Reencuadres

Publicado el Manuel J Bolívar

¡Dos años aprendiendo, viejo!

Hay una teoría que desestima el peso de las características personales en el desarrollo del liderazgo. Que más que atributos individuales lo que distingue a un buen líder son sus actos. Eso significa que los líderes no nacen sino que se hacen. Es una hipótesis alentadora y agradable de escuchar; y muy pertinente para vender programas de liderazgo: todos podemos llegar a ser líderes, previo pago de una módica suma. Pero la verdad es que no ha sido probada empíricamente.

Para ilustrar la idea y aprovechando que estamos en la mitad de su mandato, es una tentación irresistible auscultar el caso “liderazgo de Iván Duque”. Después de examinar su historia laboral, leer por encima su más de un millón de palabras de discursos como candidato y presidente, observar sus desangeladas alocuciones televisivas, revisar los testimonios de quienes han estado cerca suyo en las reuniones de trabajo de diez horas, el diagnóstico es reservado: “Lo que natura no da, Salamanca no presta”. 

Los problemas de gobernabilidad y favorabilidad del Presidente puede que no se originen en que sea subalterno de alguien, ni en que sea inexperto, ni en que sea de derecha. Es que no dispone de una reserva suficiente de atributos básicos para ser líder. No significa que sea una mala persona, o mal esposo, o que deje de ser un bacán; tampoco que no esté calificado para ser un simple senador -igual que Petro, lo que es una cruel coincidencia del destino-, pero hay dudas sobre si tenía la talla para dirigir y movilizar un país y ejecutar exitosamente sus planes.

Habría que comenzar por su incapacidad para cumplir la regla #1 de un buen líder: formular una visión de futuro, inspiradora y aglutinante. Para ello es imperativo algo con lo que el presidente no ha podido: escoger prioridades. Progresistas, de fácil comprensión, unificadoras. El reformismo, la simplicidad y la concisión no pasan por su talante. La “economía naranja”, que sintetizaba su agenda (al menos la visible), está compendiada en varios volúmenes y cuadros sinópticos, en flujogramas crípticos, en un palabrerío enmarañado que hasta la ministra de Cultura ha sido incapaz de descifrar a juzgar por su intrascendencia pública. Por eso sus simpatizantes celebran que al fin el gobierno haya encontrado en la pandemia un tema central, un foco de atención, un lugar hacia donde todos estamos mirando simultáneamente. ¡Triste hallazgo!

La regla #2 es algo más compleja. Es la capacidad de despertar y movilizar emociones y voluntades colectivas. Y se apuntala en algo que es ajeno al presidente: la escucha. Duque habla dos idiomas y no escucha en ninguno (¿De qué hablas, viejo?). Se embelesa escuchando su propia voz y la de quienes están de acuerdo con él (“Si señor presidente”). Le desagradan las críticas y conversar con reparones. Tanto, que algunos le diagnostican una patología denominada positividad despectiva o tóxica: ¡todo bien todo bien! Las alocuciones televisivas y los consejos de ministros son su elemento perfecto: nadie controvierte. Esta es la razón que explica sus dificultades para crear coaliciones y consensos en torno a temas trascendentales; tiene la creencia de que negociar, ceder y llegar a acuerdos es “enmermelar” las relaciones, renunciar a sus convicciones. De ahí su apatía para reunirse con estudiantes, líderes de protestas, indígenas, el partido Farc, opositores. Quizás sea el motivo por el cual el presidente no haya podido hacer realidad una promesa mayor de sus declaraciones: la reconciliación plena de los colombianos. No es que sea descortés o agresivo, en realidad es un sordo con modales de caballero. Sencillamente está enamorado de sus ideas, que considera poco menos que inmejorables. 

La regla #3 es la capacidad de convertir en acciones las declaraciones. Ejecutar, hacer realidad las cosas. Muchas ideas poca gerencia, lo resumió un analista político. Su fuerte no es el seguimiento a sus funcionarios para asegurarse de que lo acordado esté siendo puesto en práctica. Y si por accidente descubre que alguien no está haciendo la tarea o se descacha en público revelando la agenda oculta, prefiere llamarle la atención en tono menor, ofrecerle un retiro con honores, o trasladarlo a otro cargo. Y todos sus subalternos ya conocen esta debilidad y la aprovechan. Hacen declaraciones imprudentes (comisionado Ceballos), encubren manzanas podridas (militares), ejecutan mal las cosas (Holmes Trujillo), hacen su parecer (Alicia Arango, Carrasquilla), conspiran o chismean unos contra otros (Santos y Blum). En esto no se parece al expresidente Uribe, que no dudaba en desviar el avión presidencial para verificar que hubiesen sido instalados los baños de un aeropuerto, como lo había ordenado. De pronto esta es la causa de que la bonificación especial al personal médico por su compromiso contra el coronavirus, decretada a mediados marzo, aún no haya sido cancelada. Estremece pensar en la efectividad que tendrá la gestión para asegurar las vacunas. Es tan evidente esta incompetencia que hasta el editorial de El Tiempo (30/07/20), sempiterno aliado, se atrevió a llamar la atención del gobierno acerca de la necesidad de ejecutar en serio lo anunciado en el discurso de instalación del Congreso: $100 billones de presupuesto, 77 proyectos, un millón de empleos. Que aceleren las ejecuciones… implora.

Las limitaciones personales de Iván Duque para ejercer como presidente son prominentes. No hay lugar para pensar que está aprendiendo, porque esta es una puerta que solo se abre cuando uno reconoce que no sabe o que se equivoca. Y Duque puede estar corto de algunos atributos, pero lo que tiene de sobra es jactancia. 

Nota. La noticia de la medida de detención domiciliaria del senador Uribe ha conmovido al país. Tratándose del mentor político y amigo cercano del presidente Duque, su reacción ha revelado su carácter. Lo que hemos visto habla bien de él como amigo y mal como hombre de Estado: se ha pasado por la faja varias normas que lo obligan a la neutralidad y al respeto de la independencia del poder judicial. Lo que ratifica la tesis de este artículo.

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