Vender los libros.
Si una biblioteca personal es espejo de aquel que la seleccionó, eligió los títulos, los autores, los temas; entonces deshacerse de ella es deshacerse un poco de la vida, o del pasado, o de los motivos que llevaron a que buscaras esos títulos, esos autores, esos temas. Ismael se deshizo de su biblioteca en Medellín. Le dieron doscientos setenta mil por ochenta libros.
¿Qué sintió? Me dice que nada. Necesitaba el dinero. Era un escritor sin dinero. Estaba a punto de enloquecer. No hubo cargos de conciencia.
Me sentí como un mercenario, corrige. Debía sobrevivir.
¿Qué sentiría yo? Una vez perdí mi biblioteca. Las cosas que se van de ti también te dejan libre. Recuerdos que era mejor no tener estaban en esas márgenes. Cargas que era mejor no llevar por ese tiempo de calor de iguanas y casas de caracol desocupadas. Luego regresaron los fundamentales, por si solos. Grass. César Vallejo. Castaneda. Miller.
Moby Dick fue un libro importante para mí, dice Ismael. Hay libros que es mejor llevar consigo como si fueran amuletos, o modelos de conducta.
Libros como chalecos antibala.