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Reconciliación

Todo comenzó, como comienzan las grandes historias de amor:  Gladys y Gonzalo se conocieron en Pereira, se enamoraron y se casaron. Al poco tiempo llegó Lina, la que sería la hija mayor de los Cardona Sánchez.   Luego las cosas cambiarían de color…  La inestabilidad de Gonzalo comenzó a afectar el matrimonio y fue desviando el camino poco a poco. 

Llegó después Myriam Lucía, la segunda hija. Pero, para ese entonces, las cosas no estaban funcionando bien. Gladys quería un mejor futuro para sus hijas y aunque fue muy difícil, tomó la decisión de irse sola con sus hijas a Bogotá y sacarlas adelante. 

Luego de 7 años de ausencia, Gonzalo volvió a aparecer en la vida de ellas, buscando a Gladys, prometiendo cambiar. Gladys estaba un poco reacia, pero la idea de “uno se casa para toda la vida” influyó en darle una nueva oportunidad. Y con esta oportunidad llegó  otra alegría a la familia: Claudia, la hija menor.

Las cosas continuaron igual y las promesas se las fue llevando el viento. La ruptura definitiva era inevitable.  Gonzalo se fue para Pereira. 

Pasaron muchos años. Nunca una llamada para preguntar cómo estaban las niñas o si necesitaban algo. Si les había ido bien en el colegio, si habían aprendido a montar bicicleta o si estaban bien de salud. Si se graduaron del colegio, qué carrera estudiaron, si se casaron, si tuvieron hijos. Nada. Ni una sola llamada.  Pero Gladys trabajó mucho y logró sacar sola a sus hijas adelante. Todas profesionales y buenos seres humanos. 

Pasaron los años y un día recibieron una llamada. Era la hermana de Gonzalo, para contarles que había sufrido un ACV (accidente cerebro vascular) y necesitaba ayuda económica. No estaba afiliado a una EPS, así que sin dudarlo, Gladys y sus hijas lo afiliaron y lo ayudaron. Pudo recuperarse y no volvieron a saber de él. 

Nuevamente pasaron los años y en el 2018, de nuevo una llamada. Gonzalo tenía graves problemas de salud. Ellas volvieron a ayudarlo económicamente.  Sin embargo, las cosas comenzaron a complicarse todo ese año y a comienzos del 2019, luego de un diagnóstico de un cáncer de estómago avanzado, acompañado de una noticia adicional:  su hermana ya no podría seguir cuidándolo en Pereira.  

Gladys, Lina, Myriam Lucía y Claudia se reunieron para buscar en familia, la mejor manera de ayudar a Gonzalo.  La mejor opción sería cuidarlo en Bogotá, donde estaban todas. Acordaron que pasaría un mes en cada casa.  

Tomar la decisión de trasladarlo a Bogotá no fue fácil. Primero no lo conocían, no había más que un vínculo de sangre. Lina le tenía cariño y algunos recuerdos en su memoria de los primeros años. En el corazón de Myriam Lucía albergaba una tormenta de emociones y la pregunta: ¿por qué tenemos que cuidarlo si nunca estuvo pendiente de nosotras? Pero Gladys, educó con tantos valores y amor a sus hijas que la decisión estaba tomada: Todas lo cuidarían en la enfermedad.  

Fueron a recogerlo en Julio del 2019 a Pereira. Y le abrieron las puertas de sus casas. Conoció a sus nietos y fue todo un proceso, nada fácil…  El primer mes se quedó en casa de Gladys y se rotaban.   Lo cuidaban, lo atendían, pendientes de sus comidas, el dulce que tanto le gustaba, sus medicinas, incluso lo consentian, una leve caricia al llevarle el desayuno.  Él las tomaba de la mano por instantes.   No fue fácil al comienzo, pero al verlo a los 77 años, con la enfermedad, lo único que pasaba por la mente de las hijas de Gonzalo era que tuviera la mejor atención médica, bienestar y calidad de vida hasta el final. 

A las visitas al médico, a las quimioterapias, siempre lo acompañaban. Incluso fue la oportunidad de saber más de él. Pues en las consultas médicas le hacían preguntas que ellas, escuchaban atentamente la respuesta para conocer un poco más de quien era su papá.  

Solo Lina le decía Papá, Myriam Lucía y Claudia le decían Chalo. Los nietos, Sebastian y Samuel lo llamaban Abuelo y lo consentían y jugaban con él. Para Mariana y Juliana fue un poco más complejo crear ese vínculo de la nada, pero les daba mucho pesar de verlo tan malito y le tenían consideración. 

Gonzalo estaba agradecido con sus hijas y la que fue su única esposa, por los cuidados, las atenciones y aunque no salían muchas palabras que pudieran explicar qué pasó, porqué no estuvo pendiente de ellas, solo decía que no podía regresar el tiempo, les agradecía la compañía, su dedicación, sus cuidados y les pidió perdón y les dio muchas veces las gracias.  

El cáncer comenzó a tomar ventaja muy rápido. Pudieron compartir con él casi 6 meses.  El 24 de diciembre se puso muy mal y tuvo que ser hospitalizado. No lo dejaron solo un minuto. Se rotaban todas para cuidarlo día y noche, por si algo pudiera necesitar. Myriam Lucía estaba acompañándolo la noche del 4 de enero del 2020 que murió, durante un sueño, de una manera tranquila. 

En nuestra época de colegio la familia Cardona Sánchez fue muy cercana a la nuestra. Siempre vimos a doña Gladys trabajar mucho y siempre estar muy pendiente de sus niñas y de abrirle las puertas de su hogar a las amigas de sus hijas. Llevarlas y recogerlas de las fiestas, pendientes de cada detalle de sus vidas, ha sido una gran mamá y también un papá para sus hijas.

Me enteré de esta historia por una de mis hermanas a quien le conmovió mucho, porque era muy amiga de Myriam Lucía en la época de adolescencia y vivió de cerca la gran familia que eran.  Fueron afortunadas de tener y contar siempre con la mamá que tienen. Y aunque les hubiera gustado tener un papá presente, poder vivir los últimos momentos con él, fue una gran oportunidad de hacer las paces con el pasado.   

Luego de conversar de esta historia con Myriam Lucia, para conocer más detalles, al escucharla contar cada momento, cada sentimiento, al final lo único que se escucha en su voz, es un sentimiento de reconciliación y paz.

“El perdón es un acto de compasión. No se hace porque las personas lo merezcan. Se hace porque ambas partes lo necesitan”  

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