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Sorprender y aprender

Foto de Diana González

Todas las tardes pasadas las 6 salgo a pasear a Copito, me encanta salir a esa hora, la brisa de la tarde, ver cómo va cayendo el sol, como van saliendo las primeras estrellas, como se van encendiendo las luces en los edificios… Siempre me fijo en los apartamentos que van prendiendo las luces y me imagino conversaciones o momentos entre las familias al llegar el final del día… ¿Cómo habrá sido su día? 

Hace unos días salí como cada tarde y entré a un parque muy bonito, siempre veo las mismas caras, los mismos perritos y los mismos celadores del parque.  Esa noche estaba haciendo un helaje bárbaro, de esos ventarrones fuertes, esos que de vez en cuando nos sorprenden en Bogotá.  Mi perrito Copito se detenía en cada arbolito, íbamos a paso lento, disfrutando el paseo. Estaba haciendo tanto frío que pensé en porqué no me había puesto otro saco que me calentara más…  En esas sale de la caseta del parque la celadora de siempre, me saludó y saludo a mi perrito.  Se sentó en la banca del parque e iba saludando a la gente que se le cruzaba.    Luego ví que se le acerca una mujer joven que llevaba en sus manos un plato de sopa, muy caliente por el humo que salía, caminaba lentamente, como intentando que no se le fuera a regar y se lo entregó a la Celadora. Le dijo que era sopita de legumbres con pollo. Y la señora celadora se puso contenta, abrió sus ojos y dijo: Gracias. Ahí mismo, a pesar que salía mucho humo del plato, se quitó el tapabocas y comenzó a tomar la sopita. Olía delicioso, como esos calditos que tienen mucho cilantro y cebolla larga….  Apenas para ese frío.   

Me encantó ver la cara de sorpresa de la celadora y ver como un detalle tan simple de compartir una sopita se convierte en algo tan especial pero, también me gustó la alegría de quien la entregó.   

Ayer mi hermana Angélica preparó unos sándwiches de pollo y juguitos de cajitas y fuimos a repartirlos a personas que nos encontráramos en los semáforos o que viéramos en la calle. Me sorprendieron varias cosas que me dejaron muchas enseñanzas:  

Fuimos por la calle 153 para tomar la 19 y vimos un señor con una niña en brazos que estaba profundamente dormida y bajamos el vidrio y le preguntamos si quería sándwich y nos dijo que si. Le dimos dos, uno para él y otro para la chiquita que, calculando, tendría por ahí tres años.  El señor nos lo recibió y seguimos, había mucho tráfico. Vimos que el señor se fue al separador y entregó los dos sandwich a una muchacha que estaba ahí con otra niña. Ahí mismo ellas lo abrieron y comenzaron a comer.  Entonces lo llamamos de nuevo y le dijimos que lo vimos que le entregó su sándwich a otra persona y no comió él y nos respondió que era la hermana y que prefirió dárselo a ella para que comiera.  Entonces le dimos otros dos y se puso muy contento.  

*Quitarse el pan de la boca para dárselo a sus seres queridos. Eso es amor. 

En esa misma calle estaba un señor vendiendo limpiones, estaba super cargado y pasaba carro por carro ofreciendo sus limpiones, aunque estaba mejor vestido que el otro señor, le preguntamos que si quería, inmediatamente dijo que claro. Se sentó en una banca, acomodo su mercancía abrió el juguito y el sándwich y se puso a comer. 

*Nadie sabe la sed con que otro vive. 

Cambió el semáforo, pero el trancón era imposible o más bien era perfecto para encontrarnos con las personas que debíamos encontrarnos. Pasaba un señor vendiendo Gerberas de color naranja preciosas y otra flor que no se cómo se llamaba, pero eran hermosas. Entonces mi hermana le pitó y él se acercó a ofrecernos las flores, le dijimos que muy lindas pero que no teníamos para comprarle pero, que si quería sándwich y dijo que sí. Mi hermana le preguntó – ¿usted con cuantas personas está? Y dijo -pues yo solo, pero están allá los trapacistas- entonces le pedimos que los llamara y se nos acercó uno de acento chileno.

*Pensar no solo en el beneficio propio sino en el de todos. 

Seguimos nuestro camino y nos encontramos a una señora por la 140 con 19 vendiendo bolsas de basura y nos detuvimos y le preguntamos lo mismo que a todos y dijo que sí y que estaba sola y que gracias.  

*Decir la verdad y no aprovecharse de la situación. 

En fin, pasaron muchas más personas, muchas miradas, muchas sonrisas, fue un momento muy especial.  No le cambiamos la vida a nadie pero si hicimos que tuvieran un momento especial. Y muchas cosas que aprender.  

Yo quiero proponerles algo:  Si cada familia hiciera una vez al mes una preparación de algo, perros calientes, empanadas, tamales, sándwiches, entre otras cosas y saliera a repartirlos en su barrio a las personas que se paran en los separadores que la están pasando mal, que trabajan en los semáforos vendiendo bolsas, limpiones, flores, jugos, bebidas, lo que sea, creo que podríamos contribuir a que nadie se acueste sin comer.  

A veces decimos que esperamos ayudar cuando tengamos más o estemos un poco mejor económicamente, pero desde lo que tenemos podemos hacer mucho y sorprender a alguien y aprender de muchas personas.  

“No podemos ayudar a todos, pero cada uno puede ayudar a alguien”

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