El Peatón

Publicado el Albeiro Guiral

Cuatro poetas colombianas fundamentales

Una semblanza de las poetas precursoras de la poesía en Colombia, acompañada de una selección de poemas. Publicación original de la revista de poesía Otro páramo.

María Mercedes Carranza. El canto de las moscas. Bogotá, Arango Editores: 1998.
María Mercedes Carranza. El canto de las moscas. Bogotá, Arango Editores: 1998.

La revista de poesía Otro páramo me pidió escribir una semblanza de las poetas colombianas que, en mi opinión, fueran las precursoras de nuestra poesía y, asimismo, hacer una selección de los poemas que me parecieran recoger mejor su pensamiento, su arte poética. En este blog peatonal quise reunir los vínculos de las cuatro publicaciones, acompañados por un fragmento de los textos, con el fin de invitarles a acercarse a la vida y obra de estas autoras fundamentales, para poder así leer a Colombia en sus versos.

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La Madre del Castillo

 

Si se quisiera hacer un esbozo de las poetas precursoras de la poesía colombiana, a tiempo y a destiempo, sin la pretensión de establecer similitudes entre ellas, trazar diferencias o apegarse a sutilezas para envilecer sus versos, resultaría indispensable empezar por Francisca Josefa del Castillo y Guevara o la Madre del Castillo. Sin desconocer su devoción por Santa Teresa de Jesús y la titánica Sor Juana Inés de la Cruz, con quien la han comparado sin acertar; y sin olvidar dentro de la colonia granadina a Juan de Castellanos, Hernando Domínguez Camargo, Pedro de Solís y Valenzuela (autor de El desierto prodigioso y el prodigio de desierto, tal vez la primera novela escrita en español de este lado del mar), sus inmediatos antecesores, ni a Francisco Álvarez de Velasco y Zorrilla, su quevedesco colega. Sin olvidar tampoco, por supuesto, que la poesía indígena era vasta pero que apenas un manojo sobreviviente nos llegó en el siglo XIX, pasado por el filtro de las transcripciones y del injusto acomodo de los ideales solares a la conveniencia de la religión Católica, podríamos decir que la Madre del Castillo es la primera poeta colombiana… (Clic aquí para leer el artículo completo).

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 Matilde Espinosa

 

Hablar de Matilde Espinosa es hablar del dolor de Colombia, y hablar de su obra poética es hablar de la memoria y de la búsqueda de la restitución de la dignidad humana. Nació en Huila, Cauca, en 1910, y murió en Bogotá en 2008. Noventa y ocho años de presenciar la descomposición social del país hasta su más alto nivel (¿puede descomponerse más?); noventa y ocho años de ejemplo de vitalidad y de resistencia, de oposición del espíritu y de las pocas bondades que le restan: las artes del color, el tono, la luz y la palabra, contra la barbarie…  (Clic aquí para leer el artículo completo).

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Emilia Ayarza

 

¿Cuántos de los poetas que recoge una antología serían, en verdad, las más altas voces de un país?, ¿y cuántas de las poetas colombianas, con una obra única y determinante, no son tenidas en cuenta ni siquiera por los lectores más eruditos, por los taxidermistas de la palabra, como resultado del opacamiento del conservadurismo y de la canalización de la cultura por parte de los hombres? ¿No son acaso el cánon y el contracánon, como todo lo taxonómico, mentirosos? ¿No debería verse la poesía en la mesa del mundo como el pan que pasa, de mano en mano, sin miramientos? ¿No es el tiempo, pese a su hemiplejía, el mejor juez? Mejor dicho, ¿para qué ver podios en la poesía? Estas son algunas preguntas que nacen de mirar a Emilia Ayarza de Herrera en la historia del país… (Clic aquí para leer el artículo completo).

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MARÍA MERCEDES CARRANZA

 

Cuando uno compara los tiempos en que discurrió María Mercedes Carranza con los nuestros y la recuerda en ese grisáceo 2003 despedirse con un poema, en el que instaba a ver el suicidio como la única decisión política respetable que uno puede verdaderamente tomar en Colombia, y luego lanzarse al vacío, uno entiende que cada vez más el tiempo le da la razón a la poeta. Y que cuando uno se dedica a la piromanía de la cultura, no son las sensibilidades de quienes tocamos las que se incendian, sino uno mismo, colgado de un árbol seco en el patio de la noche… (Clic aquí para leer el artículo completo).

 

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