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La Biblioteca

En una de estas noches de insomnio vino a mi mente un recuerdo de infancia.  Siempre he creído que si los recuerdos vienen a buscarnos es por algo, vienen a hacer un clic con alguna situación que vivimos o pensamos en el presente. 

Recordé una escena: Tendría 7 u 8 años aproximadamente, estaba hospitalizada en la Clínica Infantil Colsubsidio. Era un dia entre semana, pasadas las 7 de la mañana. Mi papá va a visitarme, escucho su voz en el pasillo. Como no era la hora de visitas no lo querían dejar entrar, luego de escucharlo hablar con la Enfermera jefe, lo dejan pasar unos minutos. Tan pronto lo vi me sentí feliz. Se acercó, me saludó y me entregó un cuento. Acarició mi cabeza, luego tomó mi mano, como midiendo mis pulsaciones por minuto con su reloj. Me acarició la mejilla y se fue. Confieso que mis ojos se llenaron de lágrimas al recordar esta escena.  Creo que uno nunca supera del todo la ausencia de los padres, siempre harán falta, no importa la edad que uno tenga… pero bueno, esa es otra historia para otro blog… 

Recordé el cuento que mi papá me había dejado. Tenía la pasta amarilla, sus hojas eran en papel periódico y el cuento eran Las Aventuras de Hugo, Paco y Luis. Y recordé, no tan nítido como quisiera, uno de los cuentos que allí estaban. 

La historia era más o menos así: En un pueblo donde vivían todos los patos, entre ellos, el Pato Donald, el Tío Rico y Hugo, Paco y Luis, no tenían una biblioteca.  Así que Hugo, Paco y Luis comenzaron a tratar de construirla. El Tío Rico se enteró y comenzó a construir su propia biblioteca, la cual llevaría su nombre.   

Hugo, Paco y Luis, se fueron casa por casa pidiendo libros que la gente quisiera donar a la Biblioteca y pudieron recolectar muchísimos, de diferentes autores y tipos. Luego, comenzaron a construir la biblioteca, pintar sus paredes tanto internas como externas, sembrarle flores a la entrada, entre otras cosas.   

Por su parte el Tío Rico, llamó a los mejores diseñadores y construyeron una super biblioteca, escalera en mármol, una fuente en la entrada, lamparas muy finas.  

Ambas bibliotecas quedaban una al lado de la otra. La construida por Hugo, Paco y Luis, la fachada era muy bonita. La del Tío Rico era también muy bonita, pero llamaba muchísimo la atención por sus acabados perfectos y suntuosos. Todos estaban felices, la gente entraba a ambas bibliotecas pero, a la del Tío Rico, entraban y salían rápidamente, mientras que a la de Hugo, Paco y Luis si se quedaban horas enteras allí. 

Resulta que el Tío Rico, se había esmerado tanto en que todo fuera la fachada, que se olvidó de lo más importante: los libros. Por eso la gente entraba deslumbrada por la belleza de la fachada pero rápidamente salían porque por dentro no había nada. 

Siempre he pensando que la vida es un equilibrio en la que hay que crecer en todos los sentidos. Creo que no estaría bien que uno solo crezca profesionalmente, en fama, en dinero, en popularidad, hasta crecer en redes sociales pero, en la parte interior del ser humano no.  Eso es un desequilibrio que tarde o temprano nos va a pasar la factura. 

Considero que la forma como uno trata a otros dice mucho de quienes somos. A mi me perturbó los episodios de esta semana de un programa periodístico. No me cabe en la cabeza tratar con gritos, palabras ofensivas, despectivas y destructivas a otro ser humano. Y no hay nada que lo justifique. Se debate con argumentos y con hechos, lo demás es grosería, carencia de clase y don de gente, que claramente esto, no lo otorga el dinero ni la posición social.  

A tal punto mueve lo que uno ve en medios de comunicación y en redes sociales, es tan grande el impacto, que trae recuerdos o anécdotas de cosas que le ayudan a uno a entender lo que ve. Los medios de comunicación son el cuarto poder, un periodista le habla a miles de personas y tiene dos opciones: Contar las cosas de un lado o del otro dependiendo su inclinación o contarlas como son, entrevistando a ambas partes y que los oyentes, lectores, televidentes saquen sus propias conclusiones. 

La famosa foto de la tierra, conocida como “un punto azul pálido” que inspiró memorables textos de Carl Sagan, cumplió 30 años hace un par de días. Para conmemorar esta fecha, la Nasa hizo una nueva versión de la foto original, y sigue mostrando a nuestro planeta como un diminuto punto.  Al ver esa imagen me deja algunas reflexiones. 

Primero, lo insignificantes que somos ante la inmensidad del Universo.  Segundo, si tan solo somos una pequeña mota en el espacio, se ve más que ridículo que alguien en ese minúsculo punto, se crea más que otro por cosas tan efímeras como el éxito, la fama, un cargo o hasta el dinero.  Tercero, considero que el objetivo de que estemos aquí en la tierra, es la manera cómo nos relacionamos con los otros y cómo crecemos interiormente dándole sentido a lo que realmente importa. Lo demás son adornos.   

Creo que crecer como seres humanos es lo más importante,  uno no se puede quedar en la fachada, en lo títulos, en el cargo, en la ropa, en el peinado, en lograr tener bienes, buen sueldo, buena estabilidad.  Hay que crecer también internamente.  

No solo hay que parecer buena persona, hay que serlo.

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