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Un último día

Santa Marta – Mayo 2015

Hace dos años escribí en estas páginas un blog que titulé “Nos quedan 24 horas” que presentaba un interrogante: ¿Qué haríamos si supiéramos que nos queda un último día de vida? Qué haríamos ese día, a quién buscaríamos, de quién nos despediríamos, qué sería lo último que haríamos y con qué sentimiento en nuestro corazón nos iríamos.  

Tal vez pensar en lo que haríamos nosotros si nos llegara la hora 0 es más fácil que pensar qué hacer si supiéramos la hora cero de nuestros seres queridos. 

Tener la certeza de no volver a ver a esa persona, a ese ser querido es algo muy difícil. ¿Qué haríamos el último día de vida de un ser amado?   

Después de hacer todo lo que estaba en nuestras manos con el cáncer de mi mamá, llegó un periodo en el que comenzábamos a ver su luz apagarse como una velita y no había nada más que hacer que estar a su lado.  Mis hermanas y yo siempre estuvimos ahí para cuidarla, para conversar y para darle gusto en todo hasta en las cosas más simples.   Recuerdo que cuando se acercaba el día de la madre y su cumpleaños siempre lo celebramos de manera especial, pero en aquella época mi hermana Angélica nos dijo que ya éramos conscientes de que ese sería su último cumpleaños y lo celebraríamos de tal manera que nunca lo olvidaría.  

Un sábado, días antes de su cumpleaños, mi hermana le dijo que fuéramos a su casa, que nos invitaba a comer.  Ella llegó, muy arreglada como siempre, y cuando abrieron la puerta estaba toda su familia, todo el apartamento lleno de globos y un gran letrero que decía Feliz Cumpleaños. Recuerdo su sonrisa y alegría en su mirada al saludarlos a todos. Luego llegaría la Tuna cantando sus boleros y sus canciones favoritas y ella con lágrimas en sus ojos de emoción. Esa noche estuvo feliz. Al día siguiente era el día de la madre y entre los regalos, había uno muy especial, los tiquetes de avión para irnos unos días a Santa Marta a celebrar su cumpleaños. A mi mamá le encantaba el mar, la playa, ver el cielo, la buena comida y estar en familia.   

Luego de esa época las cosas comenzaron a complicarse, como era de esperarse con esta enfermedad y no pudimos volver a viajar, sin embargo seguimos en nuestra idea de darle gusto en todo. Un día amaneció con antojo de desayunar huevos benedictinos.  En esa época (hace un poco más de 4 años) no existía rappi y era un día entre semana y no todos los restaurantes tenían el servicio de Brunch, pero al día siguiente le llegó su desayuno del restaurante que tanto quería y los disfruto. Por precaución le preguntamos a su médico si estaba bien ciertas comidas y él siempre nos recalcaba que había que darle gusto.  Incluso un día antes de partir, yo quería darle una comida que le gustara y pedí su pizza favorita, acompañada de Té chai y le encantó, fue su última comida. 

Al final la vida no es más que un equilibrio entre cuerpo, mente y alma y esas tres debemos alimentar.  Los abrazos, los consentimientos, las visitas, los cuidados, los cariños, siempre estuvieron presentes.  Mi hermana le hablaba de lo que ella podía hacer con su mente para sentirse mejor y le llevaba algunos libros para leer.  Mi otra hermana siempre le llevaba el almuerzo todos los días y a ella le encantaba su sazón.  Mi hermana desde Canadá la llamaba todos los días.  Y mis sobrinitos le llenaban el espíritu de amor, porque nunca he visto un amor tan grande de una abuelita hacia sus nietos, como el de mi mamá con mis sobrinitos.   

Yo reconozco que, en medio de una enfermedad tan difícil como el cáncer, haber podido despedirnos de nuestros papás y estar a su lado hasta el final, ha sido un regalo, obviamente se que uno se puede preparar para la muerte, pero jamás para la ausencia, pero poder despedirnos es un proceso totalmente de profundo amor y aceptación.  

Hace unos días falleció la mamá de mi amiga Ximena Corrales, que libraba también un cáncer muy difícil y peor aún en medio de la pandemia y de este aislamiento social, el cual hace todo esto mucho más difícil.  Su mamá ya estaba muy malita, pero un día Ximena me llamó y me contó su plan: Recogería a su mamá temprano y la llevaría a saludar un minutico a sus amigas del alma para que se despidieran, obviamente con todos los protocolos de seguridad. Fue casa por casa y cada amiga salía a la puerta a saludarla.   Lo hizo y tanto su mamá como sus amigas, estaban felices de haberse podido ver por unos minutitos. Su mamá se fue el lunes pasado, rodeada de su esposo y de sus hijas.

Hoy que su mamá no está se que para Xime también será un lindo recuerdo que durará por siempre, de haber podido llevar a su mamá a despedirse de sus sus amigas de toda la vida. 

Creo que no hay nada más bonito que hacer feliz a alguien con pequeños detalles, esos que dicen sin palabras “sé que esto es importante para ti y tu lo eres para mi”.  Nada se compara con el tiempo que se le dedica a otro, estar a su lado, escucharlo, conocer sus gustos, qué lo alegra, qué lo hace feliz. Nada se compara con el tiempo que se le dedica a un ser querido.  Un almuerzo, una charla corriente, un saludo y más cuando sabes que el tiempo ya se está acabando y pronto no habrá más oportunidad…  

¿Qué harías para que los últimos días de un ser querido fueran inolvidables?

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