En una de estas noches de insomnio me encontré en Facebook una publicación que me impactó, era la foto de un hombre joven sonriendo, tal vez de un poco más de 40 años. El texto que acompañaba la foto, publicada por una mujer, decía que se arrepentía de haber pospuesto tantas veces aquel café, de haber puesto primero el trabajo, de haber dejado para después aquella llamada que no hizo y ya nunca podrá hacer. De dejar en visto, por puro olvido, alguna conversación en WhatsApp y de darse cuenta que lo había perdido para siempre.
La publicación era mucho más extensa con detalles muy personales de lo que habían vivido juntos. Se notaba que habían sido amigos desde la universidad, las ocupaciones de cada uno los habían alejado. Y ese día él había muerto. El post finalizaba con una frase que decía: “el arrepentimiento viene después de haber hecho mal las cosas, de darle prioridad a lo urgente y no a lo importante, el arrepentimiento aparece después de haber perdido todo, por nada”.
Leí esa publicación muchas veces y la sentí muy cercana. ¿Cuántas veces dejamos para después vernos con amigos, con la familia o con la pareja? tal vez suponiendo que eventualmente vamos a tener tiempo. ¿Cuántas veces posponemos esa llamada a esa persona con la que hace tiempos no hablamos? ¿Cuántas veces tenemos a alguien en mente, queremos decirle algo que falto por decir, aclarar algo y lo vamos dejando pasar?
Hace un par de meses vi a una persona con la que trabajaba eventualmente cuando hacía remotos en aquellos años de radio. Yo estaba de afán, tenía que cumplir una cita y preferí seguir de largo. Pensé -a la próxima que me lo encuentre lo saludo- Y ayer me enteré que le dio un paro cardíaco y murió. No sabía que iba a ser la última vez que lo iba a ver. Y siendo honestos, nada me costaba aquel día que lo vi, saludarlo, darle un abrazo e irme a cumplir mi cita. Son aquellas cosas que nos hacen caer en cuenta, así suene a cliché que solo contamos con HOY. El tiempo no se detiene y nadie es tan joven que no pueda desaparecer hoy.
Es preciso eliminar “el después” de nuestra vida: Después te llamo. Después nos vemos. Después lo digo. Después yo cambio. Después lo cuido. Dejamos todo para “después” y no entendemos que “después, el café se enfría” Después, la prioridad cambia. Después, la caricia se pierde. Después, temprano se convierte en tarde. Después, las cosas cambian. Después, los hijos crecen. Después envejecemos. Después, el día es noche. Después la salud se convierte en enfermedad. Después, la vida se acaba. En la espera del “después”, podemos perder muchas cosas.
Hoy los invito a que echemos un vistazo a nuestra lista de contactos y familia, revisemos con quién hace tiempo no hablamos y qué sentiríamos si hoy nos dijeran que esa persona ya no está. Escribamos ese mensaje, tomémonos esa cerveza o ese café. Demos ese beso, esa caricia. Hagamos esa llamada hoy por si no hay mañana. El tiempo se agota para todos.
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