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Ayer en la mañana mi hermana Angélica, me reenvió por WhatsApp un audio y me dijo “tienes que escuchar esta historia” … Ella sabe que las historias que hablan del destino y que confirman, una vez más, la sincronicidad de la vida, llaman poderosamente mi atención.  En ese momento dejé lo que estaba haciendo y puse el audio… siempre cuando me reenvian audios escucho los primeros segundos si no me atrapa, lo detengo y pensé que este sería el caso… pero no fue así… 

El audio era de un escritor argentino Hernán Casciari quien narraba rápidamente la historia de un infarto que tuvo y digo rápidamente, pues la verdadera historia no era esa, ni él era el protagonista. Él sería un instrumento que desencadenaría una serie de circunstancias, que enderezaron la vida de otras personas.  Sin saberlo en ese momento, Él estuvo en el lugar correcto, a la hora correcta.   

Tuvo un infarto en diciembre de 2015 que le dio de repente a los cuarenta y cinco años y casi se muere. Estaba alquilando una casa en Montevideo, por Airbnb (la plataforma que se dedica a la oferta de alojamiento entre particulares) y los dueños de esa casa Javier y Alejandra le salvaron la vida. Lo subieron a un carro, lo llevaron al hospital e hicieron una cantidad de cosas para ayudarlo. ¡Sin conocerlo! él era el inquilino, a quien habían visto un día antes cuando les dieron las llave de la casa. 

Luego al año siguiente, Hernán y su novia decidieron volver a Montevideo y visitar a Javier y Alejandra. Llegaron a la casa de ellos, una casa enorme piscina olímpica y cuatro perros, con obras de arte y muebles lujosos, y hasta una casa de huéspedes detrás del jardín. 

Cuando fueron esa noche a cenar, comenzaron a contarse las historias de vida de cada uno.  Ellos no sabían nada de aquella pareja, solo que alquilaban una casa en Airbnb y que le habían salvado la vida, pero nada más. En medio de la conversación Javier comienza a contar su historia: un año atrás, viajaba por todo el mundo, era un alto directivo de una empresa multinacional.  Un día lo contactan de otra multinacional, le ofrecen el doble de salario y una cantidad de beneficios. Él lo pensó mucho y a pesar que la empresa donde laboraba trató de hacer que se quedara, tomó la decisión de aceptar la nueva oferta laboral. El viernes firmó su carta de renuncia y fue a hacerse los chequeos médicos para entrar a la nueva empresa. 

El lunes por la tarde Javier tenía que firmar el contrato con la nueva empresa pero, ese día en la mañana suena el teléfono, era el médico de la nueva empresa, con malas noticias. Javier tenía una insuficiencia renal crónica. Desde ese momento su vida cambió. Nunca más un viaje, ni de trabajo ni de placer. Desde ese día, y para siempre, debería filtrar su sangre tres veces por semana. Y por obvias razones su nuevo contrato quedaría sin efecto porque no les interesaba un directivo enfermo. Y tampoco pudo hacer uso del cubrimiento de salud de la otra compañía pues, había renunciado el viernes. 

Desde ese día, el futuro que habían soñado Javier y Alejandra se vino abajo. Los amigos desaparecieron, empezaron a usar los ahorros para pagar médicos y la casa enorme se convirtió en un gasto imposible. 

Javier ya casi no tenía fuerzas: las sesiones de diálisis le consumían la energía. Estaba acostumbrado a un ritmo de vida lleno de reuniones y de hoteles y de viajes y ahora no sabía qué hacer. En las horas muertas empezó a diseñar una aplicación para unir a los centros de diálisis del mundo con los pacientes, a ver si así podía volver a viajar… Pero nadie le quería financiar el proyecto. 

La situación financiera se hizo insostenible, así que como último recurso, pusieron en alquiler la casa de huéspedes en Airbnb. Subieron fotos de la casa a Internet. Después pusieron un precio alto, en euros… y se sentaron a esperar. Era arriesgado meter desconocidos en su casa, pero era eso o darse por vencidos.  

Tuvieron una cantidad de experiencias no muy buenas con los huéspedes: Un brasileño que se quedó una semana y les taponó el baño al segundo día. Después vino una pareja de Canadá con un niño hiperquinético que les volvió nada una mesa vintage. Después llegaron unos ingleses que, al irse, publicaron una queja en Airbnb por los perros del jardín y eso les bajó puntaje en la plataforma. Cerca del verano aparecieron unos hippies holandeses que estaban recorriendo el mundo y les robaron alguna cosa. El quinto huésped fue el escritor argentino que apareció una tarde de diciembre con su novia nueva y al segundo día se les infartó. 

El escritor argentino y su novia escuchaban esa historia de vida atentamente, sin embargo les preguntaron cómo les podían ayudar, pues sentía que estaba en deuda con ellos por salvarle la vida. En ese momento Javier lo interrumpió y le dijo “ya me ayudaste sin darte cuenta”. 

Resulta que al día siguiente del infarto, el escritor argentino Hernán Casciari recibió un mail de Airbnb donde lo invitaban a evaluar el servicio de la casa que había alquilado y evaluar a sus anfitriones.  Él hizo una reseña medio graciosa que se viralizó mucho y fue leída por el dueño de Airbnb, Joe Gebbia. 

Mientras le contaban, sacaban el Ipad y le mostraron un video de Joe Gebbia dando una charla TED en Vancouver, donde nombraba el caso de «un anfitrión uruguayo que había salvado de la muerte a un huésped argentino». 

Resulta que Joe Gebbia, un magnate norteamericano millenial, había leído la evaluación pública. Y el 31 de diciembre de 2015, pasó fin de año volando, y aterrizó en Montevideo el 1 de enero de 2016. Y les tocó el timbre a Javier y a Alejandra. ¡Y les alquiló la casa de huéspedes, y les pregunto si la historia de que habían salvado a un huésped era verdad. Y se quedó, el multimillonario, una semana viviendo con ellos.

El dueño de Airbnb,  Joe Gebbia se hacía el desayuno en la casa de Javier, miraba televisión y salía a pasear por Montevideo y en las tardes conversaba con Javier. En medio de las charlas de las tardes, salió a relucir el tema de la enfermedad renal y Javier se animó a contarle que habían creado una aplicación para conectar a pacientes de diálisis de todo el mundo, pero que nunca encontró a nadie que apoyara el proyecto. 

Esa noche de enero de 2016, a Joe Gebbia la idea de Javier le pareció increíble y le ofreció asociarse. «Si un huésped de Airbnb tiene una enfermedad equis, tu plataforma podría conectarlo con un anfitrión que ofrezca una casa adaptada a esa enfermedad». 

Gebbia mandó un mensaje de whatsapp a sus socios y a los diez minutos a Javier le llegó un contrato por mail, desde San Francisco, y en menos de dos semanas Connectus Medical, la plataforma de Javier, recibió financiamiento por más de tres millones de dólares. 

La noticia apareció en los medios internacionales y en 2017 Connectus, la empresa de Javier, se convirtió en la start-up más exitosa del Uruguay.

A Javier y Alejandra la vida les cambió por completo. Empezaron a viajar de nuevo. Javier pudo hacerse diálisis en diferentes lugares del mundo, y al regreso de uno de esos viajes sonó el teléfono en su casa de Montevideo. Habían conseguido un donante compatible para su riñón enfermo.  A principios de 2018, a Javier lo trasplantaron con éxito. Y ahora está sano.  

El escritor Argentino fue el hilo que conectó todo esto, para que pudiera mejorar la situación económica de Javier y Alejandra.  Y se pusiera en marcha el proyecto para ayudar a tantas personas que sufren de una enfermedad para poder viajar. Nunca sabremos el papel que desempeñamos en la vida de otras personas. Es un misterio. 

“Lo que más me gusta de la ayuda recíproca entre dos personas es la incertidumbre de no saber, al final, quién tuvo la suerte de conocer a quién”

En twitter: @AndreVillate

En Facebook/AndreaVillatePeriodista

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