La realidad que le está tocando al alcalde Galán es sumamente compleja, las crisis ambientales y sanitarias parecen ser el orden del día para el momento actual de administración pública de las ciudades. Tanto la pandemia en el caso de Claudia López como los incendios en las montañas o la crisis del agua que vivimos actualmente en Bogotá presentan retos inauditos.

El cambio climático y la crisis ambiental general del mundo está afectando directamente nuestros ecosistemas, nuestros estilos de vida y nuestra manera de ver la realidad. Y esto es muy bueno pues somos nosotros como especie, los que estamos generando los mayores daños y la destrucción no del mundo, pero sí de las condiciones aptas para nuestra subsistencia.
Los niveles de consumo, los niveles de población, de malgasto drástico de los recursos hídricos son una vergüenza. En el caso de Colombia, por la enorme riqueza ecosistémica que tenemos, nuestra responsabilidad debería ser absolutamente mayor.

Es evidente como en la tarea de preservar, cuidar el agua y nuestros recursos hemos fallado íntegramente como sociedad. Para poner el ejemplo de Bogotá, es sumamente claro como las administraciones anteriores tuvieron una vocación nula en compromisos ambientales serios, en campañas de siembra en la ciudad, en campañas de sensibilización frente al agua, frente al consumo, frente al transporte ecológico y frente a una educación ambiental imperiosamente necesaria en todos los niveles educativos de la sociedad.

Aunque lleva pocos meses el alcalde Galán, tampoco veo un compromiso serio por el momento, ojalá que entienda la magnitud del problema y la necesidad de mostrarse y ser un líder con compromiso ambiental, también de cara a su apuesta presidencial en algunos años.

La reconocida ONG WWF hace un llamado científico y racional al problema:
«Vivimos en una época en la que cualquier río, quebrada, laguna, morichal y otros pequeños humedales se pueden sacrificar en favor de satisfacer exclusivamente las necesidades humanas. Teniendo en cuenta esta realidad podríamos comenzar a tomar acción de esta manera:

-Incrementar nuestras fábricas de agua (páramos y acuíferos de aguas subterráneas) y no permitir que estos terrenos tengan un uso diferente.

-Velar por el cumplimiento de las leyes que protegen los humedales del país y la ronda hídrica, es decir, los bosques ribereños que acompañan los cursos de nuestros ríos, en un ancho de hasta 30 metros a cada lado, que aseguran microclimas favorables y previenen desastres y pérdidas de vidas humanas.

-Cuidar nuestro consumo de agua tiene beneficios económicos directos reflejados en las facturas que pagamos mensualmente por estos servicios.»

A esto hay que agregar la responsabilidad directa y proporcional, no es lo mismo ser un padre de familia de un hogar de escasos recursos que ser el alcalde de un municipio, o el dueño de una empresa de gran impacto en la huella de carbono, todos tenemos compromisos pero los compromisos tienen que ser proporcionales a nuestro daño y nuestras posibilidades de incidencia.

Aún hay tiempo de cambiar el rumbo, la naturaleza nos está avisando.♦

Foto del El Tiempo

PS: Quisiera invitarles a un evento que moderaré en la Filbo 2024 el día 27 de abril en el que se hablaran estos y otros temas de importancia para el país:

Cuatro ministros de ambiente y la ministra actual dialogan sobre su paso por la agenda y los retos para el país en las próximas décadas.

Participan: Susana Muhamad, Juan Lozano, Manuel Rodríguez Becerra –
Juan Myr, Ricardo Lozano.

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Diego Aretz es un periodista e investigador Colombiano, candidato a master en reconciliación y estudios de paz de la Universidad de Winchester, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, colaborador de El Espectador. Ha sido asesor de la Unidad de Búsqueda y de numerosas organizaciones defensoras de DDHH.

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