Ahora viven en algún lugar del Alto Magdalena. Después de habitar por años una capital, hallaron refugio en un bello lugar cerca de una ciudad pequeña que le sirve de puerta a una inmensa zona agropecuaria.
Sus próximos les avisaron que la adaptación iba a ser larga y difícil. Y están aprendiendo, a veces con gozo, otras con impaciencia.
Observando, hablando, escuchando y pensando, entre otras, han reforzado sus dudas sobre el valor que tendría seguir preservando la bucólica vida del campesino pobre de Colombia.[i]
Escenario de una violencia que comenzó con decenas de guerras libero – conservadoras, el agro colombiano ha sobrevivido entre la riqueza de su flora y fauna y la sangre derramada por los seres humanos.
En él conviven la extrema pobreza del campesino minifundista, agarrado de las montañas andinas desde el Nudo de los Pastos hasta la baja Guajira, con gamonales agropecuarios que explotan los fecundos valles del Magdalena, del Cauca y la Altillanura.[ii]
Las sensaciones gratificantes para los ayer citadinos han sido numerosas; sobre todo a sabiendas de que, como casi todos sus pares, apenas reconocen los suburbios de Barranquilla, Bogotá, Bucaramanga, Cali o Medellín.[iii]
Esta miopía citadina, piensan hoy, impediría ponderar la fuerza del transporte y el comercio o la, muchas veces ejemplar red educativa y de salud de pequeñas ciudades que se nutren (tanto como depredan), los ríos Magdalena, Cauca o Meta, entre otros.
Sus pintorescas plazas de mercado; sus amplios terminales y redes de transporte y una red de carreteras que hoy enlaza los cuatro puntos cardinales, prueban una fortaleza económica que conviene apreciar en su exacta dimensión.[iv]
Y por supuesto que les ha resultado difícil aceptar los hábitos sociales de la región.
Sin generalizar, porque dan cuenta de honrosas excepciones, la mezcla entre el miserable minifundista expulsado y el violento gamonal explotador, habría lanzado a las ciudades intermedias y pequeñas a una masa humana cuyos presente y futuro eran y siguen siendo precarios.
Y si a lo anterior se le suma la trashumancia de hordas turistas que, por temporadas, huyen de sus capitales para desocuparse en el campo al ritmo de alcohol, insomnio y músicas estridentes, el impacto estaría siendo más grave.
El ayer campesino minifundista, harto de ordeñar la misma vaca, de subemplear a su decena de familiares en el fundo y ver a sus hijos lejos de la educación termina, ora subempleado por los gamonales latifundistas ora “haciendo de todo” en las ciudades pequeñas.
O sea, apabullado por la miseria y la soledad.
Ese campesino y su pareja que sobrevivían aislados en su fundo, ahora sobreviven aislados en el suburbio que les recibe como inmigrantes.
Allá en las montañas, alejados físicamente de sus vecinos, apenas tienen por interlocutor el mugido de su vaca, el rebuzno de su asno el ladrido de su perro o el relincho de su caballo (cuando pueden comprarlo).
A duras penas las parejas dialogan, ocupadas como están en el cuidado del fundo desde la madrugada hasta el anochecer.
Muy de vez en cuando, sus vecinos cruzan por el rancho lanzándose un lastimero ¡Buenos días!
Ocasionalmente él o ella bajan al mercado del pueblo, sea para vender el magro producto de su fundo (cuando las inclemencias del tiempo no lo han secado o inundado) sea para abastecerse de los bienes que les permitan sobrevivir otros días más.
Si llegan a toparse con algún vecino en la plaza de mercado, se hunden entre la cerveza y el ruido de las pianolas.
En medio de ese ruidajo beodo no cabe diálogo alguno (como no sea el de los machetes…). No existe Él. Tampoco Yo.
Esta sospechosamente llamada vida campesina estaría lastrada por la soledad interior y la pobreza exterior.
Por el aislamiento y el silencio que, por obligatorios, les enfrentan al rudo dilema de huir a la ciudad o meterse a la guerrilla.
Esa precaria vida, la campesina, estaría marcada por un Yo cuyo Otro no existe. En suma, por un Yo que tampoco existe.
• ¿Lo anterior explicaría que los citadinos del cuento se hayan chocado con el silencio, la indiferencia o apenas un murmullo como respuesta a sus saludos?…
• ¿De qué se ríen? (¿Se preguntarán los campesinos?)…
• ¿Explicaría lo difícil que ha sido construir alguna cooperación social entre los campesinos?…
• ¿Justificaría la tarea de rescatar al campesino de su soledad (y su miseria)?
• ¿Explicaría que la local sea una politiquería corrupta impulsada por microempresas gamonales? …
• ¿Será por eso, que debemos reformar a los reformistas agrarios que, sentados en sus sillas burocráticas de Bogotá, Nueva York o Bruselas, justifican sus robustos salarios ideando cómo mantener activo un campesinado que se muere miserable y sin remedio?…
Congótica. “La (agricultura minifundista)… es incompatible con… la economía capitalista, … esto es, con la división del trabajo y con las técnicas de producción modernas.” [vii]
Congótica 2. “… (de la parcela) …se forma la gran masa… por la simple suma de unidades del mismo nombre, al modo como, por ejemplo, las patatas de un saco forman un saco de patatas. Por cuanto existe entre los campesinos parcelarios una articulación puramente local… la identidad de sus intereses no engendra entre ellos ninguna comunidad, ninguna unión nacional y ninguna organización política; no forman una clase…” [viii]
[i] https://blogs.elespectador.com/politica/bernardo-congote/acabemos-la-miseria-agropecuaria Febrero 07 2022.
[ii] Congote Ochoa, B. y García Sierra, J. (2014). Dos hipótesis sobre el efecto que tiene en la forma de explotación agropecuaria aplicar subsidios a sistemas de riego. El caso del Alto Chicamocha (Boyacá, Colombia). Cuadernos de Economía, 33(62), 259-295, Universidad Nacional de Colombia. (Paréntesis del bloguero).
[iii] Probablemente con excepción de los medellinenses que siguen cuidando su centenar y más pueblos colgados de la Cordillera Occidental.
[iv] Panorama que excluye a la Costa Atlántica gracias al atraco de cuello sucio que ha significado la sufriente Ruta del Sol entre el Magdalena Medio y Santa Marta.
[v] https://blogs.elespectador.com/politica/bernardo-congote/acabemos-la-miseria-agropecuaria Febrero 07 2022.
[vi] https://blogs.elespectador.com/politica/bernardo-congote/elecciones-locales-microempresas-corruptas Octubre 25 2023.
[vii] Congote et. Al. Cit., Pg. 263 (Citando a Contreras).
[viii] Ídem. Cit., Pg. 270.