El hecho de que tenga una conexión internet de mierda de que mi vecino el de la wifi sin contraseña tenga una conexión de internet de mierda, que cuando se le da la gana pude tardar horas en subir una fotografía, me obligó a la reflexión que ni siquiera me había hecho mientras creaba la imagen en esa magnifica herramienta de expresión artística y política llamada Paint. ¿Por qué mientras todo el mundo – es decir todo el mundo que veía en mi pantalla porque en la calle no pasaba nada – se deshacía en lágrimas por la muerte de Roberto Gómez Bolaños, yo sentía el impulso de recordarles su presentación de 1977 en el Estadio Nacional de Chile?
Primero me dije que era un aguafiestas por naturaaleza. Pero no es cierto y al contrario, siempre he pensado que el muerto al hoyo y el vivo andaba de parranda. O no andaba muerto, andaba de vivo. O el muerto se fue de parranda y lo echaron al hoyo.
Bueno, la idea es esa.
Y además no había fiesta aquí, sino velorio, uno de esos velorios multitudinarios y virtuales, que se desbordan de la calle y llenan las redes sociales y a los que habrá que irnos acostumbrando. Un velorio globalizado y uniforme en el que todos lloraban y expresaban su dolor reposteando imágenes que iban del magnífico homenaje que le hizo José Gonzáles (y que luego fue retomado por DC Comics) hasta cantidades de frases que ni siquiera había dicho el difunto pero encajan en lo que se piensa que un genio, como Chaplin, Shakespeare, Coelho o el Dalai Lama.
Aguavelorios.
¿Por qué ponerme de aguavelorios cuando además hay mucho que me gusta del trabajo de Roberto Gómez Bolaños, además de sus novelas Los detectives Salvajes y 2666?
Cuando era niño decía que mi personaje favorito era el Chaparrón Bonaparte y ahora que lo recuerdo entiendo que las telarañas de lenguaje-lógica que tejía con su compañero Lucas Tañeda estaban a la altura de los diálogos de Lewis Caroll en Alicia y El otro lado del espejo. Luego fui fan del Chapulín, máximo exponente de los superhéroes latianomericanos, junto a Generoso el Guajiro y Capax y esa declaración política que son sus enfrentamientos contra Super Sam, el superhéroe imperialista además de las adaptaciones de Fausto, Romeo y Julieta , Don Juan y la vida de Chopin, el compositor polaco que en homenaje a los personajes del comediante latinoamericano adoptó un nombre artístico que empezaba por “CH”
Como el Chómpiras, que me gustaba más en su época de ladrón outsider que luego de su reconversión profesional al más respetable sector de la hotelería.
Y el Chanfle, periodista pobre, explotado , torpe y seductor.
Es decir, periodista.
El Chavo siempre me gustó menos, con excepción de los capítulos en los que tocaba metal:
El Chavo me gustó menos, a lo mejor porque a todo mundo le gustaba, y sin embargo es innegable la huella que ha dejado en latinoamerica, que va desde la entrada de sus frases en el vocabulario cotidiano hasta la imagen que ilustra el comienzo de este texto.
Y sin embargo no sentí nada cuando se murió Gómez Bolaños. No sentí la tristeza que voy a sentir cuando se muera Axl Rose o Eddie Vedder o Roger Waters o Renaud ni comparable a la llorada que ensayo cada vez que pienso que se puede morir Cohen.
Todos mis demás héroes ya están muertos y es mejor así.
Yo lloraría más por la gente que me definió como individuo que por los que me definieron como generación y también es mejor así.
La genialidad de Gómez Bolaños consistió en construir todo un universo basado en repeticiones y estereotipos y aún así evitar caer en los personajes unidimensionales. En eso fue el Balzac (más que el Shakespeare) latinoamericano. En el mundo chespiritiano no hay buenos ni malos. Nadie está exempto de egoísmo y nadie está excepto de nobleza.El profesor Jirafales podía golpear a sus alumnos, pero entendía la función de la escuela. El señor Barriga era un privilegiado que sin embargo jamás expulsó a ninguno de sus inquilinos. Doña Florinda era clasista, como los riquillos colombianos que no quieren pobres en su vecindad, pero representaba una mujer sola e independiente que era capaz de rehacer su vida mucho antes que las telenovelas se atrevieran a sugerirlo.
Que CHespirito visitara CHile en la época de PinoCHet no lo hace un pinochetista. Que se haya muerto no lo hace un hombre más consciente de sus responsabilidades como figura pública,que se opuso a la evolución de la sociedad en temas como el aborto; que fue un retratista magistral de su época pero no hizo nada para cambiarlo. La complejidad que pudo dar a sus personajes y más aún en un medio como la televisión y un canal como Televisa donde el facilismo era la regla no borra las disputas con sus compañeros de elenco, ese lado tiránico, del “genio” que no se permite reconocer el talento a su alrededor.
“Canonizarlo”, en el sentido de negar su complejidad como ser humano es un insulto a su talento.
Como en sus personajes había en Chespirito tanto de genio como de torpe como de noble como de egoísta, como de mezquino, de retratista de la condición latinoamericana y de cómplice pasivo por no ayudar a cambiarla, de tierno como de detestable.
Y es mejor así.
Qué miserable vecindad. Y qué bonita.