Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Errores en el estudio de la OMS

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El reciente estudio de La Organización Mundial de la Salud (OMS), afirma que Colombia es el décimo segundo país latinoamericano en consumo de alcohol. Pienso, con el respeto que merece el estudio, que se equivoca por la incapacidad de calcular la cantidad de alcohol que se ingiere en un año.

En efecto, para que una persona sepa cuánto alcohol ha ingerido, necesita beber el mismo licor.

Esto, como todos sabemos, no se cumple, ni se cumplirá en Colombia gracias a que se acostumbra mezclar tragos. ¿Cuáles tragos? Todos. Acá bebemos cerveza, vino que parece jarabe, aguardiente que sabe a lavadura de cantina, tequila de caja, ron y brandy en un breve paseo por la cuadra. Vecino; tómese un ron, dicen los dueños de la casa adyacente. Venga el ron. Vecino; tómese un whisky, dicen los propietarios de la casa contigua a la adyacente. Venga el whisky. Así hasta que al límite de la cuadra caminamos en eses, sin saber para dónde íbamos y desconociendo la razón por la que salimos. Entonces damos media vuelta para dirigirnos a la casa, recibiendo los mismos tragos, pero en sentido inverso.

Supongamos, en aras de facilitar el debate, que ingerimos un solo tipo de bebida.

Digamos, por decir una cifra, que esta tiene una concentración del 8%. Ahora nace un nuevo inconveniente. ¿Cuántas botellas se bebió? Si se sentara solo en su casa, y las acumulara una detrás de otra, sería fácil hacer la cuenta. Pero el colombiano no toma en la casa. Al menos no lo hace en la propia. Bebe en la calle, mientras va de un punto a otro.

Presumamos que se sienta en la mesa de un bar y que deja sobre la mesa todas las botellas.

Lo malo es que no son pocos los tenderos que les agregan cascos desocupados para aumentar la cuenta. O, si no es el dependiente, son los borrachos de la mesa vecina quienes cambian una botella llena por la desocupada que tienen ellos sobre su mesa. También acostumbran poner un grupo de botellas para aminorar el importe propio y subir el ajeno. De hecho, si el lugar está muy lleno se roban la botella entera y se pierden entre la marejada de piernas y brazos que intentan bailar entre los borrachos.

Establezcamos que nadie roba o cambia las botellas.

Ahora viene el problema de la dosis que ingiera en cada sorbo. Quisiera suponer que ingiere la misma dosis. En Colombia, sin embargo, se bebe directamente del pico de la botella. Así la medida depende del diámetro de la boca del bebedor y el de la botella (o del roto de la caja).

Lo anterior demuestra que es imposible que un colombiano promedio pueda responder con absoluta certeza, cuánto alcohol ingiere en una sola jornada etílica. Imagine entonces el problema que supone hacer los cálculos de un año entero.

Normalmente no recuerda la mitad de las bebetas porque se enlagunó en ellas. ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Qué hice?, se preguntan poco después que se despiertan en una casa ajena, sin ropa, al lado de una mujer igualmente desnuda e igualmente ajena . En algunos tristes casos la laguna desemboca en el asesinato de los compañeros de jarana a causa de alguna pequeñez. Baste citar el caso que fue ampliamente documentado por la prensa amarillista de Bogotá, del joven que amaneció al lado del cadáver del amigo que apuñaló porque cometió la imprudencia de pedir “un vaso de cerveza”, en lugar de “un vaso con cerveza” (bastante peligroso esto de vivir en un país de gramáticos).

En suma, y para no dar más largas, es imposible determinar cuál es la cantidad de alcohol que consumimos en un año, lo que implica que no es fiable el resultado del Estudio de la OMS.

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