Rompe el lápiz, toca la Tablet

Publicado el Vladimir Clavijo

«Relicarios» una obra de dolor, duelo y memoria.

Nota del editor del Blog

GRUPO CREATEGIA a través de nuestro blog en El Espectador ha venido abriendo la puerta a algunos escritores. En esta oportunidad tenemos como invitada a nuestra practicante profesional de la Universidad Externado de Colombia, María del Mar Arias, quien viene a construir y aportar a nuestro equipo desde la mirada de la Antropología.  Cada semana tendremos diferentes temas a abordar.

Esta primera publicación que también la podrán encontrar en nuestra web www.grupocreategia.com, surge de la invitación que nos hace la artista, fotógrafa, comunicadora y también maestra en antropología, Erika Diettes, quien hace menos de un mes nos ha sorprendido con su obra RELICARIOS.  y desde la dirección de este espacio, me permití invitar a María del Mar, a que nos contara su vivencia, con un ojo algo desentendido y libre, para que permitiera que nuestros lectores se animen no solo a esta experiencia, sino que conozcan más de la obra de esta fabulosa artista.

Aquí la primera publicación de María del Mar Arias, nueva integrante del equipo CREATEGIA, en este espacio de Toca La Tablet.

«Relicarios» de Erika Diettes: una obra de dolor, duelo y memoria.

 

Por Maria del Mar Arias, antropóloga Universidad Externado de Colombia

Había sido invitada a conocer la exposición de “Relicarios” de Erika Diettes y después de informarme un poco sabía que debía dirigirme al Museo de Artes Visuales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano; ahora, como tenía una idea muy vaga sobre el concepto mismo de relicario me informé sobre él también, encontré una infinita cantidad de collares con dijes ovalados, circulares y en forma de corazón, con insignias, cruces e inscripciones, un par de cajitas y anillos que escondían un pequeño compartimento. Alcanzaría para guardar un pequeño retrato, tal vez rizos, y objetos de recuerdos, como nuestros abuelos hacían…

Al llegar me encontré de primer plano con un testimonio penoso, una madre y esposa contando su entrega del relicario de su hijo y su esposo, y como éste no sólo significaba un objeto en el que descansaba la memoria de sus familiares, sino que contemplaba un espacio digno para que ellos pudieran descansar en paz. Esto conflictuó un poco mi idea sobre relicario que tenía, y con mis dudas comencé a subir escalón por escalón, callando a cada paso con todos mis sentidos a la expectativa.

El viaje a esta obra definitivamente es algo que asombra, duele e incomoda. Erika Diettes nos presenta a través de “Relicarios” una realidad que muchos solemos olvidar o tal vez subestimar, nos presenta un campo de memorias, de recuerdos, nos presenta un campo que respira el duelo. Relicarios perfectamente organizados que dejan a la imaginación contar su propia historia, con un solo factor en común para todos, la guerra. Una guerra que ha determinado infinitas conductas en nuestra sociedad y que nos pide, en contraposición a la realidad, mantener la ilusión de paz, los deseos fervientes de construir una Colombia, con todos los matices que esta palabra pueda representar en sí misma.

Ahora bien, en esta construcción que a todos nos atañe, no debemos olvidar algo que pareciera tan simple como lo es la empatía, la sensación que genera estar de pie en medio de muchísimos mundos que dejaron de existir injustamente, mundos que se construían en relaciones familiares, maritales, proyectos educativos, profesionales, sueños deportivos, artísticos. Mundos tan diversos que pareciera difícil creer que algo los unía.

Esta obra nos habla del dolor, del duelo prolongado, de una pérdida personal enmarañada en sueños de infinitas índoles. Y de pie entre tantos relicarios se siente un poco imprudente estar ahí, una sensación tan abrumadora de intimidad y a la vez de desolación, que ninguna palabra es lo suficientemente importante para pronunciarse en voz alta en medio del prudente silencio.

El arte en el conflicto, y obras como la de Erika Diettes, nos permiten ver más allá de los fríos resultados de una guerra innombrable, nos permite conectarnos en el nivel de empatía en el que seamos posibles con la idea de dolor de quien ha padecido la pérdida repentina de su ser querido. Porque no existe un duelo sin doliente, y es al que hemos deliberadamente olvidado, porque ha sido más fácil para el Estado enumerar superficialmente la cantidad de víctimas que ha dejado el conflicto que acompañar los sentires y pensares de los dolientes. Nos han hecho creer que es una masa multitudinaria que vive con los estragos de la violencia, pero seguimos olvidando que son madres, padres, tíos, tías, hermanos, hermanas, hijos e hijas, que se aferran a un elemento u objeto preciado que tienen de su ser querido, el cual fue tan repentinamente desaparecido.

Y es tan repentino el cambio en la vida, que sus mecanismos de defensa para combatir el dolor es encapsular la aflicción y memoria en objetos, que para los ajenos al dolor, parecieran totalmente mundanos, y es aquí donde nos encontramos con: diplomas profesionales, cédulas de ciudadanía, fotos y notas escritas a mano, pero también prendas de vestir, zapatos de bebé, cepillos de dientes, gafas de lectura, reloj de mano, cascos de bala, sandalias, juguetes, ponchos, llaves, metros, plumas, hojas. Todo lo anterior nos da luces sobre la idea de que cada uno fue, ha sido y será el camino que ha recorrido, los sueños que ha realizado, los proyectos que ha fomentado. La guerra se confabuló para silenciar miles de destinos.

Nos hace falta hablar del dolor, el duelo y la memoria desde la empatía para reconstruirnos socialmente, permitirnos llorar la angustia, la incertidumbre, la ira y el dolor, para encaminar tal intensidad de sentimiento hacia la transformación. La simpatía ya no basta, porque no conmueve al otro, ni al propio ni al ajeno. La empatía logra la conexión, la de ser parte de algo por un momento, de un momento de dolor congelado en cada relicario. En definitiva, Erika nos ha presentado el encapsulamiento de una catarsis, el significado del recuerdo, la intensidad del dolor, y nos abre la puerta a empatizar con el duelo latente.

 

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