Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Alborada

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Dedicado a Carolina Moreno

La conoces cuando aún queda inocencia en su mirada y las caderas continúan en su afán de alejarse de la rectitud. Te contempla con curiosidad, te habla con una mezcla de ansiedad y respeto, como si vinieras de otro planeta. “Sólo he conocido niños”, dice. “Simples niños”, repite con ojos que se abren desmesuradamente para justificar los besos a escondidas, las caricias urdidas a la sombra del álgebra. Te vas con ella por historias que se extravían en los horizontes de su memoria embrionaria. Piensas que la vida te espera en la otra orilla de los treinta, en el mismo margen en el que tú estabas antes de desandar los años, de caminar cuesta arriba por senderos cenagosos y caprichosos que te llevaron por la adolescencia y que después te regresaron al Café de luces tenues. Te abruma saber que llegó en el momento en el que estás hundiéndote, saliendo a flote, dando tumbos en el torrente en el que ella hasta ahora está acercándose a la orilla. Le das un largo beso en la mejilla y te vas con la certeza que te alcanzará en algún recodo de ese río que algunas veces es manso y otras irascible…

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Nota: fotografía de Anton Nefedov

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