Cuando alguien muere queda un vacío enorme. Hay días que uno extraña su voz, las conversaciones, la presencia, ciertos momentos, el saber simplemente que estaban ahí. Todo cambia en nuestra vida cuando perdemos seres amados. Nada vuelve a ser igual, las celebraciones, la navidad, todo cambia… Uno con el tiempo vuelve a sonreír pero es como si al corazón le faltara un pedacito. Podrán pasar los días, los años, pero ante la muerte de seres queridos solo podemos hacer las paces con las ausencias y aprender a vivir sin ellos. Es una tarea difícil que a veces pasa como por una montaña rusa, hay momentos donde se extraña más que otros, hay días de días.
Hace tres años a los pocos meses luego de morir mi mamá, estaba haciéndome unos exámenes médicos y cuando salí me encontré a una señora, de aproximadamente 65 años, como si estuviera esperando a alguien y estaba hecha un mar de lagrimas. Me le acerqué y le pregunté en qué le podía ayudar. Y no paraba de llorar con un sentimiento profundo. Así que me le senté al lado y como que sentía su dolor, era incapaz de dejarla sola. Así que le pregunté si podía llamar a alguien, qué podía hacer por ella. Luego de algunos minutos se calmó un poco y me dijo –Mi Marido murió- Yo me quede en silencio, no pronuncié palabra para no interrumpirla, pues parecía que quería contarme algo más. Me dijo que acababa de salir de Colmedica de cita con el psicólogo y que una de sus hijas la iba a recoger. Me dijo que ella extrañaba mucho a su esposo que habían sido 45 años juntos y que cuando él enfermó del corazón ella lo cuido, estuvo a su lado pero cuando él comenzó como a despedirse, a agradecerle por los años juntos, por los hijos que tuvieron, le pidió perdón por los malos ratos, que ella había sido la única mujer que había amado en la vida y se lo repetía una y otra vez. Ella lo interrumpía y le decía que no le dijera esas cosas, que todo iba a estar bien. El dolor que sentía en su alma, era que tenía remordimiento, porque ella no le dijo lo mucho que lo amaba, pero no era porque no lo amara, sino porque estaba pendiente de rezar el rosario, de que le hicieran el milagro de sanarlo, de atenderlo pero que nunca se imaginó que eso fuera a suceder. El esposo había muerto 8 meses atrás y me decía que ella lo sentía en la casa, lo sentía a su lado pero que sus hijas y vecinos le decían “tiene que dejarlo ir”, que si lloraba él no descansaría en paz, entre otras cosas… Entonces la interrumpí para preguntarle cómo sentía su presencia. Me dijo que era como si él estuviera junto a ella, que sentía su olor, que se soñaba a veces con él y que sus hijos estaban preocupados por ella y que por eso la habían enviado al psicólogo. Yo le dije que la entendía, que comprendía su dolor pero, que si ella quería llorar, llorara con toda el alma, si sentía a su esposo cerca de ella, lo sintiera con toda el amor. Ahí se me quebró la voz y me puse a llorar y ella también, solo me animé a decirle que la entendía, que comprendía su dolor. Luego de algunos minutos se acercó el carro de la hija y ella sacó de su cartera rápidamente una polvera y me dijo que sus hijas no podían verla llorar. Me agradeció que la escuchara y se subió al carro de su hija. Jamás la volví a ver. Pero recuerdo su cara y el dolor con que rodaban las lágrimas por sus mejillas. Eran lagrimas de amor. Hoy escribiendo este blog me acorde de ella y de su historia.
Por estos días que se celebra el día de muertos estaba pensando cómo sería de diferente la muerte si cada 1 de noviembre nos permitieran reunirnos por un ratico con nuestros seres queridos que ya han partido. ¿Qué les diríamos?, ¿Cómo sería ese encuentro? Tener la oportunidad de volvernos a abrazar, de hablar, de compartir lo que nos pasa en la vida, eso sería algo maravilloso y poder decirnos una vez más lo mucho que nos queremos y extrañamos… sería un instante de amor y agradecimiento.
¿Se imaginan que todo fuera como en la película Coco? Cada día de muertos nosotros en la tierra hacer una ofrenda, poner los retratos de nuestros ancestros, velitas y algo de lo que más les gustara en vida, para que ellos pudieran cruzar y venir a vernos. De esa película lo que más me encanta es el hecho que nos hace caer en cuenta que aunque nuestros seres más amados se mueren y es inevitable, mientras los recordemos y contemos historias de sus vidas, anécdotas, instantes que vivimos con ellos, nunca morirán del todo. Es como si el recuerdo y el amor fuera lo que nos mantuviera unidos pase lo que pase.
Yo recuerdo muchas cosas de mis papás: La voz de mi papá, su caligrafía era linda, la manera de hacer los huevos revueltos al desayuno, la sangría que preparaba los primero de enero, su bagaje cultural que siempre me asombró. Recuerdo el sazón de mi mamá que cocinaba delicioso, la elegancia a la hora de servir la mesa. Las conversaciones, los detalles que tenía con nosotras, la manera cómo nos consentía, que podíamos hablar con ella de lo que fuera, que nos entendía sin juzgarnos y su manera de siempre estar perfectamente maquillada y arreglada hasta el último día.
Como la canción que sale en la película, interpretada por Carlos Rivera
Recuérdame hoy me tengo que ir mi amor
Recuérdame, no llores por favor
Te llevo en mi corazón y cerca me tendrás
A solas yo te cantaré soñando en regresar
Recuérdame, aunque tenga que emigrar
Recuérdame, si mi guitarra oyes llorar
Ella con su triste canto te acompañará
Hasta que en mis brazos estés, recuérdame
No tenemos certeza de lo que pasa del otro lado, si nos pueden o no ver, si están con nosotros, si su energía y su amor nos acompañan y trasciende diferentes planos… eso hace parte de los grandes enigmas de la humanidad.
Tengo la foto de mis papás en mi escritorio y las veces que me siento triste o que algo no anda bien en mi vida, los miro como preguntándoles qué debo hacer o pidiéndoles que estén conmigo o que me iluminen. A veces siento que me escuchan… es como si en las fotos percibiera un brillo en la mirada, como si me dijeran que están ahí. No sé qué tan verdadero sea pero me tranquiliza. Esta semana hablando de este tema con una de mis hermanas, me decía que ella en su casa, todos los días ve los portarretratos de mis papas y los saluda en la mañana y antes de dormir se despide y es como si ellos estuvieran presentes en el diario vivir.
Lo cierto es que mientras los tengamos en el corazón y en el recuerdo siempre estarán con nosotros…
Si te dieran la oportunidad de volver a ver a tus seres queridos que han partido de este mundo, ¿qué les dirías?
Les dejo esta linda canción: Recuérdame
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