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Claudicar

Hace algunos meses tuve una conversación acerca del suicidio con un amigo muy cercano. Me contó que una amiga de él, que vivía en París, tomó un veneno y se suicidó. Me contaba horrorizado detalles del suceso, el cual lo había marcado, no por el hecho en sí, sino por la forma: pues su amiga había sufrido mucho, según los médicos la agonía le tuvo que haber durado aproximadamente 20 minutos, retorciéndose de los dolores. Ella había dejado una carta en su mesa de noche con unas instrucciones muy puntales de lo que quería que hiciera quien la encontrara y dentro del sobre, otras misivas dirigida a sus padres. En su carta contaba los motivos por los cuales había tomado la decisión de irse. 

Los papás de su amiga le contaron que ella hacía dos años atrás les había mencionado que se quería suicidar, que no le encontraba sentido a la vida y la mamá al escucharla tan triste y decidida, le dió una retahíla de que Dios era el único que podía quitar la vida, que quienes se suicidan quedan en el limbo, entre otras cosas, a tal punto que la silenció de una diciéndole que eso era que estaba deprimida, que fuera más bien a donde un psicólogo, que eso se le pasaba y comenzó a decirle todas las cosas buenas que tenía, que era exitosa, que había viajado por el mundo, que mirara todo lo que había conseguido y que se olvidara de “esas ideas tan feas”… Y ella jamás les volvió a mencionar el tema. Y la mamá pensó que aquella idea  estaba descartada. 

Y creo que ése es el problema, ver el hecho que alguien se quiera suicidar como algo malo, terrible, un sacrilegio, en vez de tener una franca conversación sobre el suicidio. Y seguir la charla, preguntar qué siente, tratar de entender sus razones así no las comparta, como dice la canción de Mercedes Sosa, “vamos, decime, contame todo lo que a vos te está pasando ahora, porque si no cuando está tu alma sola llora… Vamos a dejarlo todo afuera, como la primavera, nadie quiere que adentro algo se muera”…. 

Lo que uno se pregunta y se preguntará siempre después de un caso de suicidio es, ¿se podría haber evitado? y es una pregunta sin respuesta. Si uno le dice a alguien, oiga me quiero suicidar y le salen con temas de religión, que la vida es linda, o que lo que tiene es de depresión, pues matan la conversación y… ¿posibilidades que uno quiera tocar el tema nuevamente o contar cómo se siente? Ninguna.

Si bien es cierto que nada nos garantiza que una conversación vaya a ayudar a alguien a desistir de su idea de quitarse la vida, creo que cambiar la forma en la que percibimos la muerte, ver el suicidio como una realidad, aceptar que todos vivimos los dolores, los sufrimientos de manera diferente y que no todos procesamos las cosas de la misma manera, es un comienzo para entender las decisiones de cada personas. Lo queramos o no, el suicidio es la mayor demostración de libertad. 

Escuchaba a alguien decir que si una persona dice “me quiero suicidar” es que quiere llamar la atención. Y no es así. Dicen también que quien lo quiere hacer, lo hace de una y tampoco es así. Ella ya lo tenía en mente… y no era por llamar la atención, ni mucho menos fue un impulso… ya le tenía dándole la vuelta en su cabeza dos años atrás… 

Todos los seres humanos en algún momento de la vida, reímos por fuera y lloramos por dentro. Somos unos actores increíbles que podemos ocultar a la perfección el dolor que sentimos. 

Dicen también que el suicidio es una decisión definitiva, para un problema temporal, pero a lo que a veces llamamos “temporal”, no es otra cosa que un duro proceso de aprender a vivir con el dolor… Y a veces el dolor es tan fuerte que gana la partida. 

Mi amigo me decía que él pensaba continuamente en suicidarse, que no le veía sentido a la vida. De hecho me preguntó ¿Cuál es el sentido de la vida?… Me lo pregunto a diario, respondí.  Me contaba que un día hablando con su familia les dijo que pensaba en suicidarse, que ya no quería vivir más, les explicó las razones, totalmente válidas y respetables, sin embargo, al ver las caras de tristeza, de angustia pensó “no puedo suicidarme”.  El solo hecho de pensar que a su familia le toque verlo vuelto nada en el asfalto, o colgado, desangrado, envenenado, le atormenta. Pero, al mismo tiempo siente rabia de no poder ser libre o que existiera una manera de morir tranquilamente sin tener que recurrir a situaciones tan dolorosas para quienes quedan. “Yo me merezco una buena y tranquila muerte”, enfatizó. Y tiene razón. 

Si existiera una posibilidad en la que, una vez se tome la decisión de suicidarse, uno pueda despedirse de su familia y morir dignamente como en un sueño profundo, sería diferente. Aclaro que no estoy haciendo apología al suicidio ni mucho menos, pero creo que se derrumbaría en la mayoría de los casos los muros que se forman, y que casi que son imperceptibles cuando una persona no quiere seguir viviendo y por el contrario entrarían a jugar más opciones, más posibilidades, sin desviar el camino más importante que tenemos cada uno, el de la libertad. 

En el 2003 la poeta colombiana María Mercedes Carranza, se suicidó y le dejó en su mesa de noche a su hija, junto a los frascos vacíos de antidepresivos y una botella a medio terminar de whisky, una carta de despedida. Dos años después Melibea Garavito Carranza le escribió en el periódico El Tiempo una carta a su mamá: 

“El par de veces en que me hablaste sobre la posibilidad de suicidarte, momentos íntimos en que miramos de frente nuestras vidas y la carta de despedida -tan mía que no me atrevo a compartir una sola de sus líneas- me permitieron asimilar tu partida. No creo que haya sido una voz de alerta, pero así ha sido más fácil. Te repito, como en nuestra última conversación telefónica -te recuerdo tan triste, esa noche, al otro lado de la línea- yo sé bien que no hay culpables. Eso era lo que tú deseabas y estoy feliz, aunque me hayas incumplido, al día siguiente, la cita del que habría sido nuestro último desayuno juntas”.

Si viéramos con compasión el sufrimiento de otras personas, sin nuestros propios filtros y creencias, pudiéramos ayudarnos y respetarnos más. 

La vida es dura, para unos más que para otros. Claudicar es totalmente válido. Así como también es válido, quedarnos un ratito más y ver cómo terminará la historia. 

En Twitter: @AndreaVillate

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