J’accuse!

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J’Accuse…!

Cuatrocientos estudiantes extranjeros ocuparon la place de la Sorbonne en Paris. Era el mes de octubre, y mientras los medios de comunicación emitían al unísono exclusivamente los acontecimientos de la crisis de la euro-zona, la paciencia de estos estudiantes ya se había acabado. No fue una manifestación normal, raramente se ven neo-graduados, con contratos de trabajo, quemando sus diplomas de master.

La tragedia para estos estudiantes extranjeros tiene como primer acto el envío de una circular a todas las jefaturas de policía. El remitente: el actual ministro del interior y de la inmigración Claude Guéant. Dicha circular expresa una petición muy particular, pero que sigue el iter de la política del actual presidente francés Nicolas Sarkozy. La circular explica, o interpreta, una ley, aprobada en el 2006, en la cual se fijan los requisitos que los estudiantes no-europeos deben cumplir para efectuar el cambio de estatus. En otras palabras, los requisitos necesarios para cambiar una visa de estudiante por una de trabajo. El interés es capital, pues una visa de estudiante limita las horas de trabajo al año, impide algunas garantías como el derecho al paro y tiene caducidad de un año. La circular dice efectuar una ‘estricta’ aplicación de la ley del 2006, incitando a rechazar a todo estudiante extranjero que desee llevar a cabo su cambio de estatus. No sólo estamos hablando de estudiantes que se han formado en universidades y escuelas privadas en Francia, sino también de personas que ya gozan de un contrato de trabajo fijo y que según su empleador (el simple contrato lo demuestra) desarrollan una actividad importante para la empresa donde trabajan. El rechazo del cambio de estatus torna patético, por cuanto viene acompañado de una carta de expulsión del territorio francés. Claramente, esta circular responde al viejo, pero desempolvado moto francés la France aux Français.
La coherencia desaparece totalmente, pues un estado que defiende a capa y espada el libre comercio y la libre circulación de capitales, al mismo tiempo se toma el atrevimiento de escoger el personal idóneo para desarrollar una función determinada en una empresa privada. Las justificaciones de algunos rechazos no responden a ningún silogismo. Las Prefecturas le informan al empleador que la persona que él ha contratado, no cumple los requisitos para ejercer el cargo en cuestión.
Así, la circular empieza a formar parte de la larga y problemática cadena de medidas xenófobas del actual gobierno francés. Ya algunos eventos habían ruborizado a la opinión pública tanto francesa como europea. Podemos citar como ejemplo, el querer del presidente francés, con una estrategia Orweliana, resaltar el lado positivo de la colonización francesa en los textos escolares. También la creación del ministerio de la inmigración, la expulsión masiva de gitanos (hoy llamados por los medios de comunicación Gens du voyage con el fin de cortar todo tipo de alusión a la expulsión de la misma etnia durante la ocupación nazi), los controles de ADN a los hijos de los extranjeros, la expulsión de libios que pedían asilo político este verano mientras Francia participaba directamente en los bombardeos en Libia, etc.

La política actual en el hexágono es clara, ésta responde a los sondeos y sigue milimétricamente las curvas de las encuestas que actualmente dan como finalista, para las elecciones presidenciales previstas en la primavera del próximo año, al partido xenófobo de extrema derecha Front National. Hoy son 530 los estudiantes-trabajadores extranjeros expulsados (el objetivo del gobierno sería la expulsión de 20.000 estudiantes extranjeros que pretendan el cambio de estatus) y las de víctimas de este férreo juego de cifras aumenta de forma inversamente proporcional al PIB francés.

La preocupación de las universidades y de algunos empresarios es latente. No sólo esta medida significaría la estocada final a la agonizante investigación francesa que cada año ve como sus universidades pierden puestos en el rating mundial, sino también un problema más para la sufriente economía del país que ve grandes dificultades en su crecimiento y expansión a nuevos mercados. La febril guerra de patentes y la lucha intensa por la conquista de los mercados de los así llamados países emergentes no presenta ningún signo de piedad. Y un sistema universitario desprestigiado y carente de estudiantes e investigadores extranjeros es como una empresa sin conexiones en el exterior, ambos destinados a la quiebra.

La comunidad europea no se ha pronunciado por el momento al respecto. Pero la ambigüedad de la circular, que no es ley, pero goza de un aura de ley, la aísla de cierta forma de toda crítica. Actualmente, muchos extranjeros hacen sus maletas para volver a sus países de origen. Después de haber cotizado a través de los impuestos pagados al Estado francés durante esa corta experiencia laboral, ellos vuelven sin un euro en el bolsillo, pues no tienen derecho al paro, muchos ni derecho a una liquidación. Vuelven a casa con las deudas de los préstamos que tuvieron que hacer para poder pagar sus estudios. Deudas que esperaban saldar con un puesto de trabajo que les fue otorgado por el libre mercado y arrebatado por el Estado. Vuelven a sus países de origen gracias a un postulado humanitario, o a un acto de caridad francesa, ya que según el ministro Guéant, de esta forma Francia aplica una medida que responde al desarrollo sostenible. Una medida que impide que países ricos roben los ‘cerebros’ de países pobres. Casualmente, los expulsados no son sólo Latinoamericanos, chinos, o africanos, entre ellos hay también ciudadanos estadounidenses y japoneses.

Por German A. Duarte.
10/27/2011 Berlín.

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