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Publicado el Carlos Andrés Almeyda Gómez

Daniel Ángel habla de Gaticinio, una declaración de amor por los gatos*

Presentación del libro Gaticinio, Miautología, hecha por el escritor Daniel Ángel el pasado 19 de diciembre en la Librería Casa Tomada.

 

Pink Tomate, el gato de Amarilla y uno de los personajes más recordados y queridos de la literatura colombiana, además de ser uno de los más vagabundos y alcohólicos por su refinado gusto por las copitas de vodka que ingería con su amigo Lerner -el gato miedoso-, todo para espantar el sopor de los días humanos, nos dijo un día que para los gatos no había pasado ni futuro, solo un presente que se extendía por los tejados, las calles, las ensoñaciones y en especial, por esas huellas indelebles que marcan el amor que profesamos por estos maravillosos seres en su diario y perpetuo presente.

 

Las ilustraciones del libro fueron realizadas por las artistas Juliana Escobar Cuéllar y Janeth Rubio.

 

Por supuesto, no solo fue Madiedo. Hemingway, Bukowski, Poe, Cortázar, Borges, Bradbury, Burroughs, Capote y otros tantos escritores nos legaron un sinnúmero de páginas por las que se atraviesan, sinuosos y pretensiosos, los gatos. Pareciera entonces que este animal de actitudes místicas y profundas, cayera de repente como un responso de los escritores sobre lo bello y lo desconocido. ¿Y sobre qué otras cosas o por qué otros motivos podríamos escribir, si no fuera por la belleza que transita al interior de las cosas y la realidad; por la fuerza de lo desconocido y nuestro deseo inane de comprenderlo, y en especial, por ese esfuerzo sobrehumano que hacemos los seres humanos por rehacer todo lo que está a nuestro alrededor?

Takashi Hiraide anuncia una metáfora, además de conmovedora, profunda, en la que una pareja joven recibe a un gato misterioso en su casa, visita que -desde su título- refleja el carácter mágico de aquel pequeño visitante, El gato que cayó del cielo. Chibi, el gato, es quien da otro cariz a la vida de la pareja, y dota su existencia de  una trascendencia sin igual. Chibi se convierte en un tótem que lucha en contra de la soledad en un mundo cruel y despótico que nos obliga a una vida como entes individualizados, así vivamos en pareja y en comunidad. Por tanto, el gato de esta maravillosa Nouvelle cumple la función específica de ahuyentar la soledad de los humanos y de contemplar la realidad a través de sus ojos: con asombro, alegría y respeto.

Ilustración para el cuento «Toshi» de Martha Uribe, hecha por Janeth Rubio.

 

Por otra parte, debo decir que soy un amante de los gatos. Desde la juventud he cuidado de ellos, pero solo hasta ahora, momento en que arribo a una incipiente madurez, comprendo que es al contrario, o por lo menos es el efecto que han ejercido sobre mí, pues no soy yo quien cuida de ellos, sino ellos quienes cuidan de mí, me protegen, en especial de mí mismo cuando he regresado a casa atiborrado de ese mundo perturbador al que diariamente nos enfrentamos. Sus miradas que como lanzas atraviesan la carne, sus ojos amarillos que como girasoles se van abriendo paso en medio de sembradíos oscuros, su compañía vigilante que preserva el orden universal, su libertad y autonomía que la gente ha confundido con desagradecimiento, pero que es la forma más sincera del amor: no depender enteramente y dejar ser al otro.

Por tanto, este libro va en contravía de la tesis primera de Pink Tomate, ya que Gaticinio se convierte en un neologismo derivado de la palabra vaticinio, lo que nos lleva a pensar que hay un conocimiento del futuro que conocen los gatos o que son estos animales quienes están predestinados en nuestras vidas para complementar nuestra existencia. En definitiva, el título del libro hace referencia a un futuro que está próximo a llamar a nuestra puerta, a un mundo desconocido trazado desde tiempos inmemoriales con las patas de los felinos.

Ahora bien, y entrando en materia, Gaticinio es un libro hermoso, una obra de arte, como un gato avizorando con su elegancia y desde un estante alto nuestras palabras. El libro está compuesto por tres partes y un anexo: una serie de relatos que cuentan desde distintas ópticas las relaciones de los gatos con los humanos; una serie de poemas que los autores se encargaron de traducir de la lengua de los gatos al castellano; una parte de miaugrafías; y un anexo que corresponde a un diario gatuno.

Se podría considerar a Gaticinio como un libro ecléctico, no solo por las partes anteriormente mencionadas que lo estructuran, sino porque los textos narrativos que lo componen varían en sus registros, en sus focos narrativos, en sus propias estructuras, en los subgéneros que usan los autores para descifrar el artilugio de la palabra. De este modo, nos vamos a encontrar con cuentos negros donde hay personajes relevantes de la literatura; cuentos orientales donde se le da al gato el cariz de héroe como símbolo de la piedad y de la fortaleza; vaticinios misteriosos sobre la existencia humana; prosopopeyas modernas en ambientes lúgubres; relatos domésticos que esbozan la cotidianidad de los felinos; relatos ensombrecidos por el halo trágico de la muerte y de la pérdida; narraciones mágicas, en los que sobrevienen las cargas de brujería; taxonomías morales a partir del color de los gatos y muchos, muchos elementos más, encadenados por un eslabón poderoso: el amor y el respeto, no solo por los gatos, que se convierten en la excusa del trasfondo del libro y en el argumento estético, si no por todos los seres vivos. Del mismo modo, los contextos en los que son ambientados los relatos atraviesan desde la ciudad que conocemos, la que transitamos diariamente, hasta islas perdidas en los mapas de la Asia y África de la antigüedad, pasando por descollantes escenarios medievales, hasta la comodidad de nuestras camas. Así, Gatocinio es una oda a la vida y a la belleza.

 

Ilustración para el cuento «Metalero» de Constanza Martínez Camacho, realizada por Juliana Escobar Cuéllar.

 

Por otro lado, y para finalizar el libro, encontraremos el Diario gatuno, que es la responsabilidad que los autores nos otorgan a los lectores para que cumplamos con el vaticinio. Por tanto, esta última parte se convierte es una suerte de estudio etnográfico en el que completaremos el libro: el gaticinio, y en el que compendiaremos el sudario de nuestras mascotas; es decir, que este libro coral, compuesto a diversas manos, es ofrecido con el mismo cuidado y encantamiento como fue concebido.

No se puede desconocer que la parte gráfica alimenta portentosamente a la palabra. Las ilustraciones que acompañan a las narraciones y a los poemas, otorgan un aura de fantasía a los relatos, y entonces son ellos, los personajes ilustrados, quienes trasiegan por las páginas y por las calles; en mi caso, fueron ellos quienes me acompañaron en la lectura y atravesaron espejos a dimensiones desconocidas, y afrontaron peligros, y salvaron vidas, y se convirtieron en cerámicas, y me complacieron, entretanto contemplaba dormir en mi regazo a mis gatos, Viento y Almendra. 

Por último, es más que complaciente encontrar un libro [en todo su conjunto] que haya sido cuidado del mismo modo como lo haríamos con nuestros amados gatos. Es reconfortante hallar una apuesta cuidada con tanto recelo de lo comercial. Es gratificante leer a autores que muestran su fuerza creativa a través del avance de las páginas. Mis más sinceras felicitaciones, en especial a Constanza, quien sé lideró el proyecto y logró organizar a más de una veintena de gatos para que se quedaran dentro de un libro. Imagínense organizar a esos mismos veinte gatos para tomarles una foto, algo parecido es crear un libro colectivo.

Los dejo, pues, en manos de una revelación que nos mira desde el fondo de las palabras y maúlla cada vez que pasamos una página.

 

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  • DANIEL RODRÍGUEZ ÁNGEL. 2 de agosto de 1985. Bogotá-Colombia. Poeta y narrador. Docente de literatura. Artista Formador de IDARTES para el área de creación literaria. Ganador de la convocatoria de novela del Festival Internacional del libro de Saltillo, Coahuila, México (2013). Invitado especial a la Cátedra Alejo Carpentier de estudios latinoamericanos en Coahuila, México. Finalista del premio internacional de novela del Ministerio de Cultura de Colombia (2014). Segundo puesto del premio de Novela Histórica Rosmery II en Madrid, España (2017). Ha publicado artículos en la revista Casa Tomada (New York), en el diario El país (Colombia); revista El Malpensante (Colombia); mensuario Desde Abajo (Colombia) y en diversos medios electrónicos nacionales e internacionales. Autor de las obras Bogotá War (2011), El último lector de Bukowski (2012), Montes de María (2013, ganadora de la convocatoria Internacional del libro de Saltillo, México), País de colores (2015, Colombia – EEUU) y Rifles bajo la lluvia (ediciones Desdeabajo Colombia 2016). Sus poemas aparecen en el libro Poetas que hay que morir antes de leer (UANL – México 2014). Y aparece en la antología nacional de crónicas sobre el conflicto armado colombiano Nosotros no iniciamos el fuego (2017, Colombia). Correo: [email protected]

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