Las palabras y las cosas

Publicado el Diego Aretz

La guerra es la continuación de la política por otros medios.

Uno de los problemas con Vladimir Putín es tratar de entenderlo sin entender lo que ha sido la política Rusa de los últimos 20 años, Europa debería escandalizarse más a menudo con las intervenciones que suceden en el mundo y no solo con las que suceden en Europa.

Hablar de esta nefasta doctrina del «intervencionismo» es problemático cuando hablamos desde un país como Colombia, con la doctrina de cooperación que hemos mantenido con los Estados Unidos. Si bien hay que señalar lo errático de la invasión a Ucrania, la violación al derecho internacional y la amenaza para las sociedades liberales, para las democracias europeas. Hay que pensar que lo que Putin y su círculo oligárquico quiere de Rusia con la invasión a Ucrania plantea una nueva y vieja* doctrina de la guerra por encima de diplomacia, y de ejercer la política por vías de hecho. Putín invade Ucrania porque cree que puede hacerlo sin perder. Nadie inicia una intervención militar para perder, la apuesta Rusa es ganar.

Ya comenzamos a ver los bombardeos diarios, la expansión de la violencia militar, las bajas de civiles que nada tenían que ver con la guerra. Y el problema de la guerra es que para analizarla en lo que la guerra es, tendríamos que renunciar a nuestros principios más elementales, los principios que guían a los pacifistas y en general a los activistas de derechos humanos. La guerra es la continuación de la política por otros medios, pero de ¿Cuál política? la política del odio, la política de la barbarie, la política del engaño, la política que no reconoce al otro, la política que dice que la filosofía o la ética no tienen nada que ver con la política.

Lo cruel de esta guerra es que no solo nos muestra la grave crisis de los sistemas internacionales de justicia sino también lo poco que hemos podido avanzar en el consenso sobre los DDHH en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. 

Los estados más poderosos no gustan de firmar los acuerdos y las convenciones claves de DDHH en el mundo, el desarme nuclear ha sido un chiste burlado por todos los Estados con capacidad de armamento. Putín es solo el menos hipócrita de los sujetos que no creen en la paz ni el respeto a la autodeterminación de los pueblos y los DDHH.

El comité editorial de el The New York Times señala que en efecto lo que Putín no calcula es «lo que evidentemente han pasado por alto sus cálculos es que, independientemente de su historia con Rusia, los ucranianos no han demostrado interés en volver a estar bajo el techo de Moscú. Y cuanto más los intimida Putin, más se identifican los ucranianos como ucranianos.»

Si nos escandaliza más una intervención en Rusia que bombardeos a campamentos donde hay niños en Colombia, o las infames cifras de asesinatos extrajudiciales y desaparecidos, o la infame situación de DDHH en Cuba, en Nicaragua, en Venezuela y en Colombia (diario The Economist baja a Colombia 13 puestos en su índice de democracia) algo esta mal en nuestra lógica. 

Leyendo esto me hace pensar que quizás Putín en su barbarie es menos hipócrita que otros estados, que otras democracias*. Las guerras en efecto son la continuación de la política por otros medios. Si queremos cambiar las guerras, necesariamente nos toca cambiar la política. ♦

 

PS: «¿Por qué importa Ucrania?

 

 Así es como se clasifica la nación de Ucrania:

 

 1er lugar en Europa en reservas recuperables probadas de minerales de uranio;

 

 2° en Europa y 10° en el mundo en términos de reservas de mineral de titanio;

 

 2do lugar en el mundo en términos de reservas explotadas de minerales de manganeso (2,3 mil millones de toneladas, o el 12% de las reservas mundiales);

 

 Segunda reserva de mineral de hierro más grande del mundo (30 mil millones de toneladas);

 

 2° lugar en Europa en términos de reservas de mineral de mercurio;

 

 3º en Europa (13º en el mundo) en reservas de gas de esquisto (22 billones de metros cúbicos)

 

 4º en el mundo por el valor total de los recursos naturales;

 7º en el mundo en reservas de carbón (33.900 millones de toneladas)

 

 Ucrania es un país agrícola:

 

 1º en Europa en términos de superficie de tierra cultivable;

 

 3er lugar en el mundo por el área de suelo negro (25% del volumen mundial);

 

 1er lugar en el mundo en exportaciones de girasol y aceite de girasol;

 

 2° lugar en el mundo en producción de cebada y 4° lugar en exportaciones de cebada;

 

 3er mayor productor y 4to mayor exportador de maíz en el mundo;

 4to productor de papa más grande del mundo;

 

 quinto mayor productor de centeno del mundo;

 

 5° lugar en el mundo en producción de abejas (75.000 toneladas);

 

 8° en el mundo en exportaciones de trigo;

 

 9° lugar en el mundo en la producción de huevos de gallina;

 

 16° en el mundo en exportaciones de queso.

 

 Ucrania puede satisfacer las necesidades alimentarias de 600 millones de personas.

 

 Ucrania es un país industrializado:

 

 1º en Europa en la producción de amoníaco;

 

 Es el cuarto sistema de gasoductos de gas natural más grande de Europa en el mundo (142,5 mil millones de metros cúbicos de capacidad de producción de gas en la UE);

 

 3° más grande de Europa y 8° más grande del mundo en términos de capacidad instalada de centrales nucleares;

 

 3º de Europa y 11º del mundo en longitud de la red ferroviaria (21.700 km);

 

 3º en el mundo (después de EE. UU. y Francia) en la producción de localizadores y equipos de localización;

 

 3er mayor exportador de hierro del mundo

 4º mayor exportador de turbinas para centrales nucleares del mundo;

 

 cuarto mayor fabricante de lanzacohetes del mundo;

 

 4° en el mundo en exportaciones de arcilla

 

 4° en el mundo en exportaciones de titanio

 

 8vo lugar en el mundo en exportaciones de minerales y concentrados;

 

 9° lugar en el mundo en exportaciones de productos de la industria de defensa;

 

 10º mayor productor de acero del mundo (32,4 millones de toneladas)”

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Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, colaborador de El Espectador, ha sido jefe de comunicaciones del Festival Internacional de Cine de Cartagena, jefe de  Comunicaciones del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos. Así mismo es jefe de comunicaciones del Consejo Nacional de Bioética y consultor de Terre Des Hommes Alemania.

Ilustración: María Ochoa

 

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