Las palabras y las cosas

Publicado el Diego Aretz

El escepticismo al cambio.

 

Colombia ha sido gobernada por las derechas en casi toda su historia, ahora llega un presidente corriente izquierdista. Toda una sorpresa, ya que los presidentes de esta corriente política que intentaron llegar al “poder” fueron asesinados en el pasado, un poco antes de las elecciones.

Recordemos, que estos han sido años permeados por la desigualdad y el conflicto en el país. Y, con nuevas caras como la de Gustavo Petro, un político que creó su campaña basándola en el cambio, los colombianos esperarían revoluciones. Por esta y otras razones los rostros de alegría no se hicieron presentes el pasado 7 de agosto en la capital. Ahora la pregunta no es si habrá cambio o no, la pregunta re cae en ¿Hacia dónde va ese prometido cambio?

Una tarde acompañada de algunos rayos de sol, unas cuantas nubes blancas -sin lluvia-, muchas palomas y unos fuertes vientos -como es de costumbre en la capital-; fueron el escenario perfecto para quienes llevaron sus sentidos bien afilados, a ver el principio de “ese tan anhelado cambio”. Los protagonistas de las imágenes de tal escenario, fueron lo suficientemente dicientes, tanto quienes llegaron a la casa de Nariño, como quienes la atienden, la rodean y por supuesto, quienes la abandonaron por orden del pueblo Colombiano.

La prensa estaba muy atenta a los simbolismos del acto. “Que Petro entraría sin alfombra roja”, “que como era el vestido de Verónica -su esposa-“, “que quien diseñó el vestido de Sofía -su hija-“, “que la esposa del ex presidente Duque salió vestida de negro”, “que por qué Duque no le prestó la tan mencionada espada de Bolvar a Petro”, “que quienes era los nuevos invitados”, “que quienes se fueron sin que terminara el acto”, “que el rey de España no se puso de pie…” En fin, las miradas estaban en lo que pasaba de las vallas para adentro. Y sí, en efecto fueron muchos los simbolismos que representaban algo diferente desde el inicio hasta el final. Pero, hay algo aún más patente en todo esto y fue el aire que trajo consigo cada espectador detrás de las vallas. Estos también fueron símbolos muy diferentes.

Tal es el cambio que pronunció la población colombiana el pasado 19 de Junio en las urnas, que pareciera que hoy todos los Colombianos ponen los ojos bien abiertos y los oídos bien despiertos a todos y cada uno de los pasos y palabras que ha dado el presidente Petro antes de entrar a la casa de Nariño. Y, por primera vez este es un acto del pueblo y para el pueblo. La participación del pueblo Colombiano no se quedó solo en las urnas -como en periodos pasados-, esta vez el pueblo Colombiano se hizo presente desde el inicio del acto, hasta la última palabra pronunciada por el nuevo mandatario.

Dentro de la filosofía clásica el escepticismo es una corriente basada en la duda y exigente con la evidencia de las afirmaciones. Esta es una posición que encarna duda de todo aquello que decimos o creemos conocer. En las palabras de Pirron, gestor de esta corriente: “no afirmo nada, solo opino”. O, como es bien conocido en aquel relato bíblico: Hasta no ver, no creer. Así mismo este día los Colombianos no decían nada, solo miraban y escuchaban -con suma atención-, tal como lo hubiera hecho un escéptico de la antigua Grecia. Con duda, suspicacia, incredibilidad y suma atención.

Tan fuerte fue ese grito colombiano que anhela algo diferente, que en las calles de Bogotá se respiró este 7 de agosto un aire de cambio, transición y esperanza. Pues, los rostros de quienes asistieron al acto de posesión no fueron precisamente de alegría y entusiasmo. Estos, fueron marcados por miradas de ecepticismo y otras de esperanza. A diferencia de los gestos que vimos durante la campaña: alegres y seguros -como los mejores porristas del “cambio”- o, las caras de celebración, emoción, conmoción y alegría que vimos el 19 de Junio a las 5:00pm; las cuales fueron muy diferentes a las que acompañaron el acto el acto de posesión.

Los Colombianos vieron un Petro tranquilo, calmado, sereno -cero rebelde en su discurso- (excepto por ensañarse con sacar la espada de Bolívar de la casa de Nariño). Pero, todo fue muy diferente a las miradas y palabras de triunfo en campaña o tras ganar las elecciones.

Otra variable que acompañó el acto detrás de las vallas fueron los vividos, fuertes y sentidos gritos de “¡fuera! ¡fuera!” en el momento en que el señor Duque abandona la casa de Nariño. Pues estos fueron más grandes y dicientes que la manifestación de la alegría por ver llegar a Petro a iniciar su mandato. Pareciera que la premisa estrella no es Ganó Petro sino Se fue Duque. Sí, hubo unas pocas caras de alegría e ilusión cuando Petro habló. Pero, tuvo mejor compañía Duque, por parte del desprecio de los colombianos. A Petro le esperan más miradas agudas que aplausos o palmaditas de espalda. Recordemos que a muchos no les hace alegría que un “ex guerrillero” llegue a la presidencia y a otros les fastidia la personalidad altiva del nuevo mandatario. Y, esto puede producir algunos sentimientos de escepticismo, miedo o incredibilidad.

Los colombianos se han sentido traicionados tantas veces al dar su voto de confianza que ahora que le han entregado el país a manos de otras ideologías políticas, están más exigentes y despiertos a esas promesas de cambio

Quedan muchas cuestiones sobre la mesa. Quizá la más evidente de todas es ¿de dónde venían estos rostros escépticos? Y, podríamos abrir todo un gabinete de posibilidades.

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Estefanía Díaz Trejos es filosofa e investigadora de Por la Frontiere.

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