Las palabras y las cosas

Publicado el Diego Aretz

Cop IN, Cop OUT, las lecciones de la COP26 de Glasgow

Estoy sentado en una mesa de un Pub en Glasgow, cerca del parque de Kelvingrove. Este es un PUB tradicional escocés. Escribo en mi computadora mientras el dueño me mira con un poco de desconfianza -no es un sitio para trabajar a estas horas-. Este es un barrio que ha sufrido una gentrificación (especulación inmobiliaria que por lo general desplaza a las comunidades originales de los barrios), por su cercanía a los centros de poder económico y político de la ciudad. Son las 12 de la noche, hoy justamente juega Escocia y este sigue siendo un país fanatico del fútbol, las mesas están abarrotadas, hay gritos, cerveza y alegría. Contrasta completamente con la seriedad de la COP26, el evento de medio ambiente más importante del mundo, al que me encuentro invitado. Por encima de la pantalla de mi computador puedo ver, sin llamar la atención, a decenas de jóvenes que estuvieron en la marcha contra el Calentamiento Climático. Muchos de ellos, de la misma generación de Greta Thunberg, tienen entre 18 y 26 años.

Una campaña de mercadeo exitosa y un manejo increíble de la situación política convirtieron a Escocia en el centro de la discusión ambiental política global. Desde Barack Obama hasta Ocasio Cortez, desde Boris Johson hasta el príncipe William, desde Lasso hasta Duque se dieron cita en esta ciudad de Escocia, de menos de 600 mil personas, para discutir las problemáticas energéticas del mundo actual y las necesidades de un cambio en la agenda.

 La ciudad se llenó de mensajes que parecían mirar a la COP26 con un sentido profundamente crítico. «Blah Blah Blah», el icónico mensaje de Greta Thunberg, resonaba en los muros de Glasgow. Y parece reírse de los miles de millones de dólares que costó la COP26.

Ostentosas delegaciones. Políticos de zapatos relucientes recién bajados de aviones privados parecían elogiar en su lógica la profunda desigualdad que vive el mundo y un sistema que ha probado no funcionar para el 99% de la población.

El espectáculo de entrar a la COP26 es digno de recordar. 8 filtros de seguridad y la sensación de militarismo que solo se produce en los alrededores de la Casa Blanca o la Embajada Británica, en Berlín, pero multiplicado cientos de veces. Fueron unificadas a trabajar las policías de Londres,  Manchester y Edimburgo. La reunión era de tal magnitud que hacía que el fantasma del terrorismo se sintiera en toda la ciudad.

«Esto es una mentira, es un greenwash», dijo Greta Thunberg en su primera aparición en la COP26, acompañada de Emma Watson, Malala, y otras 7 activistas, incluida la Colombiana Ati Villafaña, representante de las comunidades indígenas del país.

“Los pueblos indígenas deben ser escuchados, y deben ser escuchados en sus lenguas” fué el Mensaje concreto a Atí Villafaña, la activista Colombiana.

Sin embargo, la realidad es que nos dividimos en 3 COPs. La primera COP, la de los grandes financistas, los lobbystas de las empresas más grandes del mundo, los contaminantes más importantes, los que lideran el juego del consumismo, los grandes apostadores de Chicago. Esa es la primera COP. La segunda es la de los gobiernos. Todos haciendo negocios y tratando de comprar privilegios y espacios en la primera. Tratando de captar fondos internacionales y promoviendo sus agendas. La realidad para ser objetivos es que Duque proveniente del BID es muy buen conocedor de la burocracia internacional, sabe cómo moverse en estas agendas, muchas personas que consulte de otros países e instituciones hablaban del «buen posicionamiento del Presidente Duque» y su capacidad para visibilizar el país, el presidente le dio prioridad a la COP26 y se notó. Sin embargo, está claro que en Colombia la perspectiva es distinta. Tenemos una deforestación disparada, el narcotráfico nunca había estado tan fuerte, el abandono a los territorios es abrumador y sabemos que la desigualdad también tiene que ver con el uso de la tierra, los recursos… todo esto también hace parte de una agenda ambiental.

La tercera COP es la COP de las y los miles de activistas que se reúnen, provenientes de muchos lugares del mundo, para atestiguar, entender y exigir que el cambio se dé YA. Todas estas personas tienen que hacer unos esfuerzos gigantescos para acceder a la COP, desde el idioma, el viaje, muchos salen de sus países y usan un avión por primera vez, son acreditados usualmente por instituciones de tercera vía, ONGS internacionales y colectivos ambientalistas alrededor del mundo. Son esfuerzos privados casi siempre los que permiten que las comunidades de base, los indígenas y los pueblos afro, que hoy protegen 22% de las reservas globales. Esto es inaudito pensando que la COP26 es la conferencia más importante del mundo en temas ambientales, la reunión que marca cada año la agenda humana más importante del siglo XXI.

En Kelvingrove un día a la 1 pm se citaron personas de todo el mundo para marchar hacia las instalaciones de la COP 26 y llevar sus mensajes, era un encuentro lleno de color, quizás la manifestación más diversa de latitudes, países y culturas que yo haya visto. Toda esta diversidad tenía una claridad y es que la casa se nos quema, y ya no hay tiempo.

El espectáculo de la COP26 deja muchas preguntas sobre la mesa, sobre todo la primera reflexión que es la necesidad urgente de una mesa internacional que verdaderamente tenga capacidades de exigirle a los gobiernos parar y pensar el desmadre al que nos conducimos, «dientes» necesita la ONU, dientes, apoyo y legitimidad.

También hay preguntas para los organizadores, a pesar de las palabras de Boris Johnson se pudo ver la falta total de integración entre la ciudad de Glasgow y la COP, las universidades, los colegios, los jóvenes no tuvieron acceso, no estaban invitados. Con seguridad miles de invitados de todo el mundo hubiéramos estado contentos de conectar con la comunidad local de Escocia, que es la nos acoge. Eso no se dio y creo que revela parte del problema.

 TODAS las reuniones importantes de la COP, las negociaciones se dieron a puerta cerrada. De cara a las élites y de espalda a la humanidad. De esto surge una pregunta concreta: ¿Por qué pocos están negociando los recursos de todos?

Uno de los momentos más emblemáticos de esta COP fue cubrir una marcha desde Kelvingrove Park, quizás la marcha más importante durante la COP26, mientras esperaba en una curva del parque, veía a lo lejos banderas de 30 países distintos marchando juntas, me sorprendió, eran personas que se reunieron en Glasgow con la intención de unir fuerzas y llamar a un cambio. No estaban acreditadas, ni hacían para de ninguna delegación. Era en la calle donde se mostraba el hecho más importante de la COP, un levantamiento de consciencia que está caminando por nuestras sociedades.

Franz Kafka solía decir que «sí había esperanza, pero no para nosotros». Creo que nuestra generación tiene un reto muy grande, el de demostrar que sí hay esperanza, y para eso los cambios deben ser enérgicos. A veces, también pasamos por alto los profundos cambios que han tenido nuestras sociedades. Solo hay que imaginar los derechos alcanzados por las mujeres y los afrodescendientes en los últimos cien años. Y todo eso se debió a luchas, a personas comprometidas con sus ideas y su trabajo por los derechos humanos.

 Glasgow COP26 es una demostración de que hay muchas cosas que deben cambiar, y los planteamientos claros para nuestra generación son tan simples como; ¿vamos a dejar que nuestro mundo se acabe de joder*?, ¿o esperamos a que las siguientes generaciones digan de nosotros que apenas fuimos, en palabras de Greta Thunberg, un poco más de «Blah Blah Blah»?.

 

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PS: Un agradecimiento a TDH Alemania.

Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, ha sido jefe de comunicaciones del Festival Internacional de Cine de Cartagena y es el Jefe de Comunicaciones del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos. Así mismo es jefe de comunicaciones del Consejo Nacional de Bioética.

 

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