Dirección única

Publicado el Carlos Andrés Almeyda Gómez

«La vida no se parece a lo que cuentan los grandes libros»

Otros colores
Orham Pamuk
Mondadori
Barcelona, 2008
480 páginas

 

10178_642783602405880_963613810_n Otros colores, libro del Nobel de literatura turco Orhan Pamuk es, además de un compilado de carácter testimonial “hecho de ideas, imágenes y fragmentos”, un retrato a mano alzada de la vida y de la condición humana. En este libro, la idea de identidad aparece como centro de una compleja cosmogonía que, desde su natal Estambul, retrata el mundo en sus más variados matices y de una forma universal, probable, sobre todo, desde la literatura.

Se trata de una colección de textos que van desde impresiones de viajes, escritos personales alrededor de sus afectos —su hija Rüya, su padre, su infancia—, algunos ensayos sobre historia o literatura –André Gide y su visión de la Turquía de Atatürk o sus textos críticos alrededor de Thomas Bernhard, Mario Vargas Llosa o Salman Rushdie—, pasando por crítica política y bosquejos narrativos; hasta extractos de entrevistas como la ofrecida entre 2004 y 2005 al Paris Review a propósito de su novela Nieve y de la aparición de Estambul, autobiografía que representa “la invención de un paisaje romántico” inspirada en autores como Gustave Flaubert, Gérard de Nerval o Téophile Gautier.

El libro revela las costumbres de alguien que lee con “una pasión mareante”, observando y escribiendo “como un oficinista” y en un ritual de diez horas diarias desde su ventana frente al Bósforo, en aquella Estambul de carisma metafísico que le permite sondear en esos ‘otros colores’ distintos a los de sus novelas, como lo explica el propio Pamuk en el prefacio de la compilación. Por sus páginas puede verse el cielo de una costa gobernada por “gaviotas amenazantes [que] piensan en silencio algo que ignoro en todos los tejados”; el amarillo de hojas gastadas de un ejemplar La Cartuja de Parma cuya observación feliz compara con esa infantil alegría que significaba para él beber una gaseosa y detenerse a contemplar la botella; el humo del cigarrillo que dibuja en la penumbra universos infinitos mientras en la ciudad “iban desapareciendo las luces azules de los televisores”; o los paralelismos entre personajes cercanos a Pamuk, como aquel Negro de la novela Me llamo Rojo, o el Galip de El libro negro.

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Otros colores es también un estudio sobre la felicidad y la belleza, “momentos de ser” que, según confiesa al partir de una expresión de Virginia Wolf, resultan una suma de “curiosos episodios, epifanías, instantes en los que hasta cierto punto la verdad sale a la luz”. Pamuk busca, a la manera de Montaigne, aquella tranquilidad que consiste en poder “quedarse a solas con su inmundicia y su miseria” sin permitir ser visto por alguien, un poco sondear en la tristeza y los recuerdos más personales, como su afecto hacia su hija Rüya y por el que llega a la siguiente conclusión:

“la primera condición para ser inteligente es lograr estar triste mientras los demás están alegres”.

En estos textos se encuentra la vida cotidiana, la “de los detalles extraordinarios y vulgares” dado que su autor busca, desde la catarsis propia de la escritura, modificar su realidad a “través de una vía demasiado personal” o simplemente escudriñando un poco en la naturaleza humana, según se lee a lo largo de un extenso capítulo dedicado a la lectura y los libros. Como afirma en su ensayo sobre el Tristam Shandy de Laurence Sterne, “la vida no se parece a lo que cuentan los grandes libros”, más bien es algo indeterminada, “la personalidad y la vida de una persona, su mente y su propia historia son mucho más confusas”.

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