Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Dos parpadeos

AncianoManos

Al comienzo me produjo malgenio. Después preocupación.

Primero fueron algunos olvidos, tropezones y equivocaciones. Luego, lo que era ocasional, se hizo frecuente. Algunas veces dejaban encendidos los fogones de la estufa, los grifos abiertos o las llaves metidas entre la chapa de la puerta.

Cuesta aceptar que envejecen quienes fueron héroes en la niñez.

En mi cabeza mis papás aún tienen treinta y cinco años, que es el primer recuerdo que tengo de ellos. En aquellos días yo tenía cinco años y creía que no se equivocaban, que eran perfectos. Su criterio era infalible y sus palabras traían toda la sabiduría que no cabía en mi cabeza.

Pero los años me desengañaron: se equivocaban, cometían errores, no sabían mucho más que otras personas. Algunas veces ignoraban por completo. Fue un desengaño que cobré con gritos y rebeldía. A pesar del maltrato, me tuvieron paciencia. Como la tuvieron con mis torpezas de la niñez o como le siguen teniendo con mis desaciertos de la madurez. De la misma madurez, pienso ahora, que ellos sobrellevaron con dos hijos, sin plata y con problemas.

Al comienzo, decía, cuando empezaron a tropezarse, a dejar encendidos los fogones, me dio malgenio. Después me preocupé.

Ahora agradezco que el planeta haya girado lo suficiente para llegar a los treinta y cinco y que ellos, simultáneamente, vayan rumbo a la niñez. Eso me da la oportunidad de ayudarlos a bajar los andenes que sienten que crecen cada día. De llevarlos de la mano por este mundo que desconocen. De entender, que el mismo parpadeo que les llevó pasar de la madurez a la vejez, es el que me separa de los tropezones y olvidos. Finalmente la vida transcurre en dos parpadeos. Y el primero, al menos en mi caso, empieza a quedar atrás.

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