Con los pies en la tierra

Publicado el Observatorio de Tierras

El rostro de la resistencia

Por: Laura Peña. 

El 8 de marzo se conmemora el día internacional de la mujer, evento que logra reunir la atención sobre las problemáticas que viven las mujeres; no obstante, esta atención suele centrase principalmente en las problemáticas de las mujeres citadinas. Por esto, en esta columna intento reconocer y visibilizar las problemáticas rurales que las mujeres deben enfrentar en su vida cotidiana. Es un reconocimiento a la lucha femenina rural que se vive y muchas veces se ignora.

Se tiene la creencia de que la mujer rural desempeña roles meramente domésticos, incapaces de tener un rol social activo dentro de sus familias o comunidades. Sin embargo, esta creencia no puede estar más alejada de la realidad.

Indiscutiblemente las mujeres desempeñan y ejercen roles que aportan significativamente a la reparación y reconstrucción de aquellos tejidos sociales que han sido desgarrados por la violencia. De hecho, cada mujer contribuye a la reconstrucción del tejido social desde su propia subjetividad, tomando como punto de partida la forma en que la violencia incide en sus vidas y vulnera sus derechos. Es por esto por lo que el rol de la mujer como lideresa y matriarca es predominante en el desarrollo comunitario y en el desarrollo de iniciativas para la paz.

En su tesis de pregrado “Iniciativas Locales de Paz en Soacha: estudio de caso de un  proyecto  de  cambio  social  con  enfoque  de  género” Daniela María Vargas, destaca la capacidad de resiliencia, de cuidado y de liderazgo que termina vinculando e incorporando a las mujeres en procesos de construcción social con el objetivo de buscar un cambio desde la resiliencia que se desarrolla y se exterioriza mediante el aspecto de cuidadora, la cual se media por la maternidad y la necesidad de garantizar un bienestar al otro. Quisiera resaltar que, tal como lo afirma James Scott en su texto “Los dominados y el arte de la resistencia el arte de los débiles”, a veces este rol se da de una forma cotidiana y silenciosa.

Para ilustrarlo mejor, las mujeres desempeñan múltiples papeles en su vida cotidiana: en el ámbito familiar se desempeñan como madres, hermanas, esposas e hijas; en el social como conciliadoras y trabajadoras y en el político como lideresas. Las mujeres asumen decididamente sus roles de lideresas con el objetivo de mantener o iniciar un desarrollo social sin dejar de lado sus labores familiares, enfrentando de esta manera una lucha contra las desigualdades con el fin de ayudar al sostenimiento de sus familias y de sus comunidades.

La participación social de la mujer ha ido aumentando progresivamente, llegando a tal punto de convertirse en el rostro del campo. Sin embargo, este rol tiene un trasfondo violento. No debemos ignorar que las principales víctimas de la violencia y el conflicto armado son las mujeres. Es decir, es a la mujer a quien le arrebatan sus hijos, sus esposos y sus tierras. Es la mujer quien sufre y afronta en carne propia el machismo, el olvido estatal, el desplazamiento forzado, la pobreza y la falta de oportunidades, y, a pesar de todo, resiste. Resiste y se involucra en temas sociales, en la toma de decisiones dentro de su comunidad y emprende acciones que le permiten asumir un papel socialmente relevante, acarreando un papel de matriarca en y para su comunidad atravesada por el conflicto armado al tener que garantizar la subsistencia y la disminución de la violencia estructural, social, cultural y económica ejercida contra la mujer.

Autoras como Gloria Patricia Zuluaga y Carolina Arango Vargas de la Universidad Javeriana, plantearon el término “feminización de la economía campesina”(Ver Mujeres campesinas: resistencia, organización y agroecología en medio del conflicto armado) ya que, debido a la adversidad de la guerra, las mujeres han tenido que asumir roles que socialmente les han pertenecido a los hombres.De manera similar, Susana Lastarria-Cornhiel, reconocida socióloga que trabaja temas de desarrollo internacional abordando cuestiones de género y de derechos a la tierra (particularmente el impacto de los derechos a la tierra en el estatus, las oportunidades económicas y el bienestar de las mujeres), afirma que la mujer ha venido emancipándose y empoderándose en roles donde el hombre normalmente predomina, adquiriendo de esta forma la capacidad de realizar actividades vitales para el sostenimiento de su familia y de su comunidad. Sin embargo, los obstáculos presentes aumentan las desigualdades.

Pese a todas las adversidades a las que se deben enfrentar, las mujeres rurales están alcanzando un nivel de emancipación y liderazgo que les permite ser dueñas su propia voz, determinando radicalmente su papel a desempeñar en el desarrollo social de sus comunidades. Con esto en mente, es vital dejar de invisibilizar y de desmeritar el papel que la mujer ejerce en pro del bienestar comunitario, no ha sido en vano que la mujer se ha convertido en el rostro del campo, en el rostro de la resistencia.

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