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Los buenos deseos

Quienes muy amablemente me leen cada domingo saben que les cuento a través de mis columnas algunas situaciones que ocurren en mi vida, unas buenas, otras no tanto, incluso también comparto historias de otros que se han cruzado en mi camino.  Siempre trato de hacer una reflexión personal de las cosas que veo, con el fin que lo que he vivido no pasen en vano, haciendo una bitácora de los momentos más relevantes de mi vida donde he aprendido las más grandes lecciones.

El viernes en la tarde iba a hacer unas compras, tenía pico y placa así que decidí ir al supermercado caminando, reconozco que el plan de salir a caminar no es de mis fuertes, no lo disfruto mucho, pero cuando sucede estoy muy atenta a lo que veo en el camino: el paisaje, los olores, la naturaleza, el clima, las personas, todo.   Hacía una tarde maravillosa, típica de diciembre en Bogotá, con una suave y tibia brisa que llegaba de vez en cuando. Iba cruzando el parque y me encontré a un grupo de niños que estaban discutiendo un gol. Unos decían que  tenía posición adelantada, otros que no.  Sin embargo, ambos equipos se notaban tan contentos disfrutando la tarde de fútbol que al final parecía que lo que menos importaba era si había sido gol o no.

Seguí caminando, muchas personas vendiendo farolitos, velitas, papeles de regalo a la entrada del Éxito.  Entré y vi haciendo fila en la sucursal de Western Union a una señora muy joven, morena, con una cadena en su cuello donde colgaba un corazón morado, que me pareció lindo. Tenía una cara de preocupación y sus ojos cristalinos como si hubiera llorado. Estaba acompañada de dos niños, creería yo que eran sus hijos, uno como de 12 y otro como de 5. El de 12, la rodeaba con sus brazos en la cintura y la miraba con tristeza.  El otro niño jugando con un una pelotica, tal vez sin notar la preocupación que los rodeaba. Las ventajas de ser niño, pensé.

Tomé lo que necesitaba y fui a hacer cola en la caja rápida.  En una de las cajas estaba una señora joven, con gorrito, muy delgada, seguramente un cáncer tal vez la estaba aquejando. Pago su mercado e inmediatamente se fue a la droguería. Se veía visiblemente cansada pero, su mirada se veía en paz, reflejaba tranquilidad.   Y pensé que tal vez ésta podría ser su última navidad… Se me hizo un nudo en la garganta, baje la mirada y desde mi corazón le mande una ráfaga de luz blanca, para que fuera lo que fuera que estuviera pasando en su vida no perdiera la paz de su mirada.

Salí del supermercado y me encontré de nuevo a la señora del Western Unión, estaba hablando por celular y se veía más tranquila y le dijo a sus hijos ¿Quieren perro caliente y gaseosa? Y los niños emocionados dijeron que si.  Ahí pude notar su acento venezolano y en mi imaginario pensé, que de pronto alguien le había mandado un giro que estaba esperando, tal vez para poder comer, entre otras cosas y por eso la emoción de los niños al decirles que comerían perro caliente y gaseosa.   Les mande mucha luz, desee para ellos que sigan  teniendo esa alegría en sus rostros juntos y que pudieran tener lo que necesitaban.

Seguí mi camino de regreso a casa. Los niños que jugaban fútbol seguían jugando felices… no supe si fue válido o no ese gol. Lo cierto es que se veían felices y eso es contagioso. Me dio alegría verlos. Con una luz brillante, como si yo fuera un hada madrina de cuentos de Disney les desee, desde mi corazón, que no perdieran esa alegría cuando fueran creciendo y nunca dejaran de disfrutar el proceso, independiente del resultado.

Como ya lo he escrito en estas mismas páginas, considero que la vida no es meramente una serie de accidentes o coincidencias sin sentido, sino más bien un conjunto de acontecimientos que culminan con un plan, exquisito y sublime (aunque muchas veces no nos parezca muy exquisito ni muy sublime)  Nadie se puede escapar de lo que le toca vivir, para bien o para mal. Todo lo que nos ocurre tiene una razón de ser.  La vida se vive hacia adelante pero, solo se entiende hacía atrás.

Cuando alguien me cuenta alguna situación en la que no puedo hacer físicamente nada para ayudarle, siempre que pienso en esa persona le mando luz, como para que encuentre prontamente la solución o le ilumine mientras pasa la tormenta. Si sirve o no, no lo sé… pero confío.

Tengo la costumbre por esta época de realizar unos retos personales que llevo a cabo cada semana de diciembre y los he hecho públicos desde que tengo este blog, de hecho, éste sería el 3er año. Hoy les cuento el reto que me he propuesto esta semana por si algunos de ustedes quisieran unirse, haciéndolos a su manera.

Nadie sabe lo que hay dentro de cada quién, qué dolores les queja, qué les duele el alma, qué cicatrices tienen en su pecho, qué les falta en su vida o qué equipaje pesado llevan sobre su espalda.   El reto de esta semana es mirar detenidamente con compasión a la gente que  nos cruzamos, que nos llama la atención por algún motivo y desde lo más profundo del corazón mandarle luz que le ilumine a esa persona el camino por el cual esté transitando.   Y mirar aún con más amor, comprensión y solidaridad a las personas de nuestra familia, porque en ocasiones aunque estemos muy unidos, no sabemos qué les aqueja, qué les duele.  Como si tuviéramos el poder de iluminar la vida de otras personas, mandando luz desde lo más profundo.

Qué tal que creáramos una atmosfera de amor y buenos deseos entre unos y otros, así nos conozcamos o no… No se trata de actitud mental positiva, se trata de desearle a otros que encuentren luz en la situación donde les falte.

No es otra cosa más allá de pensar en otro y encender una vela en nuestro corazón en su nombre.

En Twitter: @andreavillate

En facebook: andreavillateperiodista

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