Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

El matón del curso

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Los pasos del anciano son torpes, débiles quizás. Algo le dice a un hombre que tiene el brazo en cabestro. El hombre alega con violencia. El aciano le responde (tal vez con insultos). El hombre le da un bofetón y dos puños. El anciano cae y el hombre, no contento con la puñetera, lo patea en el piso. Da dos pasos como si decidiera irse, pero regresa. Se toca el brazo amarrado mientras le dice algo al anciano. Probablemente le anuncia que lo habría asesinado si tuviera el brazo bueno. Le propina el último puño y se va.

El hombre es Jesús Alfonso López S., candidato del Centro Democrático para la Asamblea de Norte de Santander. En la foto del tarjetón tiene la mano derecha contra el corazón. Pero la mano no está abierta, como en el logo del partido. Su mano está empuñada, como si el puño fuera su posición natural.

El Centro Democrático, una vez el video corrió por las redes sociales y por las noticias, lo expulsó. Toda vez que el partido “no tolera irrespeto ni maltrato alguno hacia los ciudadanos, menos cuando se trata de una persona adulta mayor”.

Estas palabras me hicieron pensar si lo dicho por María Fernanda Cabal (quien dijo que ojalá Gabriel García Márquez se fuera al infierno) o lo dicho por Paloma Valencia (quien propuso que se dividiera el Cauca entre indígenas y mestizos) no son formas de irrespeto. Pensé en Nelson Gómez Manjarrez, candidato del Centro Democrático para el consejo de Soacha y quien es acusado de abuso de menores.

Incluso me acordé de quienes votan y defienden el Centro Democrático.

Hace algunos años un compañero de colegio se enfureció conmigo y, en arranque de ira, me dijo por el correo interno que me rompería la cara cuando me viera por la calle. Pero no fue el único que me ha amenazado por hablar mal de Uribe o del partido: algunos foristas me han dicho que me van a mandar a las águilas negras a mi casa.

Hay que decir que ese método no se restringe a los uribistas. En la izquierda, la derecha y en el centro hay hombres y mujeres que comparten la metodología. Más aún: es común ver respuestas violentas entre estudiantes, amas de casa, taxistas, zapateros, etc.

Justamente es esa idea de solucionar problemas con amenazas o disparos la que tiene a Colombia en el abismo. Y hasta se entiende: es más fácil amenazar que aceptar el error. Es más efectivo disparar que argumentar.

Lo triste es que Colombia, entre amenazas y disparos, se transformó en el matón del curso: aquel que pierde todas las materias y que atemoriza sus compañeros a punta de golpes. Quizás exageré: no pierde todas las materias: aprueba educación física porque lo suyo es la fuerza, la resistencia, la disputa. Lo demás (Biología, Inglés, Matemáticas) queda para esos seres extraños que prefiere golpear antes que ponerse en su lugar.

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