Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Las rutas de la Gioconda

Gioconda

De algún modo la suerte de la primera edición de ‘Cien años de Soledad’ de Álvaro Castillo, evoca el destino de la Gioconda.

En 1911 fue robada del Louvre. El hurto fue perpetrado por un carpintero llamado Vicenzo Peruggia, quien fue contratado para construir vitrinas que protegieran las obras. Esta decisión se justificaba en el hecho que años atrás (1907) había sido acuchillada una obra de Jean Auguste Dominique por una mujer anarquista.

Vicenzo, en la noche del 20 de agosto de 1911, se escondió en un armario del que salió en la madrugada del 21 para robar la Gioconda. Le tomó tiempo descolgarla gracias a que la obra debía desamarrarse en un orden determinado. Una vez logró descifrarlo, la llevó bajo el brazo hasta las escaleras. Allí la sacó de su marco, la enrolló y la acomodó debajo de sus ropas y salió. En su casa,a pocas cuadras del museo, la dejó en un armario que estaba en la cocina.

Contrario a lo que se pudiera pensar, no eran económicas las razones por las que Peruggia robó la Gioconda. El argentino Eduardo de Valfierno, un ladrón que se hacía pasar por conde, lo convenció que la Gioconda había sido robada por Napoleón en los años los que había estado en Italia (1792 a 1797). Lo razonable, argumentaba Valfierno, era robar la obra y llevarla a su país de origen.

Cabe aclarar que lo dicho por Valfierno era falso dado que Leonardo sacó la obra de Italia en 1516, año en el que se trasladó a Francia para trabajar con Francisco I. En 1519, tras la muerte de da Vinci, Francisco I le compra a Gian Giacomo Capretti, asistente del pintor, las obras que su maestro le había heredado (entre las que estaba la Gioconda).

Para el día del robo Valfierno tenía varias copias hechas por Yves Chaudron, el mejor falsificador de la época. El objetivo del robo era que, una vez se esparciera la noticia, le vendería las copias a coleccionistas haciéndoles creer que habían adquirido la original.

Como dato curioso, y dicho al margen, Picasso y Apollinaire fueron detenidos por el robo gracias a que ellos, años atrás, habían comprado piezas robadas al mismo museo.

El 22 de diciembre de 1913 Peruggia, abandonado a su suerte por Valfierno (quien se encontraba en Estados Unidos para esa fecha), contactó a Alfredo Geri, director de la galería Degli Uffizi. Acordaron que Geri pagaría quinientas mil liras y que la Gioconda jamás regresaría a Francia. Días después se realizó la entrega en la galería Uffizi. La transacción demoró porque el cuadro debía certificarse por el experto Giovanne Poggi. Mientras Poggi hacía su trabajo, irrumpió la policía, arrestando a Vicenzo y recuperó la obra.

Peruggia fue condenado a quince meses de prisión, de los que sólo pagó siete.

Mientras Vicenzo estaba en la cárcel, la obra hizo una larga gira por los museos italianos, hasta que regresó al Louvre el 4 de enero de 1914.

En la segunda guerra fue escondida en varios lugares para evitar que la robaran los nazis. En 1947 regresó al museo, donde fue apedreada en 1956 por el pintor boliviano Ugo Uganza Villegas (afortunadamente los daños fueron menores).

En 1963 salió nuevamente. Esta vez para una gira por Estados Unidos. En 1974 fue prestada al Museo Nacional de Tokio, lugar en el que una mujer intentó dañarla con spray rojo en protesta por la decisión del museo de no dejar entrar discapacitados porque entorpecían el tránsito de los visitantes.

Desde entonces la obra se encuentra en la sala Salle des États del Louvre, que ha sido reconstruida para albergar la obra maestra de Leonardo (sala que recibe más de seis millones de visitantes al año).

Esquirla: deseo, como creo que lo desean todos los colombianos, que el libro sea recuperado y devuelto a su dueño. También anhelo que los colombianos desterremos la llamada Malicia Indígena y nos encaminemos hacia un futuro que se construye con esfuerzo y trabajo, y no con mediocridad y viveza.

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