Existen amores imposibles que revolotean en la cabeza del enamorado. Parecen ideas, pero no lo son. Tampoco son fantasía. Ni entelequias. Son un rumor, una sombra. Pero un rumor que suena todos los días. Una sombra que oscurece todos los soles. Son una sombra o un rumor que tiene vida. Que obligan a darle la vuelta al mundo. Que invita a enterrarse en las entrañas de la tierra. A querer ser otro para que el dolor se equivoque de destinatario. Son nostalgia, silencio, incapacidad. Son brisa que sacude el estanque en el que se dibuja la vida.
Hervé Joncour lo vivió en sus a viaje al Japón. Se enamoró de un rumor, de una sombra. Sólo conoció la nostalgia, el silencio, las espinas de un amor que no fue amor. También conoció la esperanza de una hoja doblada en cuatro. De unos ojos que lo contemplaban con algo más que curiosidad. Del estallidos de cientos de pájaros que volaron como “huyendo hacia cualquier parte, enloquecidos, cantando y gritando, pirotécnica explosión de alas y nube de colores disparada en la luz y de sonidos asustados, música en fuga, volando en el cielo”.
Seda es 125 páginas que se van entre los dedos como un amor imposible. Como un rumor. Como una sombra.