Por: Nicolle Alejandra Llano Montero

Desde la década de 1940, los planes de desarrollo urbano en Bogotá se han basado en la expansión más que en la densificación del suelo, es decir, no se hace uso de forma intensiva y eficiente el suelo urbano por medio de políticas, estrategias y procesos de aprovechamiento, desencadenando una problemática social y ambiental debido al impacto que tiene sobre el medio ambiente. Y es que la expansión urbana trae consigo presión sobre los servicios públicos ocasionada por el consumo, los elevados niveles de plomo en el aire por las emisiones de los automóviles, el incremento de los desastres medioambientales (inundaciones y derrumbes) por el desarrollo urbanístico, contaminación de fuentes de agua por mal manejo de las basuras, sustancias toxicas y aguas negras, así como la pérdida drástica de los ecosistemas.

Con relación a este último, los ecosistemas son fuente directa de alimento, hábitat y materias primas. También son proveedores de diferentes tipos de servicios, no solo de provisionamiento sino también culturales, espirituales, de regulación y económicos. La expansión urbana genera una reacción en cadena que impacta tanto en la salud como en el bienestar de las personas, animales y plantas, por ello es tan importante buscar que las ciudades y núcleos urbanos sean cada vez más sostenibles y respetuosos con el medio ambiente, este punto tiene una importancia fundamental para la salvaguardia del planeta.

La localidad de Kennedy surge como parte de aquellos procesos de crecimiento iniciados a finales de la década de los cuarenta y consolidados durante los años ochenta del siglo XX. Según la Secretaría de Hábitat para el 2019 Kennedy concentraba a 1´252.024 habitantes, es decir, el 15% de la población total de la ciudad estaba dentro de una extensión territorial de 3.859 hectáreas (cuenta con 12 UPZ y un total de 525 barrios). Tiene un índice de crecimiento de 347 habitantes por hectárea, cifra superior a la media de Bogotá que cuenta con 213 habitantes por hectárea.

Topográficamente es un terreno plano, del cual el 35% del área total es inundable dado que se encuentra en el valle aluvial del río Bogotá; un valle que se caracteriza por presentar una red de humedales que regulan los ciclos hídricos del río: Techo, El Burro, Chucua la Vaca, Tingua Azul, el Burrito, La Tortuguita y Madre de agua, tristemente estos humedales son apenas un vestigio de lo que era el territorio Techotiva, hoy llamado localidad de Kennedy; sin embargo, gracias a que sus  habitantes reconocieron la importan de cuidar el medio ambiente, han decidido organizarse por medio de colectivos y asociaciones que tienen como objetivo la educación, recuperación y preservación ambiental. Dentro de las estrategias que han adoptado estos grupos, las huertas urbanas comunitarias han sido las más acogidas por parte de los habitantes de esta localidad.

Históricamente las huertas han tenido un papel crucial para aminorar el impacto de crisis económicas, naturales e incluso sociales. Cuando se dio la Primera Revolución Industrial, en países como Gran Bretaña, Alemania o Francia las autoridades locales y las grandes fábricas se vieron obligadas a ofrecer terrenos a los trabajadores para mejorar las condiciones de vida en los barrios obreros. Para la primera mitad del siglo XX, durante la I y II Guerra Mundial, fue la medida que encontraron los gobiernos para que cada ciudadano asumiera su corresponsabilidad en el racionamiento de los recursos; en Inglaterra, el Palacio de Buckingham y el Castillo Windsor tuvieron huertas y zonas de cultivo, mientras que en Estados Unidos, durante la presidencia de Eleanor Roosvelt  se hizo lo mismo en los jardines de la Casa Blanca.

A partir de los años 70´s, los proyectos con relación a las huertas empezaron a cumplir funciones de desarrollo local, integración social y educación ambiental, lastimosamente su número disminuyó considerablemente, pero a partir de la segunda década del siglo XIX y con la llegada de la pandemia por el COVID-19 esta situación cambió. Por ejemplo, en Colombia, la pandemia vino acompañada de conflictos políticos y sociales que provocaron el desabastecimiento de alimentos y altos precios en la canasta familiar, por lo que muchas personas tuvieron interés en la construcción de huertas y esto a su vez las sensibilizó con relación al cuidado e importancia del medio ambiente como ocurrió en la localidad de Kennedy.

Según el sitio web Bogotá mi huerta del Jardín Botánico, para finales del 2022 se registraron 340 huertas, convirtiendo a Kennedy en una de las localidades de la ciudad más consolidadas y fuertes en agricultura urbana. Las huertas comunitarias de esta localidad se alimentan de los conocimientos de personas que provienen de distintas partes del país, dándose relaciones interculturales que concluyen en el intercambio y preservación de saberes ancestrales; por otro lado, las huertas urbanas son terapéuticas, recreativas, educativas y son un espacio para la conservación urbana y periurbana de los ecosistemas porque apoyan la disminución de residuos orgánicos que van a los rellenos sanitarios, se reciclan materiales, se evita la erosión del suelo y se protege la biodiversidad local.

Socialmente las huertas contribuyen a facilitar el acceso a alimentos frescos y por ende a una mejor calidad de vida y salud; genera que los vecinos interactúen y se conozcan entre sí, incentivando el desarrollo de una identidad comunal; permiten la integración de grupos como adultos mayores e inmigrantes; promueve una mejor salud mental y sirve como núcleo educativo. Actualmente, los huerteros de la localidad de Kennedy están esforzándose para que sus vecinos participen y entiendan la función ambiental y social que tienen las huertas haciendo talleres, charlas, guías turísticas y productos a base de las platas que cosechan.

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