J’accuse!

Publicado el j'accuse

¡Ay, pero qué orgulloso me siento de haber nacido en mi granja!

Es aterrador saber que, cada vez que caigo sobre alguna noticia que reporta algún evento, comentario o chisme relativo a la campaña presidencial (porque ese es el nivel en el que se encuentra la democracia de nuestro país), termino siempre encontrando alguna analogía entre el acontecimiento reportado y la obra de George Orwell. No es un buen síntoma. No estudio su obra, y las últimas lecturas remontan a mi adolescencia tardía, cuando la edad, por simple rebeldía, me llevaba a encontrar similitudes entre la obra de Orwell y la realidad. Hoy, en años menos rebeldes y con el sosiego de quien ha ejercido el derecho al voto –y sabemos que en nuestro país este verbo se empareja con decepción en bastantes ocasiones–, y la resignación con los desastrosos resultados que suelen arrojar los plebiscitos en nuestro país, me encuentro de nuevo pensando en Orwell y asociándolo con el panorama político de nuestro país. A diferencia de pasadas ocasiones, hoy no se me vino a la cabeza su obra principal, 1984, sino que un candidato me llevó a una lectura anterior, una tan lejana en el tiempo que ya ni recuerdo cuándo y dónde se produjo.

Leyendo la prensa matinal, me desayuné con un video-mensaje del fiscal general de la nación, en el que interpelaba al candidato por el Pacto Histórico, Gustavo Petro. Desconocía la polémica, y, a través de dicho mensaje, llegué a la fuente de la discordia. Al descubrirla, sentí escalofrió. Un candidato a la Presidencia de la República habría afirmado que no queriendo “quedar en manos de la Fiscalía”, habría decidido mantener su posición en el Congreso, con el fin de seguir cobijado por el fuero actual. El candidato habría terminado su conjetura con un “cuando haya garantías, hablamos”.

¿Cómo no pensar en Orwell?

El artículo 13 de nuestra Constitución reza que todas las personas nacen libres e iguales ante la ley; gozamos de los mismos derechos. En el mismo artículo, el Estado se compromete no sólo a promover las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva, sino también a proteger a toda persona que se encuentre en situación de debilidad, sancionando abusos y maltratos. Si a ello le sumamos que el candidato aspira a jurar su cargo en virtud del artículo 192 de la Carta Magna (es decir, recurriendo a la fórmula “Juro a Dios y prometo cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia”), y añadimos que, recientemente, el mismo candidato pedía a la gente que, en caso de que recibieran dinero a cambio de su voto lo aceptaran sin problemas (inútil recordar que es una práctica altamente ilegal y a su vez terriblemente nociva para el sistema democrático), con la condición de que el voto que efectivamente depositaran en la urna fuera el suyo, ¿cómo no pensar en La granja de los animales de Orwell?

Definitivamente, en nuestra granja, en esta granja que nos cupo en suerte, ‘todos los animales somos iguales, pero algunos son más iguales que otros’.

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