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Vivir simplemente

Hace unos días tenía programada una cirugía. Preparé todos los exámenes médicos y tenía todo listo para el procedimiento, incluyendo mis deseos en caso de paro cardíaco o algún daño cerebral. En mi cita con el anestesiólogo, dejé por escrito la solicitud de no realizar maniobras de resucitación.

Conversando con un amigo acerca de este tema, le manifestaba que consideraba en mi interior que yo estaba lista para irme si algo pasara o no saliera bien, que sentía que no tenía nada pendiente.

Faltando una semana para el procedimiento y como siempre intento hacer ejercicios que me ayuden a mantenerme aquí y ahora, viviendo con todos los sentidos y no en piloto automático, cosa que nos ocurre a todos en algún momento de la vida, comencé a pensar si esta fuera mi última semana, cómo la estaba viviendo.  No para hacer nada fuera de lo cotidiano, sino para hacer una introspección de cómo me sentía con los días de mi vida.

Así que comencé: Cada día de la semana, a la hora de la cena, me sentaba cerca a la ventana a ver caer la noche y me preguntaba: ¿Si hoy fuera mi último día, estaría satisfecha de cómo lo viví?

Cada día para sorpresa mía, traía cosas de lo más simples y al mismo tiempo valiosas cómo por ejemplo, hablar con mis hermanas, salir a hacer mercado o almorzar con una de ellas, leer algo de poesía, salir a cenar con dos amigos como lo hacemos siempre, ver una serie en Netflix, buscar a mi colibrí por la ventana, bajar y ver cómo amanecieron las flores de mi edificio y tomarme mi café con un trozo de chocolatina después del almuerzo.    Finalizaba el día diciendo: si este día fuera el último haría exactamente lo mismo.

Otro día de aquella semana, me dio por hacer un playlist que titule “chimenea” y era música que no escuchaba hace años, comenzaba con Silvio Rodríguez, pasando por Nino Bravo, Nicola Di Bari, Miguel Bosé, Ana y Jaime, Fausto, Pablo Milanés, Ketama, Serrat y uno que otro bolero de Armando Manzanero. Disfruté mucho ese momento, tarareando sola  aquellas canciones.  De ese día tampoco le cambiaría nada.  Haría exactamente lo mismo.

Me encontré por casualidad con un amigo. Seis meses atrás habíamos tenido una discusión, él estaba yendo por un muy mal camino,  me di cuenta y terminamos alejándonos.  A la final, siempre pensé que después de un tiempo volveríamos a hablarnos y seguir nuestra amistad tal cual. Pues si es una amistad verdadera, se soluciona y se sigue adelante.  Pues además que éramos muy buenos amigos, teníamos en común un vínculo muy especial, le poníamos corazón a los mismos temas.  Al encontrarnos fue una decepción inmensa. Primero no me saludó. Luego yo busqué el espacio para entablar una conversación y confirmé su deslealtad y su incapacidad para reconocer sus actos. Pero lo más difícil fue darme cuenta que nuestra amistad y lo vivido había significado nada.   Aún así al despedirme, le di un abrazo muy fuerte.

Llegué a mi casa con un mal sabor en mi corazón. Lloré y lloré mucho. Me dio tristeza y acercándose la hora de mi pregunta: ¿si hoy fuera mi último día, estaría satisfecha de cómo lo viví?…  pensé en esas frases que se leen o escuchan con frecuencia: “un día triste, es un día desperdiciado” o “no vale la pena llorar” entre otras.  Pero confirmé esa noche que no hay nada más equivocado que esas frases.   Llorar, sentir decepción hace parte normal de la vida.  Y qué bueno que tuve la oportunidad de vivirlo, para cerrar capítulos, como dice un texto que alguna vez leí, “A veces es bueno cerrar algunas puertas, no por orgullo ni soberbia, sino porque ya no llevan a ninguna parte”.    Así que de ese día, con todo y lágrimas no le cambiaría nada.

Lo que mejor representa de lo que se trata la vida es un electrocardiograma.  Subidas y bajadas constantes, de eso se trata estar vivos.

Creo que vivir todos los días como si fuera el último, no consiste en tener una vida de excesos, sino en vivir la simplicidad de cómo se presenta, de las cosas que se tienen en el día a día.

Y llegó el día de mi histerectomía. Cuando me estaban preparando le pedí a mi médico que si algo me pasaba: donación total de órganos.  Creo que ese es de los regalos más bonitos que uno puede dejarle a desconocidos antes de morir. Además, según los últimos reportes hay 3.200 personas en Colombia en lista de espera para donación de órganos.

Al final, todo salió bien y aquí sigo.  Sigo viviendo la simplicidad de los días como se presentan.  Sigo sin cambiarles nada.

Hoy los invito a que hagan este ejercicio por una semana y se pregunten cada día:

¿Si hoy fuera mi último día de vida, estaría satisfecho(a) de cómo lo viví?

En Twitter:  @AndreaVillate

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