J’accuse!

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Accogliamo i morti

La crisis económica y los juicios por prostitución y evasión de impuestos del ex-primer ministro italiano Silvio Berlusconi habían eclipsado de cierta manera la organización del estado xenófobo y racista que se estructuró en los últimos veinte años en Italia. De hecho, desde que la crisis estalló, muchos italianos, casi todos jóvenes, tuvieron que seguir los pasos de sus abuelos y emigrar. Italia dejó de ser el gran país, il bel paese de las oportunidades y de la economía pujante. Volvió a ser el país de emigrantes y, por esta razón, los medios de comunicación pararon con la campaña xenófoba, con los insultos y humillaciones contra los inmigrantes que durante dos décadas llegaron a buscar una vida mejor a Europa. Y digo Europa porque es bien sabido que la gran mayoría de inmigrantes que llegan en esos barcos viejos a las islas del sur de Italia no tienen como objetivo il bel paese, que, de bello para un inmigrante en busca de un mejor futuro, solo tiene la arquitectura y los paisajes. No, ese país de bello no tiene nada para alguien que busca un asilo político, una democracia que lo reconozca como ser humano y le otorgue los derechos fundamentales, o un trabajo digno y bien remunerado.

Estrategia mediocre para un electorado mediocre corto de ideas y sumergido en sus frustraciones personales la que aplicó el partido del condenado por evasión de impuestos y posiblemente por corrupción de menores Silvio Berlusconi. Claro está, él personalmente no firmó las leyes absurdas contra la inmigración. Posiblemente estaba ocupado en sus fiestas bunga bunga con el difunto dictador de Libia, Muamar Gadafi. Fueron sus antiguos aliados los que bautizaron la ley contra la inmigración: la ley Bossi-Fini. El primero, Umberto Bossi, un músico frustrado que empezó su carrera política proponiendo la independencia de las regiones del norte de Italia. Entre el rosario de argumentos absurdos para ello, se encuentra la pureza de la “raza padana”. Raza que, según él, proviene de las regiones del norte que él y sus secuaces denominaron como “La Padania”. El otro, Gianfranco Fini, un nostálgico fascista que militó durante muchos años en partidos de estampa neo fascista como AN. El mismo Fini, por citar una frase entre muchas, definía a Benito Mussolini como el mejor estadista de la historia de Italia.

Estos dos hombres, con la complicidad de Silvio Berlusconi, pudieron desarrollar la famosa ley Bossi-Fini, una ley que criminaliza a los inmigrantes. No es solo un decir; jurídicamente, un inmigrante sin documentos hoy en Italia es un criminal ante la ley. Por ello, la gente que escapa de las guerras que hoy se dan en el medio oriente, guerras en muchas de las cuales Italia participa, al llegar a Italia –pase obligatorio por razones geográficas- son puestos en unos centros-cárceles mientras se define su situación. Cárcel, multas de hasta quince millones de pesos o deportación es lo que les espera a la mayoría. Se preguntarán ustedes: ¿y los que piden asilo político?, ¿y los que han perdido todo bajo las bombas que el mismo ejercito italiano lanzó sobre sus países? Lo único que yo podría responder es que Italia tiene una cifra casi 12 veces inferior de refugiados que Alemania, esto según la Agencia de la ONU para los refugiados. También podría responder, que en mis años de vida en Italia, vi cómo a los sin papeles los esclavizaban, cómo vivían en condiciones inhumanas compartiendo habitaciones minúsculas entre ocho. Vi cómo cuando morían en accidentes en el trabajo que hacían en negro los enterraban sin decir una palabra: un desaparecido que desaparecía. También vi como los disparos por la espalda a un inmigrante desarmado se convertían en “legítima defensa”. Vi cómo los políticos en los trenes les rociaban alcohol puro a los negros para, según ellos, “desinfectarlos”. Vi como cualquier crimen encontraba su autor material en el primer inmigrante que pasaba. Vi cómo construían muros para encerrar en barrios de exclusión a los inmigrantes.

La muerte de inmigrantes en el mar es algo que se repite todos los veranos, pues las condiciones climáticas aceleran el flujo de personas que buscan el sueño europeo. Todos los años el Gobierno italiano pide más dinero y más colaboración a Europa. Pero, me pregunto yo: ¿para qué les sirve ese dinero si, según la ley Bosi-Fini, es un delito ayudar a un inmigrante sin documentos que se este ahogando en el mar? ¿Para qué quieren ese dinero o esa colaboración? Ya hemos visto varias veces que han llegado a interceptar barcos llenos de inmigrantes en aguas internacionales para bloquearles el paso antes de que lleguen a aguas italianas. Lo que nunca habíamos visto, y hoy desafortunadamente tuvimos que ver, fue el mas absurdo y grotesco espectáculo de una parte política que le otorga la nacionalidad a los inmigrantes ahogados en la última tragedia en el mar –ocurrida a menos de una milla de la isla Italiana de Lampedusa– mientras que los sobrevivientes de la misma tragedia son encarcelados y posiblemente serán deportados, o pagaran los cinco mil euros que la ley les exige.

Hoy es claro que en Italia la persona que ayude a un hombre, mujer, niño o anciano que se esté ahogando en el mar se convierte en un delincuente. Tal y como la persona que se está ahogando, pues un sin papeles, según la ley italiana, es un delincuente. También nos queda claro que la ley Bosi-Fini es una ley que acoge solo a aquellos que perecen en el mar. La muerte libera a los sin papeles de su condición de inmigrantes, que, para dicha ley, equivale a delincuentes. Los cadáveres de los sin papeles reciben una suerte de absolución del “crimen” de no ser italianos y se les otorga un pasaporte. Eso si, los sobrevivientes tienen el derecho de llorar a sus muertos neo-italianos tras las rejas.

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