Día tras día, los representantes del gobierno hablan de los beneficios de tener una moneda devaluada, de hecho, ante los medios se muestran muy cómodos por la situación actual de Colombia, y lejos de mostrar los grandes retos a los que nos enfrentamos, están expresando la situación actual casi como una “bendición” para nuestra economía.
Básicamente, hoy quiero expresar algunas razones por las cuales creo que el gobierno está instalando una cortina de humo, con el fin de disuadir la ola de críticas que se vendrían si la población conociera la realidad a la cual nos enfrentamos.
Pero antes de esto, quiero que tengan en cuenta un factor fundamental para comprender la situación: La devaluación de la moneda de un país, es como la fiebre para un ser humano, simplemente un síntoma de que las cosas andan mal.
¿Por qué las cosas andan mal?
En un mar casi interminable de argumentos que van desde la debilidad de las instituciones, en donde prima el interés particular sobre el general, hasta el abandono de la industria colombiana para enfocarnos en la explotación de recursos no renovables; Me quiero enfocar en tres factores que engloban en gran parte los inconvenientes actuales: Síntomas de una enfermedad holandesa (dedicar la economía a la explotación de un recurso natural, olvidándonos del resto de sectores de la economía), debilidad en las cuentas externas (necesitamos muchos dólares para pagar nuestras deudas, pero la economía no está en la capacidad de producirlos) y la debilidad de las cuentas fiscales del gobierno (nos estamos gastando más de lo que en realidad podemos pagar como país).
Cuando hablo de enfermedad holandesa, me refiero específicamente a la dependencia que ha generado el país sobre el petróleo, un activo en el cual no somos potencia a nivel mundial, y por ende somos dependientes del vaivén de sus precios. En los últimos años el petróleo representó cerca del 66% de las exportaciones colombianas, y más del 40% de la inversión extranjera directa, siendo una fuente exorbitantes de divisas que hizo que el dólar llegara a los niveles mínimos de la última década, en términos de pesos colombianos (sumado a esto estaba la debilidad de Estados Unidos). No pensamos en los exportadores de bienes no tradicionales (producto terminado), por lo que con un dólar tan barato y con los bajos incentivos para la industria colombiana se dio la mezcla perfecta para que exportáramos menos productos producto terminado y más materia prima, dándonos una economía con crecimientos notables en el corto plazo, pero con grandes vulnerabilidades a futuro.
Con un dólar barato durante 5 años, las necesidades de los colombianos fueron suplidas a través de las importaciones, dejando a un lado la industria y no ofreciéndole ningún tipo de garantía para que incrementaran su productividad, lo cual nos llevó a un desbalance en términos reales, si excluimos el efecto del petróleo.
Importábamos mucho más de lo que exportábamos si no teníamos en cuenta el petróleo, es decir, necesitábamos más dólares de lo que producíamos, pero nadie lo veía como un riesgo porque teníamos la caja registradora del “oro negro”.
Como es bien sabido, la economía está compuesta por ciclos, y estos años de bonanza si no eran bien administrados, nos dejarían en muy mala posición cuando ocurriera lo impensable: un petróleo con precios bajos.
Ocurrió lo que nadie veía venir, pero nadie se preocupó. La caída en los precios del petróleo trajo consigo una inmediata devaluación del peso colombiano, lo cual en primera instancia nos hacía pensar que las importaciones iban a caer; Pero ¿Cómo reemplazamos todos los productos manufacturados que consumimos, si la industria colombiana no está preparada para producirlos? Evidentemente no se ve la posibilidad de sustituir todo lo que consumimos importado, la única salida es que asumamos como consumidores un mayor costo de vida. Es decir, o dejamos de consumir, lo cual traería una pérdida del dinamismo en la economía, o asumimos unos costos más altos por los productos importados.
Era tan claro que el gobierno no veía ningún tipo de riesgo en su economía en los años anteriores, que incrementaron su nivel de gasto con el paso de los años, haciendo proyectos con la expectativa de financiarlos con la caja registradora petrolera. Pero súbitamente, el precio del petróleo cayó y esto hizo que el déficit fiscal se aumentara a niveles por encima del 2.2% del PIB (Por encima de la regla fiscal o nivel máximo que se había impuesto con anterioridad)..
Principalmente lo que esto nos dice es que el gobierno se endeudo sin programar bien sus ingresos, y le queda una sola salida para suplir el dinero que se les fue por la renta del petróleo: Aumentar los impuestos de las empresas productivas. Esta medida, aunque sobre el papel parezca muy fácil, es de altísimo riesgo, ya que un aumento en la carga impositiva frenaría la intención de crear nuevos proyectos, y podría hacer migrar los recursos del extranjero que tenemos actualmente, ya que se harían menos rentables relativamente, es decir, podríamos entrar un des aceleramiento fuerte de la economía colombiana.
Con este panorama, ¿De dónde saldrán los recursos faltantes del gobierno? Probablemente del actor más pasivo de este conflicto: la población común. Se escuchan intenciones de incrementar el IVA, bajar el tope de ingresos para el pago de impuesto de renta, entre otros, que podrían tener grandes repercusiones en el mediano plazo.
Para finalizar les dejo este dato: el endeudamiento externo de Colombia, hoy es superior a los 100.000 millones de dólares, si comparamos Julio del año pasado con julio del presente año, el costo de esta deuda se ha incrementado en un 54%. ¿Es un buen negocio ser una de las monedas más devaluadas en el mundo?.