A muchos lectores les tocó el LP o disco de vinilo. Del disco pasamos al casete, del casete al cd, del cd al MP3, a la música bajada de Internet al iPod, que ya no existe, a los computadores, al teléfono y las tabletas. Y se pregunta uno ¿cómo se vuelven ricos los músicos, los cantantes, si la música se volvió gratis?  La respuesta nos la dio Taylor Swift en su última gira a finales del 2023. Eras, como se tituló, cruzó la marca de los mil millones de dólares, según las listas de Pollstar de fin de año de 2023. Eras recaudó 1.040 millones de dólares con 4,35 millones de entradas vendidas en 60 fechas de gira, según descubrió la publicación especializada en conciertos.

Se hizo un estudio en la universidad de Zurich, en Suiza, que mostró que la música en vivo es más conmovedora que la música grabada. Esto lo sabemos intuitivamente, sin necesidad de hacer estudios (los estudios son necesarios pues revelan detalles que no sabemos de cómo funciona la mente). Basta ver las lágrimas rodando por las mejillas de algunos espectadores, la histeria de muchas, los saltos de casi todos y la gran emoción que resuena en el ambiente. Todos hemos experimentado al oír una canción nueva, en vivo, caer seducidos, y muchas veces, al otro día, sentir que grabada no nos parece tan especial.

Los grandes conciertos tienen el poder de modificar a las personas emocionalmente. El estado alterado de conciencia puede durar unos pocos días. Los conciertos tienen un efecto parecido al de los retiros espirituales: las personas llegan renovadas, mejoradas, pero regresan, después de dos o tres días, inexorablemente a su nivel moral y espiritualidad medio.

La música en vivo desencadena una mayor actividad en la parte del cerebro relacionada con el procesamiento de las emociones. Para aumentar la emoción, el artista, sea cantante, intérprete de un instrumento o director de orquesta responde al público y ajusta su actuación para que la respuesta emocional sea mayor y más positiva.

Los investigadores descubrieron que las presentaciones en vivo de piezas musicales conducen consistentemente a un aumento en la actividad cerebral en la amígdala izquierda, la región del cerebro que está fuertemente relacionada con la asignación de estímulos sensoriales a sonidos y a ciertas emociones; en cambio, con las canciones grabadas se puede medir una actividad mucho menor e inconsistente en la amígdala izquierda. Tengamos en cuenta que somos animales sociales y, por lo tanto, estar en la audiencia, sobre todo si esta es enorme, nos afecta, nos hace más emocionales. Imaginemos que estamos solos con el guitarrista Pablo Sáinz Villegas, oyéndolo tocar Capricho árabe. Ahora imaginemos que en el salón hay 1.000 personas y estamos entre el público. La emoción aumenta con la emoción compartida. Nos gusta tener espejo en otros ojos para sentir al unísono.

 

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