Dirección única

Publicado el Carlos Andrés Almeyda Gómez

Fumando espero

1052442-LEl que los personajes de una ficción abandonen su papel de entes amorfos para convertirse en voceros del escritor que vive tras ellos no es nada nuevo. Sí lo es que, al mismo tiempo y en una misma novela, convivan en arbitraria armonía las dos caras de ese escritor que se sublima constantemente a través de la voz de su alter-ego literario. Tal es el caso de Y de este mundo prostituto y vano sólo quise un cigarro entre mi mano, novela de la saga Mandrake publicada en 2001 por la editorial Norma dentro de su colección La otra orilla. Resulta bastante paradójico que Gustavo Flavio —el personaje que según la crítica más se parece a Fonseca— conviva en esta corta novela con el hedónico y poco persuasivo abogado Mendes, para quien el habito del tabaco resulta poco menos atractivo que las mujeres o el vino. Gustavo Flavio, un sujeto de cuya profesión ‘puede esperarse todo’, acude al abogado Mandrake para resolver el dilema de varios asesinatos que por inevitables razones habrían de comprometerle. La relación que estos dos conspicuos casanovas y fumadores empedernidos tienen, recuerda mucho la de Paul Morel y Videla en O caso Morel, novela cuya más notoria diferencia radica en los dos marcos ficcionales que la componen.


El humo del tabaco es el eje de Y de este mundo prostituto y vano…, y tras él, los dos personajes desarrollarán el caso a la par de las disertaciones intelectuales que irán inevitablemente supeditadas a su principal ejercicio, las mujeres, pues

«…así es el amor, nos traspasa como un rayo, no nos mata y sale por la orina».

Rubem Fonseca reconocerá que su personaje Gustavo Flavio, habla en su nombre cuando se refiere a su aversión a ciertos autores y a cierta literatura. Lo mismo cuando habla de no querer ser un autor de best-sellers de mesa de noche o cuando critica el hecho de responder tontos cuestionarios para escritores, así como el esnobismo de quienes viven hablando abiertamente sobre el porqué de sus inclinaciones literarias, pues, aunque la mayoría de sus personajes hagan lo propio, en Gustavo Flavio estos rasgos están marcados de una manera mucho más permisiva y detallada.
Mandrake y Gustavo Flavio mantienen una nutrida correspondencia y comparten “la pasión de las personas decentes”, como reza el epígrafe del libro. Son además perfectamente equiparables el uno al otro y fluyen en el texto con la concisión de un relato policial que de fondo se plantea como una exposición psicológica, en un sentido mucho menos determinista, claro está. Mandrake es “el mejor desconocido que existe”, escucha penitentemente a su protegido mientras fuma juiciosamente toda clase de puros, escogidos minuciosamente para cada hora, actividad y ocasión. Lo mismo hace su homólogo, un autor iconoclasta que .

“de haber sido abogado, hubiera hecho buenas defensas en los casos de asesinato; los jurados lo habrían adorado”.

Finalmente, Y de este mundo prostituto y vano…, representa el equilibrio argumental de dos personajes que, manteniendo su estatus de ambigüedad, no se reconocen en una trama policial como vindicadores de la ley o delincuentes y parecen vivir más allá del bien y del mal, no obstante la obtención del premio Juan Rulfo 2003 por parte de su autor, ya que, según asegura Gustavo Flavio en el libro, un escritor debe tener

“el valor de rehusar todos los premios, o, mejor aún, el valor de no querer merecer premios, y el peor de todos los premios es la consagración en vida”.

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Y de este mundo prostituto y vano solo quise un cigarro entre mi mano

Norma. la otra orilla

Bogotá, 2007

100 págs. Rubem Fonseca

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