Filosofía de a pie

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Apología a la basura

“Un “snob” intelectual es alguien que puede escuchar la “Overture” de William Tell sin pensar en el Llanero Solitario”

-Dan Rather

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  © Denmark in Canada

No es ningún secreto que existe cierto debate hoy en día acerca de la denominada “literatura juvenil” y su valor como material intelectual y educativo.Las posiciones en estos debates pueden resumirse en dos: Aquellos que consideran que la literatura ha decaído al convertirse en una moda y aquellos que suelen decir, “mejor que lean por moda a que no lean”. Yo, como amante de la lectura de los libros de este género, he recibido críticas en más de una ocasión por prestar tiempo a la lectura de este tipo de literatura. Pues a pesar de que amo leer la saga de Divergente tanto como leer Othello, el hecho de que ame al producto juvenil le da la imagen a ciertos doctos de que mi gusto quizás no es tan refinado. Dicho de otro modo, me gusta la literatura basura.

En nuestro afán de catalogar a la literatura como arte alto o basura, hemos quizás desechado el valor de determinados textos. Está claro que le concedemos a varias obras literarias la característica de ser mejores que otras. Sin embargo, si somos coherentes con lo que Platón nos dice en la Apología, en la que se dice, “una vida sin examen no merece la pena ser vivida”, entonces será necesario examinar el motivo por el que detesto un libro más que otro, especialmente si lo que considero lo doy por hecho y no como opinión.

Generalmente el rechazo a los libros pertenecientes a la literatura juvenil nace de un hecho en particular: se arruina mi imagen como individuo ilustrado e intelectual. Y es esta misma acusación la que a estos libros por lo general se les hace, especialmente por parte de aquellos que son doctos o académicos. Al fin y al cabo, dirán ellos, se tratan de libros fáciles de leer, con personajes planos que encuentran parejas idealizadas o dicho de otro modo, son libros que no conllevan esfuerzo alguno al ser leídos. Quizás es este el consenso general al respecto, ¿pero hasta qué punto es esto una verdad objetiva?

Si hemos de analizar el por qué una obra literaria es mejor de otra, quizás nos encontremos con que en verdad no existe una respuesta universalmente verdadera ante esta cuestión. Existen dos factores a tomar en cuenta bajo este punto. El primero es si existe algo que en verdad declare a un libro como mejor que otro universalmente, no en un caso particular. En caso de que la primera respuesta fuese afirmativa, Ted Cohen en su ensayo “Liking What´s Good: Why Should We?”, nos provee con la segunda y la más crucial. ¿Por qué debería gustarnos lo mejor?

Es común entonces que se afirme que a lo que se considera mejor se le atribuya características de ser más provechoso de una u otra manera. Esto, es algo totalmente subjetivo. Pues mientras algunos llegan a sentir una experiencia trascendental leyendo a Julio Cortázar, esto no significa que otra persona no pueda llegar a tener aquella misma sensación leyendo a Stephenie Meyer. Se dirá entonces que un libro alimenta más el intelecto que otro (que es uno de los argumentos más famosos en estas comunidades), característica que generalmente se le niega a la literatura juvenil.

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© Litreactor

Tomaré de ejemplo a uno de los mayores representantes de este género, Bajo la misma estrella, del autor John Green. Más allá de haber popularizado a Green a nivel mundial y de tratarse de su libro más famoso, esta novela es notoria por dividir en gran medida a los amantes de la literatura. Muchos lo consideraron “manipulador” y “otro generador de posers literarios”, mientras que otros lo ven como el Orgullo y Prejuicio de esta época.

Mientras el libro no es extenso como La guerra y la paz de Leo Tolstoy o tan abstracto como Ulises de James Joyce, definitivamente toma varios elementos de la contemporaneidad y los utiliza a su favor en una narrativa que poco a poco suelta elementos de reflexión filosófica.

La historia que sigue a dos adolescentes con cáncer y a su historia romántica, no escatima en metáforas constantes, citas y largos diálogos existencialistas para ilustrar la vida a través de ojos poco convencionales. No es extraño entonces que blogs dedicados a la investigación de la filosofía en la cultura pop nombren a este libro e incluso lo comparen a conceptos tales como el “Ubermsench” (Superhombre) de Friederich Nietzsche o resalten su capacidad para analizar temas que rodean el entorno filosófico.

Por otro lado, otros títulos menos queridos por los académicos, como lo es Crepúsculo de Stephenie Meyer poseen libros enteros dedicados a analizar la filosofía que yace detrás de los mismos. El objetivo que tienen estos dos ejemplos es tratar de ilustrar un punto en particular acerca del criterio en la estética visto como algo universal.

No existe un criterio en verdad.

El desprecio intelectual a la literatura juvenil es un ejemplo de cómo la estética personal busca muchas veces ser impuesta como un concepto universal. Los argumentos más propuestos respecto a lo que hace literatura fina y literatura basura (especialmente en el caso de aquella orientada al público juvenil) suelen tener una concepción muy personal acerca de lo que alimenta el crecimiento del conocimiento.

Estos factores llevan a que nazca un prejuicio acerca de las comunidades que aman la “buena literatura” y aquellas que aprecian la literatura juvenil y es que una comunidad nunca se juntará con el material de la otra. Lo que no se contempla es el hecho de que el gusto a uno, no solo no entra en conflicto con el gusto por igual al otro, sino que además ambas posiciones tienen la misma posibilidad de ser provechoso para mí como de no serlo.

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© The Bubble

Si tenemos presente que incluso libros como la saga de Crepúsculo, que son detestados y fuertemente criticados por un bajo contenido intelectual, pueden ser vistos como trabajos de estudio filosófico, ¿por qué no podrían serlo también otros miembros pertenecientes a esta categoría? Quizás es necesario no dar una crítica apresurada si ni siquiera está claro el concepto bajo el que estamos juzgando algo.

Todo esto no significa que no se tenga derecho a aborrecer un libro (sea juvenil o no) incluso si tiene abundancia de contenido científico, filosófico o artístico dentro. En cambio es una invitación a la reflexión de por qué se aborrece ese libro.

Yo por mi parte seguiré leyendo por igual a John Green y Suzanne Collins como a Victor Hugo y Charles Dickens.

Por Andrés Velásquez L.

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