El blog así bautizado, habría aparecido hace unas semanas. Describió entonces por qué algún economista habría sido echado u obligado a renunciar de alguna empresa. Descripción que nos condujo a algunos a concluir que, en efecto, esa empresa habría tenido razón.
Ahora, sin sorpresa alguna, el mal economista se nos viene con una nota donde intenta comparar la situación chilena con la colombiana. Titulado: “Chile, un modelo a evitar, no a seguir”[i] el blog termina hundido en una voluminosa serie de prejuicios, juicios de valor y lugares comunes que sería inadmisible en un curso primario de Economía.
Las protestas callejeras. El bloguero inicia mencionando asuntos de seguridad relacionados con las protestas. Pero comparando al ESMAD criollo con los Carabineros chilenos, se desnuda haciendo un ejercicio precario, subjetivo, de pronto escrito a las carreras en algún paradero de buses.
La cúspide de su simpleza se percibe cuando habla de que, tanto en Chile como en Colombia, los policiales “tienen toda la libertad de hacer y deshacer sin ningún problema”. Ignorando, claro está, que los que hacen y deshacen son los encapuchados protestantes. E ignorando además que los policiales actúan en defensa de los ciudadanos que trabajamos, estudiamos y pagamos impuestos. Los desmanes callejeros, en hablando de Economía, castigan el PIB; pero al mal economista esa minucia no le cabe en el cerebro.
El sistema metro. Hablando de sus precios en Chile para compararlos con el Transmilenio colombiano, no precisa si esos precios son en pesos chilenos o colombianos dejando al lector víctima de un galimatías incomprensible. Cualquier mediocre economista se daría el trabajo de aclarar la unidad monetaria de sus datos.
El problema se agrava, precisamente cuando intenta comparar a Santiago con Bogotá en contra, se esperaba, de lo colombiano. Criticando a Transmilenio por la mayor duración de los trayectos, olímpicamente ignora explicar que Bogotá tiene una superficie casi tres veces mayor que Santiago[ii].
Y, peor, intenta concluir que “está comprabado que Transmilenio no hace lo mismo que un metro” (¡!). Obviedad que no necesita comprobación, pero, como él afirma que está comprobada, el mal economista no cita la fuente.
El acceso al agua (sic). El mal economista no aclara si se refiere a la forma en que los colombianos llegamos a nadar a los ríos o al mar (en bicicleta, caminando, en bus). Se toma su tiempo para aclarar que está hablando del servicio de acueducto, afirmando luego sin vergüenza que “en Santiago (el acceso al agua…) el pago tarifario es mensual y costoso”. El citado no demuestra lo que significa “costoso” ni, por tanto, prueba que esas tarifas sean costosas relacionando a cuáles con cuáles…
Los sistemas de salud y pensión. Nuestro mal economista afirma que en “Chile no son mejores que el de Colombia” sin explicar por qué. Y se atreve a escribir que el sistema chileno opera “igual que en Colombia donde los militares no están diciendo en que se están gastando los dineros destinados para su gestión” (¿¡).
Si lo anterior no bastara, afirma que “en Chile los fondos de pensiones son privados, los cuales se quedan con uno de cada cuatro pesos que cotiza mensualmente el ciudadano”. Pero no demuestra cuál es su fuente para hacer esta afirmación. Y, peor, afirma enseguida que” los chilenos (sic) tienen como pensión menos de un salario mínimo”, sin mostrar, tampoco: a. cuáles de los chilenos reciben esa pensión; ni b. de dónde saca ese cálculo.
Concluyendo. El mal economista termina hablando de que “Todo este comparativo (sic) nos debería llevar a (concluir que) … las protestas en Chile demuestran que no todo lo que brilla es oro”. Pobre conclusión esta, digna, por supuesto de un mal economista. Sobre todo cuando se atreve a escribir que la suma de prejuicios, juicios de valor y datos sin fuentes credibles de este blog, merezca el adjetivo de “comparativo”.
En síntesis, nuestro mal economista demuestra que, peor, ¡es pésimo! Afirmando que “No solo debemos preocuparnos por evitar volvernos como Venezuela, sino también como Chile” nuestras preocupaciones deberían ser otras.
Deberíamos preocuparnos: primero, por invitar a los malos economistas a que estudien y lean antes de escribir; segundo, por invitar a los malos economistas a que no sigan atentando contra la profesión; y, tercero, por invitar a los malos economistas a que sean rigurosos con sus adjetivos (convendría que algunos tuvieran el valor civil de distinguir entre lo malo y lo pésimo…)
Congótica. El “mal economista” estaría ofreciendo excelentes pruebas de por qué los economistas, en general, estamos perdiendo el poco prestigio que nos queda.
Congótica 2. En esta misión perversa, el “mal economista” aparecería como aliado del inefable MinHacienda Carrasquilla.
El autor es profesor universitario colombiano, miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (www.federalismoylibertad.org) y autor del libro La Iglesia (agazapada) en la violencia política (www.amazon.com).
[i] https://blogs.elespectador.com/economia/el-mal-economista/chile-modelo-evitar-no-seguir Consulta de octubre 31. Blog firmado por Oscar Andrés Martínez.
[ii] Bogotá tiene una extensión aprx. de 1700 km2 y Santiago, de 670 km2.