Por: Karen Alejandra Munoz Contreras

Durante el mes de abril los hogares en la capital colombiana han enfrentado medidas de racionamiento y en diferentes zonas rurales el desabastecimiento superó los límites de fenómenos climáticos anteriores. Pero ¿para proteger el líquido vital basta con restringir el uso doméstico de agua?

Desde finales de 2023 los expertos alertaban sobre las consecuencias del Fenómeno del Niño en Colombia para 2024. Hoy, la disminución de los niveles de agua en los embalses no es solo un indicador de la sequía, sino un presagio de problemas más profundos. Los embalses, arterias vitales de la nación, languidecen ante nuestros ojos, amenazando con colapsar el delicado equilibrio entre las necesidades humanas y los ciclos naturales. El impacto de El Niño no se limita a la falta de agua, es un catalizador que pone de manifiesto la desigualdad de un país ante la variabilidad climática. 

Esta semana las medidas de racionamiento han abierto de nuevo el debate sobre la limitación del agua destinada al uso público como es el sector doméstico, mientras que el uso privado del recurso por parte de las industrias no se regula con suficiencia. Si bien las acciones para mitigar la escasez del agua pueden hacerse desde casa, en redes se cuestiona el hecho de que se limite el uso doméstico del agua, pero no el consumo a gran escala. Es decir, el de las grandes empresas o industrias, surge entonces la pregunta ¿Qué sectores de la economía son los que más consumen agua?

El Estudio Nacional de Agua (ENA) realizado por el Ideam en 2020 concluye que los sectores que más consumen agua en Colombia son el agropecuario con un gasto del 43.1%, seguido por el sector energía con un 24.3% y en tercer lugar el doméstico con un consumo de 7.4%. Para producir energía se dispone del triple de agua que se consume en casa, y en la producción agropecuaria se utiliza seis veces la cantidad de agua que utilizamos en casa. Hay que advertir que el consumo significativo no surge de los pequeños agricultores, sino que más bien la huella hídrica de las plantaciones a gran escala terminan afectando al pequeño campesino. 

La huella hídrica “es un indicador que refleja el uso total de agua que se emplea para producir los bienes y servicios consumidos”. De acuerdo con este indicador, se logró establecer que la producción agropecuaria y energética tienen demanda hídrica en áreas hidrográficas del Magdalena y Cauca, las cuales abastecen de líquido vital a gran parte de la población nacional. Veamos por qué es tan significativo el gasto de estos sectores y la importancia de asignarles un consumo responsable para garantizar la sostenibilidad del líquido vital.

La demanda hídrica del sector agropecuario

Los cultivos extensivos de arroz, caña de azúcar, palma de aceite y plátano son los que más demandan el recurso, dada la necesidad de agua de riego que se requiere para producir cultivos que tienen una edad productiva muy larga, es decir, que su producción es demorada. Estas grandes plantaciones de capital privado son responsables de más del 40% del consumo hídrico nacional. Por dar un ejemplo, los cultivos de caña destinados a la producción de bebidas gaseosas y agrocombustibles tiene una destinación del caudal de fuentes subterráneas de la cuenca del río Cauca casi de un 90%, mientras que la asignación para el consumo humano es sólo del 6% aproximadamente. Para muestra de un botón, en el año 2015, Postobón, la industria de bebidas gaseosas más grande del país y que produce gracias a los consorcios de caña, destinó 3.17 litros de agua por cada litro de gaseosa que sacó a la venta. 

Lo anterior para la producción agraria a gran escala, ahora, ¿cuánta agua se necesita en el sector pecuario? La Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que para producir un kilogramo de carne se consumen entre 5.000 y 20.000 litros del líquido vital. No siendo suficiente lo anterior, la ganadería a gran escala contribuye a que se deforestan grandes extensiones de tierra, lo que genera una potencial disminución de lluvias en regiones como la Orinoquía, los Llanos Orientales y la parte alta de la cuenca del Magdalena (despensa de agua para la población colombiana). 

Las comunidades rurales y los pequeños agricultores suelen ser los más afectados, ya que dependen directamente del agua para su subsistencia y no siempre tienen acceso a sistemas de riego eficientes o a fuentes de agua alternativas. Es innegable que el manejo de agua por parte del sector pecuario es crucial para la seguridad alimentaria y la disponibilidad del líquido vital para las y los colombianos de a pie.

El sector energía

Para producir electricidad generalmente se requiere la obtención de combustibles renovables y no renovables. Dentro de los combustibles no renovables que se usan para producir energía se encuentran el petróleo, carbón, gas natural y uranio y para obtener estos combustibles se usa agua para su producción, extracción y refinamiento.

En cuanto a las materias primas que se usan para producir energía renovable, se encuentran las centrales de biomasa, energía hidroeléctrica, centrales termosolares y la energía solar, siendo esta última la única sin consumo significativo de agua. Por su parte, las centrales hidroeléctricas, que generan gran parte de la energía en Colombia, requieren un flujo constante de agua, consumiendo más del 20% del recurso hídrico total. La producción de energía hidroeléctrica es la que más gasto de agua representa después de las centrales de biomasa (aún sin operación en el país). 

Las comunidades situadas en las inmediaciones de represas y plantas hidroeléctricas pueden experimentar variaciones en el flujo de los ríos y en los niveles de agua disponibles. Estos cambios tienen un efecto directo en su vida cotidiana y en las actividades económicas de la región. En particular, los residentes cerca de la represa de El Quimbo y la central de Hidroituango se ven enfrentados a una reducción en la cantidad de agua y en la diversidad de especies acuáticas, lo que puede tener consecuencias negativas en la pesca, que venía siendo su fuente de subsistencia. 

Desde el Centro Nacional del Agua y Biodiversidad de la ANDI ha se ha considerado que la frecuencia y severidad de los fenómenos climáticos como El Niño están aumentando, y lo alarmante es que están ocurriendo en áreas con alta densidad de población y actividad empresarial significativa. Es importante abrir los ojos ante una realidad innegable: el mayor gasto de agua que no retorna lo hacen las grandes empresas, hacia ellas deben enfocarse las medidas pertinentes para que el cuidado del líquido vital sea efectivo. La sobreexplotación de acuíferos por parte de la industria agropecuaria y energética son causa de la crisis que nos tiene con sed. 

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