Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Indiferencia frente a la ciencia

Escrito por Eufrasio Guzmán Mesa

Instituto de  Filosofía

Un observador imparcial, quizás un historiador interesado en la historia de las ideas y de las instituciones en Colombia, observaría un hecho contundente que tiene sus atenuantes. Desde la llegada de España, y por razones propias del atraso científico en la península frente al resto de Europa, en la Nueva Granada no hubo Ilustración sólida y duradera. Fueron los Borbones y Fernando VII quienes finalizando el siglo XVIII introdujeron la ciencia y facilitaron la investigación. José Celestino Mutis fue punta de lanza en esta tarea y quedó el hito de la Expedición Botánica. Esta idea se la reedita casi de manera  simbólica en Antioquia  a fínales del siglo XX. La Universidad de Antioquia hace parte de ese esfuerzo. Pero el signo  general para la ciencia ha sido el de la indiferencia.

En sus orígenes, hace  dos siglos,  el Colegio de los Franciscanos de  Medellín debió recibir la presión de Camilo Torres, ilustrado asesor de la Real Audiencia, para que saliera de la escolástica y el oscurantismo que sigue pesando. Una prueba sencilla, en  el comienzo del nuevo milenio los estudios socio-humanísticos en Colombia apenas reconocen en el evolucionismo una teoría más y no el ámbito desde el cual hay que abordar el hecho social y la cultura. No se trata de una simple controversia epistemológica o de historia de la ciencia. No nos espantemos con el punto, el creacionismo avanza en EEUU y hace años obligó políticamente a que en el sistema escolar se lo difunda al lado del evolucionismo como una teoría más.

El oscurantismo asedia a la investigación y a los investigadores bajo la forma de desprecios mutuos, falsos conflictos entre facultades e institucionalmente en recortes a los recursos públicos y privados por ignorancia de la importancia de la ciencia, la tecnología y la innovación para el desarrollo de la productividad. Se sigue pensando en Colombia como en la época colonial en la depredación de las entrañas del suelo como motor de riqueza y la productividad. Podemos guardar esperanzas, no todo está perdido, en el papel, en el Acuerdo Final de La Habana se establece como un Principio para la Reforma Rural que la productividad la asegurará la innovación, la ciencia y la tecnología.

Pero es de la indiferencia “concreta en la situación concreta” de lo que quiero hablar. No me refiero  a quienes hacen ciencia todos los días, la divulgan, la piensan y evalúan sus resultados. Me refiero a quienes se refugian en sus nichos intelectuales y más que ser indiferentes la desprecian y la acusan de las torpezas de algunos grupos de acción. No son indiferentes a la ciencia, por ejemplo, quienes utilizan sus resultados para hacer armas destructivas o quienes la usan para enriquecer a monopolios de semillas y agroquímicos, pero preferiríamos su indiferencia ya que usan la ciencia con egoísmo descomunal y articulado con grandes industrias depredadoras de recursos y vida.

Me preocupa más lo que  tengo cerca y  puedo tratar de cambiar, las indiferencias cercanas y protuberantes, no ya en la  universidad colombiana que la padece por el bajísimo presupuesto para investigar al cual la someten los gobiernos, y  la ausencia  de una política de  Estado en Colombia, como sí la  hay en  Argentina o Costa  Rica. Hay que recordar que hace 22 años la Comisión de Sabios, de la cual hicieron parte científicos eminentes que están activos aún, propusieron incrementar en cinco veces el presupuesto para la ciencia y tener un investigador por cada mil habitantes. 16 años después  teníamos 7.702 por 47.700.00 habitantes, es decir  el 16% de la meta propuesta. Y en recursos proporcionales al PIB dedicamos menos de la cuarta parte de lo necesario. Cualquier comparación nos deja en el punto de arranque si consideramos que Kenia le dedica el 2%; si fuera un partido de fútbol habríamos perdido sin hacer el saque inicial. Estamos fuera de competencia si aceptamos la metáfora deportiva.

A la clase política colombiana, con muy pocas excepciones, no le interesa el tema, no da votos, como tampoco el tema de la cultura, y ellos administran y reparten, hacen la Ley de Presupuesto y  puede implementar una política de  Estado. Y a los investigadores solo pareciera interesarles “lo del diario”, como diría un trabajador informal. Más que indiferencia entre la clase política y los investigadores parece haber desconfianza. Es posible que Colciencias, que viene sufriendo reducción en su presupuesto, sea asimilada por el Ministerio de Educación y mientras tanto los investigadores serios del país están proponiendo una política estable, la creación de un Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación con recursos sólidos y políticas transparentes que nos permitan salir de un atraso descomunal en el tema; por ahí es la cosa, después  abordaremos lo de la política de  Estado.

Publicado en el Portal de la U de A

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