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No todo es lo que parece…

Una mujer estaba esperando su vuelo en una sala de espera del aeropuerto. Aún le quedaban tres horas antes de abordar, así que decidió pasar por una de las librerías y compró un libro para matar el tiempo, luego compró un Café y una caja de galletas de chips de chocolate. Decidió entrar a sala de una vez y ponerse a leer.   Al lado del asiento donde estaba la caja de galletas se sentó un hombre que abrió una revista y comenzó a leer. Cuando ella tomó la primera galleta, el hombre también tomó una. Ella se sintió indignada, pero no dijo nada, solo pensó “qué tipo tan descarado”.

Cada vez que ella tomaba una galleta, el hombre también tomaba una. Aquello la dejaba tan indignada que no conseguía ni concentrarse en el libro ni reaccionar. Cuando quedaba apenas una galleta, pensó “ahora lo que me falta, que se coma la última galleta”.  El hombre continuaba concentrado en su revista, cuando vio que quedaba una sola galleta, la partió en dos, dejando la otra mitad para ella. Pero ahí la mujer se puso supremamente furiosa, aunque no le dijo nada, cogió sus cosas y se fue a buscar otra silla, lejos del señor abusivo comedor de galletas, pero de lejos le tomó una foto.  Estaba furiosa, se sentó, acomodo sus cosas en la silla de al lado y para desahogarse llamó a su mamá y le contó lo que le había pasado. Luego hizo una publicación en sus redes sociales contando lo sucedido, publicándola con todo y foto. Luego le escribió por WhatsApp a su novio y le contó, concluyendo que la gente es irrespetuosa, abusiva etc.  

Aún le quedaba una hora y media para abordar, así que respiró, decidió abrir su libro y ahora si leerlo en paz. A los pocos segundos se da cuenta que entre los paquetes que ella misma acomodó a su lado, está la caja de galletas, todavía intacta.  Sintió tanta vergüenza. Ella era la que se le estaba comiendo las galletas al señor. Agarró sus cosas y fue a buscar al señor para ofrecerle disculpas, pero ya no estaba en su silla.  

El hombre había compartido sus galletas sin sentirse indignado. Ella recordó que hasta partió en dos la última que le quedaba, para no dejarla a ella sin galleta. De ser el señor abusivo, se había convertido en el señor más noble que se hubiera topado en su vida y le dejó varias lecciones.  Luego borró la publicación en sus redes sociales, pero para ese momento ya tenía más de 100 comentarios y la foto del señor rodando por toda la red.    

¿Qué pensaría esta mujer si luego de comerse las galletas del señor, equivocadamente porque no lo hizo apropósito, se viera en redes sociales, catalogada como una “abusiva” robadora de galletas?… Las redes sociales tienen muchas cosas buenas, pero son un arma de doble filo.     

Las cosas que pasan a diario nos tienen en un estado de alerta, de indignación por todo, que estamos listos a reaccionar, a divulgar, a pelear, a publicar, antes de pensar y analizar las situaciones que vemos.  

Cuando era niña en el programa Plaza Sésamo, en la versión mexicana, que pasaban en nuestra televisión  en los años 80 pasaban cortes, como «El Conde Contar«, «Quiero pasar la calle» o el video desde Monserrrate: “Soy Juanita Arbeláez, Vivo en Bogotá y esta es mi ciudad” No se si lo recuerden. El caso es que había un corte que mostraba a una niña con un globo en la sala de su casa y ella quería reventarlo. Pero antes de reventarlo, pensaba: “Si reviento el globo, mi hermanita se va a asustar con el ruido, va a soltar el muñeco con el que está jugando, el gato que está a su lado, debajo de la mesa, va a salir corriendo y va a tumbar el jarrón de la mesa, mi mamá me va a regañar y no me va a dar la torta de vainilla que esta horneando».  Era algo más o menos así.  Eso me quedó grabado: La importancia de pensar en las consecuencias, antes de actuar.

Lo mismo antes de juzgar.  Esto que digo es bien complejo y lo digo por experiencia propia, porque en todo lo que escribo me toca a mi primero:

Hace unas semanas iba manejando y quería entrar al parqueadero de un centro comercial y vi un carro detenido en la entrada, pero no en disposición de entrar sino como parqueado… Yo esperé un tiempo prudencial y nada que se movía, entonces  pítele y pítele para que se moviera… toda indignada porque el señor para mi, todo fresco estacionado… y resulta que estaba esperando a una señora de la tercera edad, para subirla al carro. El señor tuvo que correr el carro para que yo pudiera entrar y luego si ayudar a subir al carro a la señora. Me dio vergüenza.  Y todo porque no me fijé y lo juzgué apresuradamente.  

Y esto ocurre porque andamos prevenidos, listos a reaccionar y cómo uno ve tanta gente conchuda en las calles pues uno está en alerta de reaccionar y eso no está bien, uno debería siempre irse por el lado amable y ser más tolerantes.   

Tal vez las cosas no sean como uno cree.  A veces nada es lo que parece. 

En Twitter: @AndreaVillate

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