Dirección única

Publicado el Carlos Andrés Almeyda Gómez

La voluntad de ser felices, una lectura de la felicidad

La voluntad de ser felices, un estudio científico sobre la felicidad, es el nuevo título publicado por la editorial Antrópodo (proyecto que lidero junto al escritor Daniel Ángel) y donde se han publicado recientemente títulos que van de la crónica del conflicto (Pólvora entre los dientes, soldados del D-Cri), la narrativa breve urbana (La ciudad del dios varón, de Rodrigo Guerrero), a textos de orden académico que quieren abordar temas del orbe científico de una manera más expedita. La reciente pandemia nos ha impedido presentar este y otros libros en espacios como la Feria del Libro de Bogotá, que este año se realizó de manera virtual. Comparto a continuación el prólogo que el narrador payanés Andrés Mauricio Muñoz escribiera para este libro del médico José Albeiro Sotelo M.* y cuya primera edición, aun sin distribuirse en librerías, está ya prácticamente agotada. En julio la editorial presentará una serie de charlas con el autor a través de streaming, con la esperanza de que pronto Sotelo pueda acompañarnos en carne y hueso en  Bogotá para un conversatorio. Aparte del prólogo, comparto a pie de página un enlace donde puede descargarse un adelanto del libro.

 

Anatomía de la felicidad

Por Andrés Mauricio Muñoz

Hace algunos años me pregunté si la felicidad tendría alguna forma, o si el dolor, que muchas veces nos aflige, tendría también su propia anatomía. Creo que me lo pregunté en uno de esos días de oficina en que la tarde languidece con sus cadencias pasmosas. Tal vez en aquellos días no le hallaba sentido a muchas cosas que habían estado sucediendo en mi vida, o a lo mejor esa idea venía dando vueltas dentro de mi cabeza desde que supe que una amiga de infancia se había suicidado porque no era feliz. No recuerdo si aquella tarde me arrojó a alguna orilla desde la que pudiera advertir alguna conclusión, pero sí que desde ese entonces este ha sido un tema que me produce una suerte de desconcierto y extrañeza.

Leer este libro, que dispone para nosotros el médico Albeiro Sotelo, quien desde hace más de veinte años se ha interesado en el tema, ha sido una experiencia fascinante. Me resulta admirable la forma como articula su rigor académico con reflexiones mucho más pedestres que nos ayudan a aterrizar los planteamientos. No solo me deslumbran las referencias científicas en torno a la felicidad, o las zonas de la corteza cerebral responsables de procesar las emociones, sino esa sutileza con que él amalgama este conocimiento con su visión más pragmática de la vida, mostrándonos que si la felicidad es un fin, un objetivo, hay un camino para llegar a ella, aunque a muchos les resulte pedregoso y escarpado. Es extraño constatar cómo nuestros estados de ánimo tienen su correspondencia directa con una fisiología cerebral a nivel neuroanatómico, neurofisiológico, secreción de sustancias e incluso en cambios sutiles de estructura, pero lo es más descubrir que más allá de esa suerte de anatomía reside también la clave, el misterio, aquella lógica que controla nuestra voluntad y decisión de ser felices. Ahí reside la proeza de este libro, resultado de una monumental consagración a abordar un tema desde todas las orillas posibles, atendiendo los matices y el espíritu vital que subyace a un tema tan abstracto.

Mientras escribo estas líneas viene a mi mente una noche, veinte años atrás, cuando estábamos con mi esposa, en ese momento mi amiga, sentados en las gradas que conducen a la puerta de entrada de La Ermita, una de las iglesias más antiguas y emblemáticas de Popayán. Estábamos ahí, de noche, con un par de latas de cerveza a nuestros pies rumiando tantos agobios que nos producía la carrera, pero celebrando también la proeza de haber ganado un parcial de una de esas materias que parecen esmerarse en que uno trastabille y se vaya de narices contra el piso. Recuerdo muy bien la conversación, en la que a mi amiga la abrumaba no poder intuir con mayor nitidez el porvenir. ¿Y después qué sigue?, preguntaba; quería saber si valdría la pena tanto esfuerzo, tanto someterse a la vida y sus vaivenes, a ese caminar sin saber para dónde, siguiendo apenas el ritmo al que marchaban todos. No se refería a lo que vendría después de habernos graduado. Tampoco a lo que seguiría una vez vinculados a alguna empresa. Mucho menos a lo que nos depararía el destino cuando llegara el amor en su versión más sublime o más cruenta, presta a redimirnos o acobardarnos con sus colmillos afilados; no se refería a nada de eso, aunque bien calzaba en aquellos desasosiegos a los que no pudimos hacerles frente esa noche. Queríamos saber los dos porque todo el mundo parecía estar imbuido por una cotidianidad asfixiante, sin que nadie se tomara la molestia de hacer un alto en el camino, levantar la cabeza y analizar el panorama antes de dar un nuevo paso. En aquel entonces la felicidad nos era esquiva; sin embargo, lo he comprendido con los años, la que era esquiva y escurridiza era nuestra mirada, incapaz de descubrirla en medio de todo lo que estábamos viviendo, de aquellos años en que nuestra única preocupación era estudiar, esperar con alborozo la llegada de la noche para despaturrarnos en la cama, o el fin de semana para diluir nuestras angustias en cerveza.

Andrés Mauricio Muñoz

Acabo de descubrir que lo que hizo que mi mente volviera a aquella noche, fue el genuino entusiasmo de una compañera de trabajo, quien llegó ayer a la oficina con su cara radiante, sin que ninguno de nosotros comprendiera el porqué de tanto regocijo. Pasa que me llegó un colchón nuevo que compré, nos dijo; luego explicó que era bastante ergonómico, elástico y de gel, porque sufría de calor excesivo por las noches. Según contó le había costado un ojo de la cara, y aunque había quedado casi sin ahorros, podría dormir mucho mejor en adelante. Entonces celebramos con ella su alegría y comenzamos todos a recordar esas pequeñas grandes victorias que nos visitan a veces. Es evidente que la vida y sus sinuosidades obedecen a una lógica cuyo entendimiento nos elude a diario con destreza. Un rápido repaso a nuestro pasado nos puede mostrar un discurrir de los días lleno de asperezas, pero entre ellas siempre hay resquicios por donde se escurren también pequeñas victorias, momentos jubilosos, instantes épicos en que le damos cara a la alegría; vivir se trata de eso, de entregarnos al deleite de las pequeñas gestas, de asumir con decoro los reveses, de no perder el equilibrio, de movernos mientras llega ese dedo a señalarnos el camino, de regocijarnos por lo que tenemos, de sentir nostalgia con gallardía de nosotros mismos, de lo que fuimos, de lo que no conseguimos, de aquello que se nos escapó de las manos. Tal vez de eso se trata este juego, de mantener el ritmo, de no claudicar, de disfrutar el camino mientras se nos aclara el horizonte, de persistir en los sueños, de creer en que alguien, quien quiera que sea, donde quiera que esté, vela por nosotros y nos sostiene el mundo.

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Descargue aquí las primeras
páginas del libro.

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*José A. Sotelo. M. (La Vega, Cauca, 1967) Médico General y Especialista en Medicina Interna de la Universidad del Cauca. Miembro de la Asociación Colombiana de Medicina Interna (ACMI). Diplomado en Auditoría en Salud (Universidad del Rosario), así como en Manejo a víctimas de violencia sexual (Institución Universitaria Politécnico Mayor). Realizó el Curso Intensivo de Mindfulness de la Sociedad de Mindfulness y Salud de Buenos Aires, Argentina. Actualmente se desempeña como médico internista del Hospital Universitario San José y Sanitas EPS de Popayán. Ha escrito sobre Pericarditis Aguda, Trastorno Hidroelectrolítico, Helicobacter Pylori, Síndrome de Intestino Irritable y de Hipertensión Pulmonar en el Texto de Medicina Interna del doctor Hernando Vargas Uricoechea y es autor del libro Vivamos Vital ¡Principios de autocuidado y prevención de enfermedades¡ Toma el control de tu salud.

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