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Hubo un tiempo… 

Cadaques – España

“Hubo un tiempo en el que no había mensajes, pero había miradas que lo decían todo, donde no existían los likes, pero la gente se conocía y se saludaba por las calles y si no se conocían se trataban con respeto. Hubo un tiempo donde el consejo de un padre era mejor que cualquier búsqueda en Google y la palabra era más cierta que cualquier referencia en Wikipedia. Hubo un tiempo donde no existía el correo electrónico, pero recibías notas, papelitos doblados en varios trazos, postales y cartas de amor en telegramas con pocas palabras que lo decían todo. Tiempos donde nadie te insultaba escondido en el anonimato de una red social porque no está de acuerdo con algo que escribieras y era la barra de un bar o en una cancha de un parque el lugar donde se discutía con argumentos, con respeto y compartiendo. Hubo un tiempo donde la gente salía a hacer deporte y le importaba más disfrutarlo que publicar los minutos, los kilómetros o las calorías que había bajado. Hubo un tiempo donde la gente no aparentaba lo que no era, donde no existía el Photoshop, ni los filtros, donde se tomaban fotos y tocaba esperar a revelar el rollo y se ponían todas en el álbum, saliera como saliera, finalmente eran un recuerdo de un momento vivido.  Y eran los años los que se encargaban de dibujar las arrugas, pero poco importaba porque era el proceso normal de la vida” 

La semana anterior estaba en un restaurante y vi a una señora por ahí de unos 75 años, su pelo blanco corto, anteojos grandes, tenis, estaba en ropa deportiva, caminando lento muy cuidadosamente, entró y buscó rápidamente una mesa. Al poco tiempo después entra un hombre alto, de pelo blanco, delgado, también en ropa deportiva, tal vez un poco mayor que la señora y la busca con la mirada. Ella se pone de pie y se abrazan, se dan un beso en la mejilla, pero no se sueltan, ambos sonríen y él le dice algo al oído y ella no hace más que reír. Sus mejillas se ruborizan un poco. Después de unos cuantos segundos se sientan. Quieren ordenar pero no hay carta física sino por el código QR, él saca el celular intenta abrir el código y desiste. Le piden a la mesera que les diga qué hay y finalmente ordenan su comida. Cuando la mesera trae las bebidas, él vuelve a sacar su celular y le pide a la mesera que les tome una foto, ambos se acercan un poquito y sonríen tiernamente. La mesera les toma varias fotos de diferentes ángulos y ellos sonríen, luego le regresa el celular y él lo guarda sin mirar las fotos a ver cómo quedaron.  Y no hacen más que conversar y reír. 

Cuando veo gente en ciertos lugares me gusta imaginar su vida o lo que están viviendo: Parecían un par de amigos de juventud que no se habían visto hace mucho tiempo y tenían mucho que actualizar de sus vidas. 

En otra mesa estaba una mujer perfectamente maquillada y arreglada. Llegó, buscó una mesa, sacó su celular y pidió una bebida. No soltaba su celular y se acomodaba el pelo de un lado y luego del otro.  Al rato llega un hombre alto, muy bien vestido, se saludan de beso en la mejilla, ella más efusiva que él. Se acerca la mesera él pide una cerveza y ambos con celular en mano escriben.  Luego llegaron las bebidas y ella tomándole fotos a la copa de margarita y él escribiendo en su celular.  Le pidieron a la mesera que les tomara una foto. La mesera les toma varias fotos, en diferentes tomas y le regresa el celular. Ella las mira y como que no le gustaron pues le dice que se acerque para una selfie y duran como cinco minutos tomándose selfies. Conversan un rato pero no sueltan el celular, de vez en cuando toman ambos sus aparatos y más duran chateado que hablando entre ellos. 

Para mi que eran amigos, tal vez de alguna aplicación para conocer gente, pero parecía no importar mucho escuchar al otro, era más importante la vida virtual que la real. 

Viendo estas dos escenas en una muy corta distancia me di cuenta que perdemos mucho tiempo, muchas miradas, muchas risas, muchos momentos por estar pegados a un aparato, como si nos importara llenar de recuerdos más la memoria del teléfono que la memoria de nuestro corazón.   

Volví la mirada a la pareja de adultos mayores y estaban sentados relajados en las sillas comiendo y charlando y seguían sonriendo. Volví la vista a la joven pareja y no se veían nada cómodos y una y otra vez cada uno mirando su celular. 

Tal vez hubo un tiempo donde todo era más sencillo. La pareja de adultos mayores se notaba que les vibraba el corazón. A la pareja joven les vibraba el teléfono. 

¿En cuál de esas dos mesas te gustaría estar?

Tal vez todo sería mejor con menos Wifi y más conexión.

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