Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Existencia

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Dedicado a Marcela López

Mi vida parece un camino caprichoso que desciende a velocidad de derrumbe o que asciende lentamente hasta perderse en los algodones de las nubes. También parece una carretera atestada de baches desde la que salen volando las responsabilidades como si fueran cometas descarriadas, de hondonadas que se encharcan de recuerdos, de encrucijadas por las que tuerce su rumbo. Digo que parece porque si usted la contempla detenidamente, si la despoja de los que aparentan ser chichones, barrancos y curvas, se dará cuenta que no es otra cosa que un camino recto, sin una sola ondulación, sin una intersección en la que se tenga posibilidad de elegir. Recto como dicen que son las carreteras que llevan al infierno, rectico, como diría mi mamá con esa capacidad suya de achicar lo que no tiene extensión, horizontal como el empalme del mar y el atardecer, así es mi vida… y la suya paciente lector o atenta lectora, puesto que estoy casi seguro que usted se cuenta entre quienes piensan que las pérdidas son un retroceso, que los problemas son una desviación del camino. Pero no es así: no es que se haya ido para otro lado, que se haya estancado en el mismo punto o haya dado media vuelta y regresado por donde vino. No señora o no señor; usted no perdió el rumbo: siguió avanzando, sólo que el paisaje es casi igual al de días atrás, pero está más adelante en la línea que une el nacimiento con la muerte. En últimas, así es la vida: tiesa como un riel, inconmovible en su trote de mula resabiada, dirigiéndonos hacia las manos que nos cerrarán los ojos, hacia las piernas por las que perderemos la razón, hacia los hijos que nos esperan en una villa de pescadores, hacia este texto que quizás empuje a una lectora hacia mis caricias errantes o que tal vez encamine a un lector hacia la muchacha que será su esposa con el paso de los días y las circunstancias…

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