticamente para llegar al máximo cargo del Estado.
Sin embargo, la presencia de Francia Márquez en la campaña ha sido especialmente valiosa en varios sentidos. Puso sobre la mesa la situación de la comunidad negra en Colombia y desenterró rasgos culturales del resto.
En lo primero, simboliza la exclusión histórica de las etnias negras. La pobreza, la falta de educación, la ausencia de estado, la violencia en sus múltiples vertientes, la usurpación de sus recursos naturales. Eso ya lo sabíamos, y hemos mirado para otro lado. Incluso sus propios coterráneos lo han hecho cuando han llegado al Congreso, a las alcaldías, gobernaciones y puestos públicos.
Pero hay algo perturbador y asociado con lo anterior que han revelado las intervenciones de Márquez: el gran dolor y resentimiento que la embargan a ella y a los que aspira representar. Valga aclarar que utilizo el término no en el sentido peyorativo que solemos otorgarle para descalificar a alguien que expresa algo que nos interpela. No. Acudo al significado más serio: un estado de ánimo que mantiene alguien que considera que ha sido víctima de una injusticia y que clama por ser escuchado y reparado. Es la interpretación profunda que le daba Nietzsche. El resentimiento es una emoción que esclaviza al que lo siente y amenaza al que se considera su causante. Una población presa de esta emoción constituye un enorme reto para una sociedad porque aspira a que el culpable de su injusticia pague algún día de una u otra forma. Por esa razón, es inaplazable hacerse cargo de ella. Ojalá la presencia en esta campaña de dos representantes de las características de Francia Márquez y Luis Gilberto Murillo sea un comienzo de enmienda. Que no hayan sido escogidos como un simple gesto táctico electoral.
El segundo elemento emergido de la oscuridad es igualmente vergonzoso: el racismo soterrado, adobado con clasismo y aporofobia*. A veces los colombianos observamos desde lejos y extrañados la discriminación racial en Estados Unidos y nos indignábamos con el apartheid de Sudáfrica. Eso ha servido de coartada para ocultar el racismo cotidiano del país.
No obstante lo dicho, para mí, hay algo en particular más potente en la candidatura de Francia Márquez. La filosofía que, según su programa, personifica. La cultura Ubuntu, ser una persona Ubuntu.
Ubuntu es un conjunto de preceptos de origen sudafricano que guiaba al gran Mandela. Si se pudiera sintetizar en una frase sería algo así como «soy porque somos», que es precisamente el lema de la campaña de Francia Márquez. Soy humano en la medida en que reconozco la humanidad de los otros. Que por desgracia es una premisa moral que se ha diluido en Colombia: deshumanizar al otro es un fuerte rayón de nuestra cultura política, y creer que cada quien es «hechura de sí mismo».
Quizás este planteamiento es lo que explica la amplia favorabilidad de Francia. Yo aún no estoy muy seguro de que esta dirigente sea o no una persona Ubuntu. Por el momento temo que sus intervenciones políticas no sean del todo coherentes con esta cultura. A ojos de muchos, la elección de ella como fórmula presidencial radicalizó la campaña de Petro y cerró la puerta de acceso a alternativas de centro. Todo lo contrario a lo que promovería un líder Ubuntu que pretendiera construir la nación del arco iris, que fue el gran propósito de Mandela: un país para todos. (Recordemos que Mandela se negó a expropiar las empresas de los blancos y a despedir a los empleados públicos blancos; decía que son sudafricanos al igual que los negros y tienen un conocimiento y una experiencia requeridos por la nueva nación. Toda una lección de pragmatismo idealista. Que es la actitud contraria que muchos tememos que asuman Petro y Francia frente a varios asuntos).
Por lo dicho —y gracias a que Francia lo trajo a colación— se justifica resaltar algunos de los principios de esta filosofía que son verdaderas joyas para la vida política y personal, y que podrían estar en la agenda cultural y en el tono moral de cualquier gobierno. Entre catorce de ellos, según Mungui Ngomane, hay tres que nos calzan y que Mandela aplicó.
Ponerse en el lugar del otro; creer en el bien que todos llevamos dentro; adoptar una perspectiva más amplia.
En un país más polarizado que Colombia, Mandela logró unir a Sudáfrica en virtud de una sencilla premisa: ponerse los zapatos del otro y caminar con ellos un trayecto. Así pudo entender —no justificar— la crueldad de sus carceleros y la represión de los afrikáneres (los blancos sudafricanos). Aprendió su idioma, estudió su historia, respetó sus héroes, aceptó sus ritos deportivos (el rugby) y entendió sus motivos. Y perdonó.
Sostenía que ni el mejor ni el peor de los actos definen por completo a una persona. Todos tenemos facetas buenas y malas, solo hay que saber observar. Prefería ver en los demás el lado positivo hasta el punto que no fuera necesario cambiar de perspectiva. Pensaba desde el bien. Confiaba y creaba confianza. Así sembró las primeras semillas de concordia racial y sacó adelante su gobierno. No dio rienda suelta a su resentimiento y al de sus correligionarios, pese a las presiones e incomprensiones. Se ganó el respeto y el apoyo de todos, aún el de sus encarnizados enemigos.
Afirmaba que «las circunstancias y los principios dictan la estrategia». Por esa razón no tenía reparo en modificar o corregir o aplazar una posición frente a un tema, siempre y cuando le apuntara al resultado que buscaba, a tono con la esencia de sus propósitos últimos. Paciencia, que el camino es largo —parecía decir Mandela—, a veces las cosas toman tiempo. En otros términos, el juego es infinito (en una futura columna profundizaré en este concepto).
Todo esto suena exótico a nuestra idiosincracia. Pero nunca es tarde para aproximarse a la filosofía Ubuntu. Si guardáramos alguna esperanza de que ideas y actitudes de esta naturaleza, jalonadas por Francia Márquez, es lo que traería un gobierno del Pacto Histórico, estaríamos menos atemorizados.
- Aporofobia. Término creado por la filósofa Adela Cortina, que hace referencia al rechazo o aversión a los pobres.
Para saber más
- https://www.franciamarquezmina.com
- https://razonpublica.com/francia-marquez-espejo-desnuda-colombia/
- Ubuntu. Lecciones de sabiduría africana para vivir mejor. Mungui Ngomane. Penguin libros
- Invictus (película, 2009) Con Morgan Freeman y Matt Damon. Dirigida por Clint Eastwood
- El factor humano. John Carlin. Seix Barral.
- El legado de Mandela, Richard Stengel. Ediciones Planeta.
- El largo camino hacia la libertad (Autobiografía). Nelson Mandela. Editorial Aguilar