En el segundo capítulo, dedicado a la salud pública, Alejandro Gaviria dice: “La evolución inventó, mucho antes que el capitalismo, la obsolescencia programada. Nacemos con los días casi contados” (p.40).
La medicina avanza, y lo hace a velocidades increíbles, pero se enfrenta a lo que Gaviria llama “complejidad biológica”. Estamos diseñados para morir. Si fuera posible llegar a una medicina perfecta, ¿de qué nos moriríamos?, se preguntó el médico y ensayista Lewis Thomas, y él mismo encontró una respuesta genial en un poema del siglo 19 (en concordancia con las ideas de Gaviria). El poema fue escrito por otro médico, el doctor Oliver Wendell Holmes, y se llama, La obra maestra del diácono.
En el poema, el diácono ha construido una calesa perfecta, sin fallas en ninguna de sus partes, todas con la misma resistencia, que ni se quiebran ni se descomponen. El carruaje es la analogía de un organismo sin debilidades, cuyas partes no se enferman ni se deterioran, un organismo cuyas partes envejecen simultáneamente. Un día la calesa se derrumba, y queda: “¡Como si hubiera ido al molino para ser triturada!”(p.138). Frase que fascina a Lewis Thomas, pues representa la muerte de sopetón.
Porque no solo estamos diseñados para morir, ¡sino que tenemos la fecha programada! Los biólogos saben que el volumen corporal promedio de una especie determina cuánto tiempo vivirá, cuánta sangre carga, qué tan rápidamente va a crecer y otras cosas relacionadas. Porque se nos aplica una ley universal (que cobija a todos los organismos), independiente del diseño, pues es en realidad una ley sobre estructuras y distribución de energía. Por esta ley, el metabolismo de los animales grandes es más lento que el de los animales pequeños, y, en promedio, los animales pequeños viven menos tiempo que los grandes. Veamos algunos ejemplos de la relación entre tamaño y frecuencia cardíaca.
Frecuencia cardíaca (en reposo) y latidos por minuto:
- Elefante, 25 a 30
- Caballo, 32 a 44
- Hombre y cerdo, 60 a 90
- Perro, 70 a 120
- Gallina, 200 a 400
- Ratón, 600 a 700
- Colibrí, 1900 a 2000
Especies y longevidad
Más adelante, Alejandro Gaviria dice que Aldous Huxley hace un llamado a un escepticismo sano respecto a las posiciones frente a la salud, ya que “Las cambiantes modas de la medicina son tan grotescas como las cambiantes formas de los sombreros femeninos” (p. 40). A su vez, Lewis Thomas, en su ensayo titulado De la magia en Medicina (1982), nos alerta acerca de lo mismo: de tener cuidado con las modas, con las interpretaciones populares de las formas saludables de vivir y de tratar las enfermedades, y enfatiza en que se ha puesto de moda (y se mantiene, pues el ensayo es de los años setenta) la idea de que somos responsables de nuestra propia salud y, que, cuando nos da una enfermedad, cáncer, por ejemplo, es por nuestra culpa, por “nuestra maldita culpa”. Y Thomas agrega:
“Cuando se trata de una enfermedad grave, el público tiende a ser más escéptico acerca de los escépticos, a estar más deseoso de creerle a los crédulos.*Es el dilema más antiguo de la medicina, no soluble por la ingenuidad o alguna clase de retórica; lo que se necesita es mucho tiempo y mucha paciencia para esperar a que llegue la ciencia como lo ha hecho en el pasado, con sólidos hechos”. (p. 32).
Gaviria cree que el escepticismo es una forma de respeto, que es casi una virtud democrática. Después de leer esto, habría sido bueno encontrar ideas que explicaran lo contrario sobre los problemas de ser crédulos. En mi opinión, la credulidad no discrimina entre lo verdadero y lo falso, la credulidad no conoce el método científico y desconoce la lógica. La credulidad detiene el progreso y es peligrosa. La credulidad es como la fe: es creer porque sí, sin motivos ni razón, creer sin discusión, sin pensar, por pura obediencia (porque aquellos que eran la autoridad troquelaron una cierta idea en tu cabeza, cuando eras niño).
En el capítulo tres, Gaviria habla sobre las ideas de Huxley sobre las drogas; especialmente, sobre las sustancias psicoactivas. Huxley pensaba que el sufrimiento y la aburrición definen la vida de la mayoría de los hombres. El sufrimiento, cree uno, sí es algo general; la aburrición, en cambio, podría ser una característica de la vida de quienes tienen todo resuelto.
La felicidad no es la meta del proceso evolutivo. No hay motivos para que la felicidad entre en la ecuación de la vida, pues no le trae ventajas ni a la supervivencia ni a la reproducción. Y como pensaba Huxley, podríamos ser más felices si fuéramos capaces de tener una mayor capacidad contemplativa. Y parece ser que las drogas recreativas facilitan la tarea, así como la meditación y otros consejos del budismo. El problema es que seguir las enseñanzas del budismo no es fácil, porque hay que aprenderlas y son exigentes; en cambio, las drogas sicodélicas quizás ayuden a “abrir las puertas de la percepción”, pero son ilegales, y, además, es mejor ser escépticos con algo que es todavía desconocido.
¿La contemplación de la naturaleza y una mayor cercanía con esta podrían disminuir el estrés y la aburrición? ¿Se han hecho estudios que lo demuestren? No lo sé. Nunca debemos confiarnos en la experiencia personal para aseverar una idea.
Con las drogas alucinógenas existen muchos intereses encontrados; y, definitivamente, la prohibición de las drogas recreativas no ha tenido éxito. Como lo explica Gaviria, ha funcionado mejor la regulación que la prohibición. Mejor dicho, un fracaso más grande que el de la prohibición de las drogas no se ha visto. Insistir en lo que no funciona es un tipo de ceguera o neurosis cultural. Al menos, hoy en día, se están volviendo a hacer experimentos con las drogas psicodélicas, con la finalidad de tratar la depresión y las adicciones, y se están retomando los estudios que se empezaron en los años setenta. Que una sola dosis puede cambiar o disminuir una depresión refractaria es algo que aseguran algunos investigadores (lo ha dicho Michael Polland). Propongo que desconfiemos de las curas milagrosas y apliquemos el escepticismo otra vez. Algunas personas parecen curarse de la depresión o de la adicción, pero ni un caso, ni dos ni tres confirman la eficacia, porque en medicina “una golondrina no hace verano”.
De la magia en Medicina está en el libro, La medusa y el caracol, Fondo de Cultura Económica, México, 1982.
*Cuando los americanos usan el término true believers, que en el libro traducen como verdaderos creyentes, creo que es mejor usar el término: “crédulos”.