Hay evidencia de que el hombre primitivo, incluso los neandertales, se pintaban el cuerpo, se decoraban. Existen registros de uso de ocre rojo que datan de hace 400.000 años; o sea, ya se usaban mucho antes de que el homo sapiens apareciera. Se estima que el homo sapiens existe hace 200.000 años.

Para hacernos una idea del tiempo que ha pasado desde entonces, pensemos en lo siguiente: el sitio arqueológico más antiguo que se conoce, el complejo de templos megalíticos de Göbekli Tepe, en Turquía, es de hace 11.500 años. Jericó fue una de las ciudades más antiguas del mundo, y es de hace 9000 años… bueno, redondeemos a 10.000. Esto quiere decir que el homo sapiens anduvo errante por el planeta 40 veces el tiempo que tiene la ciudad más antigua de la que se tenga registro. Pensar en 10.000 años no resulta nada fácil. La historia escrita, digamos, de los faraones, tiene solo 5100 años, y 10.000 años es el doble, y la aparición registrada de la pintura del cuerpo del homo sapiens y otros homínidos es 40 veces más antigua que ese tiempo.

Uno se pregunta de dónde sacaban los pigmentos nuestros ancestros, y la respuesta es: los encontraban mirando al suelo, escudriñando la tierra a su alrededor. Por ejemplo, el óxido de hierro, un mineral de color ocre rojo, es el que da al barro su color rojizo. Es un color resistente a la luz, que no se decolora como les ocurre a las fotografías que se sacan de los álbumes. Hay barro de distintos colores: amarillo, marrón negro y blanco, unas diferencias de colores muy bien aprovechadas por los homínidos.

Las famosas pinturas de las cuevas de Altamira y Lascaux son mucho más recientes en la historia. Altamira tiene aproximadamente 13.000 años, y Lascaux, 17.000. Las cuevas de Chauvet son tres veces más antiguas, 30.000 años y en las cuevas de Sulawesi, en Indonesia, las pinturas en ocre rojo tienen 45.000 años.

Los primeros pigmentos usados fueron los de las tierras de colores, el carbón y la tiza. Los aglutinantes y disolventes fueron el agua y la grasa animal, y más adelante, el extracto de orquídeas y la cera de los oídos entre los monjes medievales. Mucho más adelante en la historia se descubrieron el aceite de linaza, la yema de huevo, y las resinas vegetales para usarlos como barnices protectores.

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Barro negro, vajilla de la Chamba, Tolima.

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Barro rojo, artesanías de Ráquira, Boyacá.

Se pregunta uno cómo se llegó a los otros colores. Pues, bien, el verde se sacaba de la tierra verde, que contenía hierro y silicio. El verde viridián se saca de la malaquita, un mineral contenido en el cobre (por eso a las esculturas de cobre se van poniendo de un tono verde muy bonito y luminoso), y de la clorofila de las verdes plantas. Hoy los pigmentos sintéticos color verde se fabrican con óxido de cromo y ftalocianina verde.

El azul se sacaba del lapislázuli (casi siempre llevado a otras partes del mundo desde Afganistán), un pigmento muy costoso y elegante. Si el manto de las vírgenes del Renacimiento y de la Edad Media eran azules es por eso, porque se les ponía el color más caro y difícil de conseguir. El índigo, que es un tono de azul, se saca de una planta que se llama Indigofera tinctoria. Este pigmento es el que le da el azul característico a los bluyines, una belleza de color. El azul ultramar sale de la lazurita, otro mineral que sólo es común en Afganistán. Los azules de hoy salen de pigmentos sintéticos como la ftalocianina. El azul cerúleo con el que se hace el azul cian, es también de origen sintético. Con este azul, las mezclas de los colores dan como resultado el color que se espera, mientras con los otros azules, no; por ejemplo, amarillo con azul, igual verde; pero el azul tiene que ser cian, para que ese verde sea el verde de las loras, y no el de las aceitunas.

El rojo se sacaba de las remolachas, de las tierras rojas y de la cochinilla. El rojo carmín, el de los pintalabios clásicos, se extraía de la cochinilla, un insecto que vive en las pencas de nopal. El ácido carmínico sólo lo poseen las hembras adultas de la cochinilla, que deben ser escogidas manualmente para luego ser secadas al sol, y continuar con un largo proceso hasta obtener en polvo el pigmento rojo. Hay otros rojos como el bermellón, que sale de un mineral llamado cinabrio, y el rojo cadmio, que es sintético, así como la quinacridona roja.

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Es interesante saber que en inglés las frutillas que se llaman blueberries no son blue, no son azules, sino que son rojas; pero es tan concentrado el rojo, que lucen azules, casi negras.

El amarillo salía de las tierras amarillas; después, del oropiment, sacado del rejagar, un mineral usado desde la antigüedad, y también se extrae de los estambres de la flor del azafrán, sí, de ese mismo que vale más que el oro en polvo, el que se usa para la paella. En 1800, los pintores de la india estaban enloquecidos por un amarillo del color de la yema del huevo, que salía de la orina del ganado que había sido alimentado con hojas de mango, una dieta mortal para el pobre ganado. Luego, llegaron los amarillos sintéticos, como el amarillo de cromo y de cadmio, y la quinacridona amarilla. Los tres últimos, muy estables y brillantes.

El morado o violeta se consideraba un color digno de papas y de reyes, nadie más lo podía usar. Se obtenía de un pigmento de color púrpura intenso que se extraía de una especie de caracol marino llamado Murex brandaris. Se utilizaba en la antigüedad para teñir telas y las togas de los emperadores romanos, y era muy valorado por la realeza. Este color también sale de la orchilla, un pigmento barato, por lo común, que se extrae de los líquenes, al igual que de la raíz de la alkana, o alkanet, de la planta Alkanna tinctoria. Esta solución, muy costosa también, se utilizaba en la Edad Media para teñir telas. Luego vienen los pigmentos sintéticos, como el violeta de manganeso, la quinacridona violeta, la ftalocianina violeta y la mezcla del rojo con el azul.

Púrpura de Tiro - Wikipedia, la enciclopedia libre

El blanco salía de un mineral que está en la tierra llamado calcita, del yeso y de las cáscaras de huevo, y de sintéticos tales como el dióxido de titanio, el blanco de zinc y el litopón. Usualmente un pintor, sin importar la paleta que use, necesita cuatro veces más cantidad de pintura blanca que de cualquier otro color, a menos que sólo pinte cuadros negros.

El negro se sacaba del carbón vegetal, de la tinta de calamar y de los huesos calcinados. Hoy el negro es sintético. En 1500, se puso de moda en Europa un café oscuro de momia, que se sacaba del cuerpo de las momias. Bueno, uno no sabe si esto es verdad, pero así lo cuenta Bianca Bosker en su libro Get the Picture (2024, p. 252.) Dice Bosker que La joven de la perla casi arruina a Vermeer, pues el azul del gorro se hacía con lapislázuli, y le costó una fortuna.

También están los colorantes para las comidas. No sé a quién se le ocurrió la mala idea de teñir una torta de rojo. La red velvet, o terciolpelo rojo, no sabe a lo que uno se espera. Produce una gran decepción que los colores de los alimentos no satisfagan nuestras expectativas. La torta de mora no es morada, pero es oscura y sabe a moras. La única cosa que es de color azul y sabe bien son los chicles azules, que tiene ese sabor imposible de reconocer. Hay colores que están ligados a objetos. Si uno dice rojo, puede pensar en muchos rojos; pero si dice rojo Marlboro, llega a la mente un rojo muy preciso. Lo mismo ocurre con el anaranjado de la Fanta o con el azul Klein. A Ives Klein, un artista americano del pop, se le ocurrió como obra de arte buscar el azul de sus sueños. En 1957, patentó un tono particular de azul ultramar que se conoce como Azul Klein (International Klein Blue, IKB). Este color se convirtió en el elemento central de su obra, que impregna sus pinturas y esculturas, e incluso a mujeres desnudas que imprimían sus cuerpos contra papeles para dejar la huella de ese tal azul.

Museum Art Reproductions Tree, large blue sponge, 1962 by Yves Klein  (Inspired By) (1928-1962, France) | ArtsDot.com

Azul Klein. Una escultura en su azul favorito

Una vez le preguntaron a Fernando Botero sobre el tema, y recomendó el libro Los materiales del artista, de Max Doerner. En este libro, aparecen detallados los minerales que se consiguen y las fórmulas para crear los pigmentos, se explica cómo funcionan cuando se mezclan con otros, su capacidad de cubrir, cómo reaccionan a la luz con el paso del tiempo y, además, qué tan venenosos son.

Cuando le preguntan a una persona que cuál es su color favorito, siempre pienso que es una pregunta muy tonta, pues, favorito en dónde, ¿en el carro o en la crema de dientes? Nadie tiene colores favoritos en abstracto. Los colores necesitan las superficies, las texturas, los objetos, y entonces podemos responder un poco más acertadamente, o al menos con algo más de sentido.

Bueno, también hay locos. En Netflix, en un documental sobre casas fuera de lo normal, casas locas, hay una en la que absolutamente todos los objetos y superficies son rosados, del mismo tono, de la misma intensidad y saturación. Pues, bien, para la dueña de esta inusual casa sí tendría sentido que le hicieran esta pregunta.

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