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Envejecer

Cuando era niña me gustaba cumplir años, me emocionaba que llegara diciembre porque todo era alegría, villancicos, regalos y mi cumpleaños. Pero de unos años para acá no ha sido muy emocionante, no lo digo por las celebraciones ya que siempre he contado, por fortuna, con mi familia quienes hacen que ese día sea especial desde el desayuno hasta la cena, al igual que unos cuantos amigos que no dejan pasar esa fecha, con una llamada, con un mensaje o con un lindo detalle. 

Envejecer es duro y no solo por los cambios físicos que se evidencian al pasar la vida, sino por el hecho de girar la vista atrás y ver que muchos sueños que se tenían o imaginarios de lo que sería la vida, finalmente no fueron.  Sin embargo llevo meses pensando que vivir una vida diferente a la soñada es parte de la vida, para todo hay un plan A, B, C y hasta D y más allá. Al pensar en lo que pudo ser y no fue, ya no lo veo con nostalgia, considero que todo tiene una razón de ser. Todos tenemos un plan “perfecto” (Nos guste o no)  que debemos cumplir aquí en la tierra.  Al Final la vida siempre da revancha, si no es una cosa, da otras que compensan y le dan valor a nuestra presencia en este mundo, que más que tener un ideario de vida es cumplir a cabalidad lo que venimos a aprender y a otorgar a otros seres humanos, partiendo siempre de la base de no hacerle daño a nadie y de aceptar lo que no está en nuestras manos cambiar.  

Uno de los mayores aprendizajes que he tenido en estos cuarenta y tantos años de vida, fue el de dejar de pelear con el destino. Acepté lo que tenía para mi, claro, tenía que seguir remando, pero el viento y el camino que las olas forjaban a su paso, no dependían de mí. No solté los remos, pero dejé de pelear por los puertos a donde fui a parar. 

Leí a alguien hace poco que escribió que cuando le preguntaban qué edad tenía no sabía qué responder, sino que enumeraba una serie de experiencias y aprendizajes que le daban más valor que una simple cifra.  Como dice un poeta que lo importante no es cuántos años tenemos sino en cuántos de ellos hemos vivido. Todos hemos tenido otoños tristes, otoños alegres, primaveras exitosas otras de fracasos y con seguridad algunos veranos e inviernos excelentes. 

Guardo en mi corazón 11 abrazos memorables, 2 de ellos irrepetibles porque quienes me los dieron ya no están en este mundo.  Guardo 3 consejos recibidos que entendí demasiado tarde. He tenido en mi vida más de 5 miradas que me han hecho sonreír y una que siempre me derretía el alma. Guardo un “Te amo” arriesgado que dije, sabiendo claramente que a quién se lo escribía no me amaba y aún así me sentí bien al decirlo.  

Tengo tres “Lo siento” de quienes me hicieron daño. Dos de ellos recibidos en correos electrónicos una noche de navidad y otro hace pocos años años de alguien que me dijo que no aguantaba el remordimiento por el daño cometido, el cual nunca supe a ciencia cierta qué fue. Aunque no enmendaron el error, valoré que se disculparan porque finalmente es de valientes reconocer un error. 

Tengo varias historias hospitalizada, donde siempre estuve acompañada y otras cuidando a seres queridos. Tuve más de 20 madrugadas pensando en lo que pudo ser y no fue.  Tengo unos cuantos besos, pero sólo me acuerdo de uno. 

Tengo varias noches sin poder dormir y algunas lágrimas gastadas en cosas que no valían la pena y otras muy tristes en situaciones que merecía llorar durante años. 

Guardo 6 carcajadas de esas que te hacen volver a reír cuando te acuerdas, una de ellas hace poco. Y un montón de sonrisas que di por compromiso. Tengo 2 deseos de infancia que nunca podré cumplir. Tengo un error que volvería a cometer y  más de 5 de los que me arrepentiré toda la vida.  Tengo miles de momentos de charlas, pero pocas como aquellas acompañadas de unos cuantos vinos.  Tengo algunas palabras que dije en un momento de mal genio y me arrepiento porque herí a quienes más quiero. 

Tengo varios conciertos que quedaron grabados en el corazón no solo por el artista sino por la compañía. Guardo una locura que hice por conocer a mi artista favorito de todos los tiempos, que volvería a cometer una y otra vez. Recuerdo más de mil canciones y a varias les tengo una historia. Guardo 8 películas que marcaron mi vida y sembraron la ilusión de que el amor es la fuerza más poderosa del mundo.  Tengo 20 tardes viendo caer el sol y la vida pasar y las estrellas salir.  Tengo 2 «adiós» que nunca hubiera querido pronunciar.  Tengo tantas cosas que dije que mejor hubiera callado.  Y tengo tantos momentos que hubiera querido actuar diferente, pero esa es la vida. “La vida se escribe en borrador y no nos es dado corregir sus páginas”.  

Al mirar hacia atrás me he dado cuenta que si no hubiera pasado por todo esto, tal vez no hubiera aprendido las lecciones más grandes de mi vida.  Y sí, la verdad es que aunque hay cientos de detallitos que aún estoy en proceso de pulir… mucha razón tenía el músico y compositor británico David Bowie:  

“Envejecer es un proceso extraordinario en el que uno se convierte en la persona que siempre debió haber sido”

 

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